Se publicó un nuevo libro de Thomas Piketty con el título de ¡Viva el Socialismo!

Si alguien supuso que sería una reivindicación de las experiencias socialistas o socialdemócratas del siglo XX se verá decepcionado. Piketty propicia un nuevo modelo que reemplace al capitalismo, que él llama socialismo y que define como  participativo, descentralizado, federal, democrático, ecológico, mestizo y feminista. Como vemos tiene aspectos que no fueron debidamente contemplados, o directamente ignorados por los quienes gobernaron en la Unión Soviética y su región de influencia y también por los gobiernos socialdemócratas de Europa. Para la construcción de este nuevo socialismo toma en cuenta la magnitud de los fracasos del pasado y los desafíos del futuro.

El libro tiene una introducción escrita en septiembre de 2020 y contiene sus colaboraciones en Le Monde entre el 13 de septiembre de 2016 y el 14 de julio de 2020. Como era de esperar muchos de los artículos se refieren a aspectos coyunturales relacionados con lo que sucedía en el momento de su escritura y referidos a Francia, Europa y Estados Unidos. Sin embargo hay suficiente material que tiene significado global y, es más, que puede aplicarse a nuestro caso particular.

Piketty habla del poder, pero no se refiere solo al poder político o económico en lo macro sino que comienza por enfatizar la importancia del poder de los trabajadores en las empresas. Vale la pena recordar que nuestra Constitución en su artículo 14 bis establece que  “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: … participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección”. Aquellos que pregonan la observancia estricta de la ley para otorgar seguridad jurídica a las eventuales inversiones ni siquiera mencionan esta disposición establecida por la norma de mayor jerarquía dentro de nuestra estructura jurídica. Ante la eventualidad de su posible aplicación alegarían que ello provocaría un descalabro total en el mundo empresario. Sin embargo Piketty nos recuerda que en Alemania y Suecia existe la llamada cogestión donde los trabajadores tienen participación (que en algunos casos llega al 50 %) en los directorios, lo que no ocasionó un deterioro en la conducción estratégica de las empresas ni en su capacidad de crecimiento.

Insiste en la necesidad de una fiscalidad drásticamente progresiva tanto para las rentas como para los patrimonios altos, de tal manera de transformar el derecho de propiedad en un derecho temporal cuando se trata de los muy ricos. No se conforma con promover una renta básica universal sino que aspira a dotar a todas las personas de un capital cuando cumplan los 25 años, lo que les permitiría afrontar la vida desde una perspectiva capaz de posibilitar emprendimientos productivos, culturales, políticos y comunitarios. Por supuesto estamos lejos de hacer realidad esa alternativa pero vale la pena tenerla como meta a alcanzar, lo que no sería imposible en el largo plazo cambiando el modelo económico por uno donde prime la solidaridad por sobre la codicia y la distribución de la riqueza no sea la actual. Bastan solo algunos datos para generar indignación: los CEOs de Estados Unidos ganan 351 veces más que los trabajadores según reveló un informe de Economic Policy Institute. En 1965, la diferencia era de 15 a 1 pero entre 1978 y 2020, ajustado por la inflación, los ingresos de los CEOs aumentaron 1.322,2%, mientras que en el mismo período el salario de un trabajador promedio aumentó un 18% marcando una profunda desigualdad salarial. Sólo entre 2019 y 2020, las compensaciones que se otorgaron los CEOs aumentaron un 18,9%. De acuerdo al informe, un CEO gana en un año nueve veces lo que un trabajador promedio va a ganar en toda su vida.

Con respecto a la discriminación salarial que sufren las mujeres Piketti resalta que no es solo que las mujeres ganan entre un 15 y un 20% menos que los hombres por el mismo trabajo sino que precisamente no tienen el mismo trabajo; si bien al inicio de su carrera laboral hay un cierto equilibro con el transcurso del tiempo los empleos más importantes y mejor remunerados quedan en su gran mayoría en poder de los hombres. Basta con preguntarse qué proporción de mujeres hay en los directorios de las empresas tanto públicas como privadas, cuántas mujeres en la dirección las entidades empresarias, en la cúspide de las centrales sindicales y de las organizaciones sociales, o cuántas son rectoras  de universidades o decanas de facultades,

El libro que comentamos contiene reflexiones que son pertinentes para nuestro país   con respecto a los tratados comerciales y a las políticas a adoptar referidas al Mercosur. Se señala que el comercio debe dejar de ser un fin cuyo objetivo sea solo la libre circulación de bienes y servicios, los tratados debieran incluir normas cuantificadas  sobre dumping fiscal y climático. La aplicación de estos principios debe guiar cualquier acuerdo de Argentina con terceros países y significan que el Mercosur no puede resignarse a ser un mero acuerdo de tarifas de importación sino que tendría que incluir cláusulas de fiscalidad común y normas ambientales de cumplimiento para todos los países miembros.

Otro tema que es para pensar es el de las reparaciones tanto dentro de un país como en el orden internacional. Piketty se refiere a casos como el de los negros en Estados Unidos o el de Haití y Francia. Si lo pensamos para nuestro país vemos que es aplicable tanto en el interior como en relación con otros estados. ¿No sería hora que la metrópolis compensara de alguna manera el atraso del NOA y del NOE? También se puede pensar en lo justo que sería que Europa compensara a América por todas las riquezas sustraídas y todos los habitantes sojuzgados así como Estados Unidos podría hacerse cargo de sus perjudiciales intervenciones económicas y políticas en América Latina. Por supuesto esto es ilusorio dada la correlación de fuerzas existentes pero no debiera dejar de proclamarse.        

Esa misma correlación de fuerzas hace que a lo sumo podamos conseguir un acuerdo lo menos perjudicial con relación a la deuda con el Fondo Monetario que tan impúdicamente contrajo Macri, pero es bueno conocer algunos antecedentes que menciona Piketty. Después de la guerra Alemania, Francia y el Reino Unido tenían deudas públicas entre el 200 y el 300 % de sus PBI que nunca fueron pagadas por cancelaciones directas (perdón), inflación y gravámenes sobre las grandes fortunas. La deuda externa de Alemania fue congelada  en1953 y anulada definitivamente en 1991.

Piketty lo hizo de nuevo; otra vez nos permite reflexionar sobre temas importantes enlazando lo político, lo histórico, lo social y lo económico.