Las generalizaciones no suelen contribuir a una mejor comprensión de ningún fenómeno, de la naturaleza que sea. Cuando se aplican a la política, además de resultar muy tranquilizadoras puesto que nos inhiben del análisis y la diferenciación, son entre nosotros –y no sin generalizar–, calificadas de trotskismos.

El pobre Trotski no tiene nada que ver, pero a quienes se dicen sus seguidores les encanta la simplificación, que encubren con una hojarasca de palabras que, como la de ciertos textos de psicoanálisis, provocan la sensación de formar parte de alguna traducción defectuosa. En difícil, el generalizador no hace más que citar al filósofo Minguito Tinguitella: “Se igual”.

Así, Hitler, Stalin, Roosevelt, Churchill y Mussolini fueron lo mismo: líderes de potencias imperialistas; de igual manera que Cristina, Scioli, Macri, Carrió, Massa y Agostino Rocca, Roberto Lavagna, Melconián, Lousteau y Kicillof, quedan igualados en que proponen un devenir argentino dentro del sistema capitalista. Hecho tan notorio que no requiere demostración. También Barack Obama, Malcolm X, Nelson Mandela, Idi Amin Dadá y Pelé no son otra cosa que negros y Messi, Ruggeri, Sanfilipo y Bobby Charton, futbolistas. En consecuencia, son lo mismo.

Cualquier debate con Marcelo Ramal podría llegar a conclusiones semejantes. Bien por él, que para algo se dice trotskista.

Pero está ocurriendo algo muy extraño últimamente: a tono con los eslóganes de campaña instalados por la Presidenta de la Nación y por Mariano Recalde con la razonable intención de que la lista de candidatos del FPV de la ciudad de Buenos Aires pudiera alcanzar el balotaje, a todo el mundo se le dio por afirmar –¡y hasta creer!– que Martín Lousteau es lo mismo que Horacio Rodríguez Larreta. “Se igual”, dictaminan hasta ayer sesudos y serios analistas.

La generalización, el argumento simplificador, pueden valer como eslóganes de campaña electoral y aun así, hasta cierto punto, pues ¿hasta dónde es posible generalizar, simplificar o tergiversar sin ser a su vez, en algún momento, víctima de esa manipulación?

Por lo que se ve, escucha y lee, parecería que los límites son muy próximos y resulta muy fácil trasgredirlos. Vale decir, irse para el lado de los tomates. Sin embargo, analistas, periodistas, comunicadores y políticos afines al FPV insisten: Lousteau es lo mismo que Larreta.

“Comparten el mismo proyecto de país”, es el argumento de mayor peso. Es probable que sea así –aunque alguien debería explicar cómo quien comparte el mismo proyecto de país que Mauricio Macri pudo haberse desempeñado como ministro de Economía de un gobierno inspirado en un proyecto opuesto–, de la misma manera que Lavagna, Melconián y Aldo Ferrer quedan igualados por el hecho de que ninguno de ellos se propone acabar con el capitalismo. Y según se mire, este también es un argumento de peso.

Quedaría por ver, y por más que estemos hablando de la “cosmopolita” ciudad de Buenos Aires, cuál sería la íntima relación entre un proyecto de país y una administración municipal. Y aun de tratarse de algo de más importancia y densidad, como una provincia, es más que evidente que los alineamientos y problemáticas nacionales no se trasladan automáticamente a los ámbitos regionales o provinciales. Y viceversa. Para citar a otro filósofo: Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Hasta aquí estamos en el campo de la especulación, pero descuidada, insensiblemente, se ha ido derrapando hacia el campo de la falsedad: “Lousteau y Rodríguez Larreta adhieren a la candidatura de Macri”.

Eso no es verdad, lisa y llanamente. Independientemente de por qué candidato presidencial se incline Lousteau en forma individual, la alianza Eco está integrada por radicales nosiglistas y cívicos libertadores , que adhieren a la candidatura de Mauricio Macri, pero también por socialistas, radicales del GEN y lo poco que queda del Partido Socialista Auténtico, que apoyan a Margarita Stolbizer.

¿Qué tienen en común unos y otros? Fuera de que todos son mamíferos y argentinos, lo que tienen en común es que son opositores al FPV.

¿Qué clase de disparatado razonamiento es ese que me dice que todos los que no son yo, o están en mi contra, son iguales entre sí?

Para el vecino porteño –si acaso el vecino porteño pensara como vecino porteño y no como habitante de un planeta aparte–, en su papel de víctima de sus gobiernos municipales, tampoco resultan lo mismo el estilo de gobierno arrogante, menefreguista y hitleriano del PRO que las vacilaciones y contradicciones de radicales y socialistas, pero, fundamentalmente, el resultado de una compulsa entre el PRO y ECO no es indistinto para, por ejemplo, Rodríguez Larreta. Ni menos, muchísimo menos, para Mauricio Macri: en el muy improbable caso de que Losteau se impusiera en el balotaje, las chances presidenciales de Mauricio Macri quedarían seriamente dañadas. Razón de más para comprender hasta qué punto ambos candidatos no son lo mismo, más allá de lo que diga o haya dicho la señora presidenta en el transcurso de la campaña electoral de Mariano Recalde.

Se ve, además, que la señora presidenta no vive, transita y paga impuestos en la cada vez más invivible ciudad de Buenos Aires.

Ningún dirigente del FPV ni analista, comentarista o periodista, ha dicho jamás que Miguel Lifschitz, candidato de una alianza muy similar a Eco, fuera lo mismo que Miguel Del Sel. Tal vez por no caer en esa clase de simplificadoras generalizaciones, el FPV recupere gradualmente su caudal electoral en Santa Fe y, al mismo tiempo, no deje de caer en la ciudad de Buenos Aires.

Los dirigentes políticos santafesinos tratan de pensar en Santa Fe. Por esa tendencia a la generalización y más de doscientos años de centralismo, dirigentes pólíticos, periodistas y comentaristas porteños devienen en “nacionales”, olvidando la realidad concreta y específica en que les toca actuar.

Es que “se igual”.