Al igual que en el 2018, el año que comenzó tendrá todas las miradas puestas sobre la economía. Y con un escenario dramático: una nueva caída en los niveles de actividad (que el Fondo Monetario Internacional estima en el 1,9%), la destrucción de empleo en el sector privado (que lleva acumulado más de 67 mil puestos, y en el caso de la industria supera los 112 mil desde el 2015) y la pérdida de participación del salario en el producto, que hacia fines de 2018 superaba los 5 puntos porcentuales. Es decir, un menor ingreso real y peor distribuido que explican por otro lado el derrotero de la pobreza, que en el primer semestre de este año difícilmente baje del 31% de la población.

Al mismo tiempo, como contracara de este fuerte retroceso por el lado de la economía real, el modelo económico de Cambiemos derivó rápidamente en una mayor vulnerabilidad financiera y externa, al combinar la plena desregulación y apertura de la cuenta capital con un ritmo de endeudamiento que no guarda ninguna relación con la capacidad de pago de la Argentina. En este marco, la economía ha quedado fuertemente expuesta a los vaivenes internacionales, donde la menor duda respecto a la sostenibilidad externa del proceso puede desatar otra brusca depreciación del tipo de cambio, afectando la dinámica de la deuda y la solvencia del propio sector público.

La idea del “único camino” ha puesto así en jaque no solo el presente de millones de argentinos, sino que abre además un mar de dudas respecto al futuro, exacerbando las limitaciones estructurales sobre las que opera nuestra economía.

Del laberinto, por arriba

Toda economía es política, lo que pone en juego bastante más que la lógica contable con la que Cambiemos pretende resolver las tensiones de una estructura productiva que tiende a generar déficits crónicos en la cuenta corriente. Es a través de la economía política que se define el estilo de desarrollo, sobre qué sectores empujar el escalamiento tecnológico o qué tipo de eslabonamientos productivos necesitás para viabilizar el crecimiento de una economía pensada para más de 44 millones de habitantes. En criollo, si el ‘fifty–fifty’ te deja una y otra vez sin dólares, y las devaluaciones solo te empujan al estancamiento y la aceleración inflacionaria ¿por qué no salir por arriba del laberinto, ampliando el poder de compra de las exportaciones?

Esto último requiere avanzar sobre varias cuestiones, que sintéticamente podemos englobar en cuatro acuerdos básicos: (1) plantear una agenda para el crecimiento y no para el ajuste, reorientando instrumentos para incrementar la demanda efectiva; (2) garantizar la disponibilidad de divisas necesarias para la sustentabilidad del proceso; (3) apuntalar la agregación de valor y el escalonamiento tecnológico de la estructura productiva; y (4) fortalecer el entramado de pequeñas y medianas empresas, en el marco de un mayor equilibrio regional entre provincias.

En conjunto conforman un programa integral que ata el corto con el mediano y largo plazo. Que busca expandir la demanda para incentivar la inversión, ampliar escala y aumentar la productividad media de la economía, pero que combina además la creación y desarrollo de esquemas de política anti-cíclicas y macro-prudenciales con una política agropecuaria, industrial y tecnológica más decidida, orientada a correr los límites impuestos por la restricción externa.

¿Sobre qué escala puede incrementarse la producción de autopartes en un país con un mercado interno reducido? ¿Qué oportunidades existen en la producción de textiles inteligentes? ¿Podría Argentina escalonar la cadena del calzado productivo a partir de una mayor robotización? ¿Estamos preparados tecnológicamente para ingresar a la industria 4.0 a partir de la maquinaria agrícola? ¿Por qué no pensar el futuro del régimen de Tierra del Fuego en línea con el uso de drones y la electrónica que requiere la agricultura de precisión? ¿Cómo potenciar las enormes oportunidades que ofrece la bioeconomía a la hora de generar nuevos nichos de negocios, tanto en el desarrollo metalmecánico como en la generación y distribución de energía?

Estas y otras preguntas son las que debiéramos estar trabajando a la hora de definir hacia dónde vamos como país, qué planificación nos vamos a dar y con qué actores económicos lo vamos a viabilizar.

En lugar de analizar dónde recortar cientos de miles de pesos, plantear la agenda de cómo generar 30 mil millones de dólares más, por medio de más y mejores políticas públicas que van desde un apoyo integral para la asociatividad de empresas y proyectos, la promoción de certificaciones de calidad, compre estatal y una mayor inclusión financiera hasta el fomento activo de las exportaciones de alta tecnología e industria de avanzada, incluyendo desarrollos existentes en materia de energía (INVAP), aeroespacial (ARSAT), biotecnología, equipamiento ferroviario, petróleo y gas no convencional, química, farmacia y nuevas tecnologías para la producción agrícola, entre otros.

Se trata en definitiva de un mejor entendimiento de hacia dónde va el mundo, del reconocimiento de que no pueden escindirse, en una economía como la argentina, la discusión macroeconómica de los enormes desafíos que todavía existen a nivel productivo, institucional y social. Donde seguramente hará falta el financiamiento externo pero para financiar el desarrollo, no la fuga de capitales.