El Poder Ejecutivo presentó el proyecto de Presupuesto para el año 2019 y, automáticamente, se dispararon las dudas producto de lo acontecido con el Presupuesto 2018. Recordemos que habiéndose aprobado en diciembre de 2017, a los pocos días carecía de validez por la  denominada reforma tributaria. Reforma que, en realidad, tenía un claro sesgo previsional con un ahorro encubierto de $100.000 millones de pesos, así como algunos otros cambios impositivos que modificaban los cálculos de los ingresos y gastos aprobados. Asimismo, antes de que empiece el año 2018 también se elevó la expectativa inflacionaria al 15% en la famosa conferencia de prensa del Jefe de Gabinete con el Ministro de Hacienda, el Ministro de Finanzas y el Presidente del BCRA. De los cuatro integrantes de la mesa, dos ya no pertenecen al Gobierno.

Las variables macroeconómicas que le daban sustento al Presupuesto, dólar promedio a $19,30 e inflación del 10+/-2% (elevada al 15%), fueron rápidamente superadas por la realidad, a fines de mayo el alza de los precios era del 27% interanual y el valor de la divisa rondaba los $25,00. Todo esto parece poco si tenemos en cuenta que en septiembre volvieron a aumentar, en un escenario de corrida cambiaria (la famosa tormenta), llegando a 34,4% y $40,00 respectivamente.

Por si esto fuera poco, en Junio se firmó el Memorandum con el FMI. Este suceso nuevamente modificó la planificación presupuestaria recayendo los cambios, esta vez, exclusivamente en el gasto. Se pasó de un déficit primario - excluyendo intereses - de 3,2% a uno del 2,7% del PBI. Esta rebaja en el déficit de las cuentas públicas implicaba un esfuerzo aproximado de $61.800 millones según la estimación de CEPA.

Junto a la presentación del Presupuesto, el Poder Ejecutivo envía un mensaje que explica el contexto macroeconómico y la proyección para el próximo ejercicio. Las principales variables tuvieron modificaciones significativas entre lo que se había planificado para el 2018, en septiembre de 2017, respecto a cómo  se prevé su comportamiento al finalizar el año. El PBI pasó de crecer un 3,5% a caer un 2,4%; el consumo privado de aumentar un 3,3% a hundirse en casi la misma magnitud; el consumo público tuvo un comportamiento similar pasando del 1,3% al -2,0%. Respecto a la inversión todos recordamos la muy promocionada lluvia de inversiones, sin embargo, el crecimiento del 12% pasó a un modesto medio punto. En el frente externo, las exportaciones variaron del 5,6% al 3,1% por la sequía del agro y las importaciones, estimadas en 6,8% no crecerán respecto al año anterior.

La ejecución presupuestaria acumulada a septiembre, según el Informe mensual sobre ingresos y gastos (IMIG) del Ministerio de Hacienda, verifica el ajuste estimado pero con una aceleración, ya que las metas anuales acordadas con el Fondo de un déficit del gasto primario del 2,7%, de seguir este ritmo de reducción del gasto público, se sobrecumplirían. Se consolida el ajuste en el gasto y empiezan a resentirse los ingresos.

Los ingresos son un rubro que ideológicamente el Gobierno no incluye cuando estima el ajuste en las cuentas públicas, pero es evidente, que ante un desaceleración o caída del crecimiento económico, en un sistema tributario sostenido en impuestos al consumo, la recaudación impositiva se reduzca.  Y esto se verifica con una caída de los ingresos en términos reales de 5,5% , explicados por la ya señalada caída del PBI. Esto es importante resaltarlo porque una contracción en los ingresos implica un mayor ajuste en el gasto.

Por su parte, los gastos muestran una caída del 11%, siendo los más castigados los gastos de capital que se ajustan un 38% seguidos por los corrientes se ajustan un 8%, en términos reales. Las prestaciones sociales, que son el rubro más importante de los gastos corrientes y representan más del 50% del gasto total, se contrajeron el 4,3%. A contramano de todas las caídas enunciadas, los fondos destinados a pago de intereses crecen el 14,2% en términos reales respecto del acumulado a septiembre de 2017. Este último rubro viene creciendo en relación al gasto total de la mano de un mayor endeudamiento por parte del Estado, en 2018 los intereses tenían un peso en el gasto total del 9% que aumenta hasta el 15% en las proyecciones del 2019.

Habiendo repasado lo sucedido con el Presupuesto 2018 es lógico que la presentación de las proyecciones financieras para el año próximo nos genere incertidumbre.

El mensaje del Presupuesto comienza explicando que los desvíos que hemos mencionado fueron producidos como consecuencia de la caída de las exportaciones agrícolas por la sequía, la suba de precios internacionales de los energéticos y su presión sobre las importaciones, la suba de tasa de interés de Estados Unidos por la guerra comercial con China, la crisis de confianza con Turquía que contagia a otros emergentes y, por último, encontramos  un factor interno: la causa denominada “los cuadernos”. Lamentablemente, entre los factores internos no se hace mención al fracaso de las políticas impuestas por un modelo económico que privilegia el endeudamiento externo, la especulación financiera (con su consecuente fuga de capitales) y el ajuste, por encima de la inversión productiva, la sustitución de importaciones y la expansión del mercado interno.

Así llegamos a las variables del presupuesto 2019 que, en el marco de la crisis económica, muestran proyecciones de medio punto en el PBI; reducción del consumo privado y público del 1,6% y 3,4% respectivamente; las inversiones pasan de un virtual estancamiento a una contracción de casi 10 puntos; las importaciones se estiman en 2,8%; y, por último, todo el optimismo se pone en cabeza de las exportaciones que se planifican en 20,9%. Si bien es esperable un crecimiento de las ventas al exterior de productos agrícolas luego de la sequía de este año, parecería que las expectativas puestas en la lluvia de inversiones ahora se trasladan a las exportaciones.

Respecto a los precios se proyecta una importante contracción de la inflación, que pasaría de más de 40 puntos estimados hacia fines del presente año a un modesto 23% de punta a punta para el 2019; mientras que el tipo de cambio promedio se mantendría en $40,10. Todo esto implica un gran desafío que, de cumplirse, mejoraría las cuentas públicas en busca del objetivo de equilibrio fiscal (la nueva forma de denominar el déficit cero) y una mejora en las cuentas externas.

La estimación del aumento de los ingresos del 43% interanual se basa en el repunte de las exportaciones que, a su vez, derivará en una mayor recaudación producto de la vuelta de los derechos de exportación (las demonizadas retenciones).

El gasto estimado para el 2019 aumenta un 24% en relación al 2018, sin embargo, en términos reales con la inflación proyectada por el Gobierno, cae el 7%. En este esquema pierden participación los gastos de capital (inversiones en infraestructura) que pasan del 7,3% en 2018 al 4,4% en 2019. En principio los gastos sociales se mantendrían pero hay que estar atentos, ya que esta afirmación va a depender de la mencionada reducción de los aumentos de precios. Las mayores bajas, además de la obra pública, las sufren las transferencias a provincias y los subsidios económicos, sobre todo en reducción a los subsidios en transporte; sólo crecen los intereses de la deuda pública con un 49% interanual.

Si el Gobierno cumple con las estimaciones proyectadas en su Presupuesto 2019 el déficit primario (sin tener en cuenta los intereses de la deuda) pasa de casi $398.000 millones a cero y el déficit financiero (con intereses incluidos) pasa de $763.000 a $600.300 millones. Esto implica un severo ajuste que no se traduce en el equilibrio de las cuentas porque lo que el Poder Ejecutivo se estima ahorrar en gastos primarios es destinado en gran parte a honrar la deuda contraída en los últimos años que ya se supera el  60 % del PBI.

La experiencia del Presupuesto 2018, resumida en las primeras líneas de esta nota, abre el siguiente interrogante de cara a su sucesor ¿Cuánto tiempo transcurrirá hasta que las previsiones que le dan sustento sean atravesadas por la realidad?

* El colaboración con Alejandra Scarano (CEPA)