Los economistas (o mejor los autotitulados economistas) de la derecha argentina y muchos de los periodistas de esa tendencia son proclives a pronunciar afirmaciones rotundas y a repetirlas con la intención de darles credibilidad. Vale la pena avisarles que ni la seriedad con que las proclamen, ni la repetición, ni el aparente convencimiento le dan a sus afirmaciones el carácter de verdaderas. Así repiten con énfasis que la Argentina tiene el nivel de presión impositiva más alto del mundo (porque para enfatizar no se quedan cortos, no dicen que la presión impositiva es alta, sino la más alta del mundo). Bueno, eso es falso. 
La presión fiscal calculada como la relación entre la recaudación del sector público y el Producto Bruto Interno del país arroja según la Unión Europea los siguientes guarismos: para Argentina 28.8 % mientras que en Alemania es 41,3%, en Francia 48,22%, en el Reino Unido 34,9%, en España 35,2%, en Japón  30,6%, en Brasil  33,1% y en Cuba 42,3% para tomar solo algunos datos de referencia. 
Además de no ser verdadera la expresión de que la presión fiscal en el país es la más alta del mundo no respeta la famosa regla de “la verdad y toda la verdad”.  No dice que el Estado argentino no explota recursos naturales a gran escala, como si sucede en otros países, donde la entrada de dinero por fuentes no tributarias es mayor. Es el caso de Chile con el cobre, y México con el petróleo. Como explica un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en la Argentina los recursos tributarios representan alrededor del 90% del total de los ingresos fiscales. En Chile, por ejemplo, es  66%. Si bien en otros países hay una presión tributaria menor, el Estado es propietario de de otras fuentes de riqueza, lo que en cierta forma desbalancea la estadística.
Por otra parte la presión fiscal no se ejerce igual que en la mayoría de los países desarrollados. En la Argentina, gran parte de la recaudación fiscal proviene de los impuestos indirectos que son regresivos, ya que se les cobra a todos por igual, con lo que perjudica a los más desfavorecidos. En los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos que  incluye a la gran mayoría de los países desarrollados), en cambio, la mayor porción de los impuestos viene de los impuestos directos (más de un 40%), que se les cobran a personas y empresas de manera progresiva; es decir, paga más quien tiene más.
En 2019 el impuesto a los Bienes Personales representaba solo el 1,15 % del total de lo recaudado por la DGI mientras que el IVA constituía el 56,64 %, es decir 49 veces más. Este carácter regresivo del ordenamiento fiscal argentino es de antigua data pero se acentuó en los últimos años ya que en 2015 el IVA era 17 veces más que el impuesto a los Bienes Personales. 
Otra afirmación de los voceros de la derecha. relacionada con el proyecto de un impuesto a los muy, muy ricos es que en estos tiempos de penuria económica a ningún país del mundo se le ocurre pensar en nuevos gravámenes. También esto es falso.
Un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) relevó que hay propuestas en marcha en España, Italia, Suiza, Rusia, Brasil, Perú, Chile y Ecuador, ente otros países. En todos los casos el común denominador es el de hacer frente a la pandemia, mediante ingresos extraordinarios al fisco con un gravamen especial. Gabriel Zucman y Emmanuel Saez (de la Universidad de Berkeley) y Camille Landais (de la London School of Economics) proponen en un artículo publicado en el portal ‘Voxeu’ la creación de un impuesto europeo, temporal y progresivo, sobre la riqueza del 1% más rico de la población del continente siendo una de las varias iniciativas en el mismo sentido.
Sería deseable que las propuestas conservadoras se formulen con argumentos más sólidos y no haciendo falsas referencias al mundo del que tienen una visión sesgada, tanto que hace unos años dijeron que “volvimos al mundo” confundiendo el todo con su compleja realidad política, económica y social con el sistema financiero internacional que es solo una parte y no precisamente la mejor del mundo. Como si fuera poco ese sistema financiero vino al país y después de dos años de obtener suculentos beneficios nos dejó de lado dejando una deuda impagable. Remedando a un conocido relator de futbol: ¡para que te traje!