Como toda creación política, el FMI no puede permanecer inmutable, permanentemente idéntico a sí mismo. Tiene que evolucionar, cambiar o perderá su poder, en la medida que su habilidad de adaptación se vaya agotando. Son muy distintos las circunstancias, medios y condiciones que le posibilitaron influir en los países de manera decisiva, con aquellas que hoy requiere para su subsistencia.

Con el devenir de la crisis de Lehman Brothers (2008) el mundo se fue transformando, la realidad es distinta y, llegado este momento, las políticas neoliberales, que hicieron posible el capitalismo financiero estadounidense que se proyecto con fuerza inconcebible, si no cambiara un colapso inevitable, acontecería por su propia responsabilidad.

La renegociación con el FMI es disruptiva y se encamina a ser la vanguardia del mundo deudor-habrá un antes y después-, nuestro adelantamiento es el siguiente: se viene el programa de facilidades extendidas a diez años, pero con cuatro de gracia, eliminación de intereses punitorios y anulación de sobretasas. Cuando el FMI modifique su normativa-hoy en estudio-y, autorice refinanciaciones de plazos que superen los diez años, el acuerdo se extendería en forma automática. Más plazo, menos tasa y quita (baja de tasa y licuación). Toda refinanciación de deuda consiste básicamente en transformar compromisos de corto plazo en deudas de largo plazo. Es evidente que con el acuerdo cambia el peso del financiamiento y, debería reducir el riesgo país, si es cierto que la fijación del mismo tiene correlación con el riesgo de insolvencia fiscal inter temporal, independientemente de, si gobierna un peronista o un conservador.

Habrá ahorros fiscales por los pagos de intereses sobre la deuda. El costo promedio de la deuda externa pública total en dólares también va a ser menor. En 2018, 2019 y 2020 el PBI sufrió por causa de un fuerte desapalancamiento con tres años consecutivos de caída, pero en 2021 volvemos a apalancar la tasa de crecimiento esperada del PBI y haciendo que la deuda sea sostenible. El país necesita volver a equilibrar su estructura de financiamiento para mantener la misma razón de endeudamiento primero, para ir bajándola paulatinamente en términos del cociente Deuda/PBI.

La renegociación con el FMI supera cualquiera de los objetivos en una reestructuración de deuda anterior en la Argentina.

Dados los números precedentes de inflación de EE.UU. la renegociación sucede con una quita implícita porque la tasa resulta negativa (diferencia entre la tasa de inflación estadounidense actual y proyectada, y la tasa de interés que pagará la Argentina durante el plazo establecido). Según la teoría clásica del interés, la tasa de interés es el precio de mercado. La oferta resulta de la propensión de la población al consumo y al ahorro y la demanda de las oportunidades existentes de inversión. Para Fisher las tasas de interés reales son iguales en todas las economías y lo que varía es la tasa de interés nominal: Tasa Nominal   =   Tasa Real  +   Tasa de inflación pronosticada. La tasa de interés real es igual a la tasa de interés nominal “descontada” por la tasa de inflación. En este caso la tasa real será negativa y apalancará el crecimiento.

La “Teoría de Fisher” no se cumple exactamente, pero es una buena “regla de oro”. Por lo tanto, si se espera inflación en el futuro, la Reserva Federal subirá la tasa de interés y la Argentina habrá fijado un tipo nominal bajo con inflación alta, lo que implicará una licuación tácita de la deuda.

Basta estudiar con diligencia un acuerdo, como Martin Guzmán lo ha hecho en el caso argentino, para advertir que los postulados tradicionales no alcanzaban para resolver la realidad mundial de hoy día, sumado esto a la devastación que heredó el Gobierno. En esta compostura están inmersas construcciones simbólicas que constituyen en sentido fuerte, el valor de las tasas, los plazos y las condicionalidades. La abstracción de los postulados clásicos, por otra parte, fue criticada por muchos académicos, pero hay que ir más lejos y ser categóricos: los créditos del FMI nunca fueron ayudas de instituciones de beneficencia como mencionaba el ex presidente en el programa del señor Majul. Los tomadores y colocadores de un crédito-aunque nadie lo vea de este modo-son el producto de una construcción social, de modo que no es posible describir adecuadamente los procesos del FMI, sin recurrir al costo social.

Esta vez en lugar de transar cualquier cosa, como se hizo anteriormente, se pudo comprender que un acuerdo económico involucra un país y una sociedad, que constituyen una misma cosa. Por eso hubo que realizar un examen pormenorizado de los hechos sociales emergentes del acuerdo anterior y próximo a anunciarse. Después de todo la forma de otorgamiento de los casi u$s 45 mil millones, no fue un mero aspecto.

Los acuerdos con el FMI históricamente han descansado en una abstracción originaria consistente en disociar su dimensión específica de prácticas, del orden social en que están inmersos los países deudores que acuden al prestamista de última instancia. El otorgamiento de créditos y la recepción de los mismos están construidos sobre saberes disponibles enlatados. Y esto, sobre diferente dimensiones. Desde la segunda parte de los años cincuenta, existe todo un sistema de conceptos forjados por los tecnócratas con vistas a explicar los datos del país. Se ha constituido en un hábito el esfuerzo por darle la razón a las prácticas de un universo económico interesadamente asignado a través de la colonización tecnocrática, con una preparación cultural y disposiciones adquiridas desde aquel universo capitalista tradicional, hasta este capitalismo financiero, el modelo hegemónico que aparece en el crepúsculo emergente de la pandemia. Se habían normalizado nociones difusas y vagas recargadas de conjeturas inadmisibles desde el punto de vista social. Todo esto ya no era viable.

Con Martin Guzmán estamos cambiando inclusive el lenguaje de la negociación, sustituyendo el léxico del adjetivo racional por razonable (Bordieu), sustentable, indispensable para expresar una visión de la acción que lo funda; la teoría neoclásica. Estamos saliendo de las prácticas rituales de felpudo, de las conductas genuflexas, la educación norteamericana y el micro cosmos del FMI al que se entregaron sin pelear los economistas del fracaso, haciendo siempre  caso omiso a las particularidades argentinas y, realidades sociales. Ha sido primero la tecnocracia y luego los technopols quienes permitieron construir un modelo de relación histórica con el FMI, capaz de darle la razón en forma constante, sin negociar nada, sin rigor y con frivolidad, tal como demuestra la simple observación empírica. Todo esto, al precio de una puesta en suspenso anterior de la adhesión a las evidencias y las nociones previas de un falso sentido común construido con perfidia y falta de fervor argentino.

La ruptura del orden establecido acaso nunca haya sido tan oportuna para poner en entredicho lo que está escrito: los estatutos, los tipos de préstamos, las condicionalidades y las prácticas económicas de las rutinas del FMI. La estrategia de este joven académico de La Plata ha sido extraordinariamente ambiciosa para corregir las insuficiencias de un paradigma que jamás había sido cuestionado tan equilibrada y positivamente. No es que otros no lo hayan hecho desde el discurso, pero nunca estuvieron siquiera cerca de poder comprobar lo difícil que es resguardar los intereses del pueblo y la Nación ante el FMI. Estamos viendo como los mercados comienzan a descontar un acuerdo inminente entre la Argentina y el FMI, mientras el Gobierno aguarda el momento oportuno para realizar el anuncio. Aunque no debemos adelantarnos a los acontecimientos, destaquemos por ahora que no fueron necesarios los cumplidos que recibía Lagarde (…hay que enamorarse de Christine…), ni la cena en la casa del ministro de economía. Se verificó que el presidente anterior y sus funcionarios títeres no pudieron demostrar una pizca de oposición a las presiones, y el pueblo no pudo ejercer sus derechos soberanos. Esta vez-dentro de lo que es posible, que no es lo mismo que lo utópico- hemos visto al Gobierno actuar en defensa de los intereses nacionales y populares con dignidad y resultados.