Al interior del Estado, los problemas económicos y políticos del último default, se manifestaron a través de una burocracia disciplinada-como la de Dujovne y Sandleris, y un endeudamiento en aumento que se tornó incontrolable como el motorizado por Prat Gay-Caputo.

La crisis de la deuda debilitó el orden económico. El desempleo en 2001 pasó de 12% a 18%, antes del estallido social, luego al 25% y la desigualdad ya era de una magnitud estremecedora. “La pobreza es una consecuencia de la desigualdad”. Es importante esta sencilla ilustración de Charles Tilly, cuando se vuelven a cruzar los temas de pobreza y desigualdad. Alain Touraine habla de la insuficiencia de las democracias representativas, debilitadas en las sociedades. Cree que se han alejado de la esfera gubernamental con gran impacto social. Dijo: “Quisimos que la democracia fuera representativa y estuvo bien que así fuera; sin embargo, actualmente es necesario identificar los intereses que son representables y asegurar que los dirigentes sean efectivamente representativos, más que de los intereses particulares o de su propio interés”.

Hay que decir que en ese terreno nuestra democracia ha retrocedido. En solo tres años nos hemos convertido en una sociedad dominada por los intereses financieros y regidos por políticas neoliberales. Cada vez son más los sectores de la población desprotegidos y marginados.

Si la austeridad a ultranza de 2001 en la Argentina no fue la respuesta a los supuestos problemas fiscales, la recuperación de la economía argentina desde el default tampoco se produjo como consecuencia de esas políticas públicas sino, justamente, porque se  interrumpieron. Ahora bien, cabe pensar que si los elementos de 2001 eran erróneos, no había derroche fiscal ni el tamaño de la deuda externa y el déficit fiscal eran problemas inmanejables.

Las cosas fueron distintas desde 2003. No solo mejoraron todos los indicadores de la economía, sino que se canceló por completo la deuda con el FMI, se reestructuró más del 93% de la deuda pública en mano de tenedores privados y, durante todo el periodo citado-en promedio-el riesgo país de la Argentina fue menor que con la administración Macri, aun permaneciendo en default-considerado así, por la deuda pendiente con los holdouts-. 

Ahora bien, se imputa al periodo 2003-2015 un fenómeno de asombrosa corrupción política. Lo que entonces parece ser, es que si se comprueba que la administración anterior era corrupta, lucen escasas las evidencias que  el nuevo gobierno, con elementos del sector privado, haya resuelto el problema.

La narrativa del gasto publico extravagante que asfixiaba la actividad privada se internalizó-durante los 90’-como una certeza en la ciudadanía y debilitó las políticas de oposición de los partidos tradicionales y progresistas. Es que en aquel tiempo, los mismos tecnócratas que la semana pasada estuvieron con el presidente Macri, insertaron una ficción en el ámbito político que fue decisiva en condicionar sus posiciones estratégicas, a través de la conciencia fabricando consensos, hasta el punto de manipular el Congreso para delegarle poderes extraordinarios a un ministro de economía (Domingo F. Cavallo). Hoy han ido más lejos, lo han hecho directamente con el FMI, prestándoles un auxiliar administrativo, eufemísticamente denominado Ministro de Hacienda.

Esa capacidad de los tecnócratas locales y extranjeros de “correr por derecha” al gobierno, para establecer temores, pretendiendo legitimar un ajuste brutal, de modo tal que sea indiscutible la imperiosa necesidad de establecer la austeridad excesiva del gasto social, fue un instrumento decisivo en la arquitectura de los relatos que articuló la hegemonía ideológica y cultural del poder en 2001.

El peso adquirido por el FMI en la Argentina en aquel momento, desnaturalizó y tergiversó  sistemáticamente los hechos políticos y económicos, e intensificó el camino al default. Parece lógico pensar que, por encima de la fantasía, la realidad del último default debería haberse abierto paso antes, pero eso no sucedió-como hoy día-hasta que la crisis financiera provocó el estallido social de diciembre de 2001. Luego de la crisis, emergió un versión alternativa al relato neoliberal y, sobre todo, sabemos qué tuvo la capacidad de ser coherente y de articularse políticamente.

La experiencia Argentina 2001 parecía haber demostrado que no alcanzan las instituciones cuando se deslegitima la representatividad política, y eso es lo que ahora mismo está sucediendo. Nuevamente enfrentamos una crisis económica (agravamiento fulminante de la recesión), que ha de manifestarse más despiadadamente en una crisis financiera. Recuerde que la huida de capitales no ha terminado, el altísimo riesgo-país no cede-aun luego de una maxidevaluación y cesión de control al FMI-, la crisis social es creciente (aumenta el desempleo y la pobreza), habrá un correlativo crecimiento de la protesta social y asoma una previsible crisis política.

Como en aquel “Megacanje 2001” que se realizó a una tasa del 15% en dólares, los propulsores de la negociación vuelven a ser los reconocidos técnicos del FMI (ayer lo mencionó Lagarde), quienes aprecian la gentileza Argentina de ofrecerse periódicamente como laboratorio de ensayos. De la misma manera vemos hoy, es el FMI imponiendo las pautas como Cavallo, en aquel plan denominado “Regla de Déficit Cero”, que comprometía al país a una política de austeridad mística. En este momento, la consigna es déficit primario cero, para generar recursos que paguen los intereses de la deuda privada externa.

“Moral hazard” (Significa riesgo moral)

Esta vez, van a pagar los plomeros norteamericanos, como expresó el ex Secretario del Tesoro de George Busch (h), Paul O’Neill y lo evitó, dejando que las consecuencias de “prestar mal” las asumiera el sector privado internacional (con una fuerte quita que obtuvo Néstor Kirchner).

El FMI vino para tener un cliente que pague los sueldos y los clubes de golf de la burocracia y, también para asegurarle a la banca privada, que la rescatará de su audaz exposición, “moral hazard” (riesgo moral: los bancos asumieron riesgos extravagantes, sabiendo que las posibles consecuencias negativas, no serian asumidas por ellos, sino por el FMI).

La historia se repite

Recapitulando, el estado se quedó sin financiamiento de los mercados voluntarios como en octubre de 2000 y, luego de recurrir a el FMI,  fue destruyendo una creciente proporción de los fondos de jubilación, mas tarde (solo una semana atrás) saqueando las arcas del Banco de la Nación Argentina. Así fue en 2001, luego se blanqueó la suspensión de pagos de la deuda pública a fines de diciembre (durante la brevísima presidencia de Adolfo Rodríguez Saá).

La cesión del poder político a la tecnocracia y/o las finanzas internacionales, ha tenido una incidencia decisiva en el devenir de la crisis argentina de 2001, fundamentalmente al seguir  las recomendaciones que establecía el FMI. Podríase agregar un epifenómeno donde se apoyaría la idea que los funcionarios argentinos, no hicieron lo suficiente para preservar los intereses locales, al igual que ahora, más bien podría ser que sus decisiones hayan coincidido con el perjuicio que acarrearán las imposiciones de la biósfera ideológica y política neoliberal.

El desplazamiento del poder político partidario hacia las finanzas-manejadas hace tres años por representantes de corporaciones privadas, bancos extranjeros  y FMI mas tarde, las diferentes formas y metodologías de violentar el mandato popular mediante presiones al país, a riesgo de caer en conflictos sociales, ha devenido en una consecuencia el hecho de aplicar este tipo de políticas públicas.

Intento de atar de pies y mano a la próxima administración

Ser un país que no acata las recomendaciones del FMI, tiene una serie de implicancias que afectan todas las esferas de garantías de derechos. En principio, el hecho de ser despojado del crédito internacional, del cual no puede prescindir totalmente ningún país políticamente organizado.

El resultado final o la situación emergente pos default 2001 y restructuración de la deuda, terminó calificando al país en condición de “desacato” y una remanente disputa soporífera con los “fondos buitres”. Y lamentablemente, vamos camino a repetir la historia. El tiempo se cuenta en semanas, tal vez meses. Ya he comenzado a trabajar en una propuesta de reestructuración de deuda, que de ninguna manera podrá realizarse sin quita-veremos a quien-. Si no lo dijo nadie, sepa el FMI que para moderar su (exposure) nivel de exposición al primer default a un organismo multilateral de crédito, aun está a tiempo de evitar el riesgo que implica desembolsar el 50% del paquete restante.