Beatriz Sarlo consultada al pasar sobre el escándalo global del negocio del fútbol ayer en ‘A dos Voces’ fue tajante: (la Fifa) tenía las pasiones de multitudes convertidas en mercancía global y la manejaban monopólicamente. Quizás lo único para criticarle de su sentencia es el tiempo verbal, de acuerdo a que lo descripto es un presente continuo. Pero en lo demás fue al hueso y trazó la reflexión meridiana.

Al estar alejada del fenómeno del deporte pero estar interesada en los procesos populares determinó la raíz exacta del problema. Todo lo demás es hojarasca. Si las investigaciones cursadas en Estados Unidos mediante la Justicia vía el FBI contra un puñado de dirigentes periféricos y empresarios menores en el concierto global del negocio del futbol no modifican la estructura monopólica que rige a la Fifa sólo cambiará de manos la conducción de la mafia.

Julio Humberto Grondona no es otra cosa que un emergente de ese sistema medular de poder, incluso el emergente más exitoso de ese régimen. Que se replica en cada Asociación de Fútbol del mundo. Cada una. Con la concluyente coacción regulatoria de la desafiliación. La imposibilidad de canalizar esa pasión de multitudes a la arena de la Copa Internacional en el marco de las competiciones de clubes y en la más definitiva imposibilidad para las selecciones de fútbol de jugar un Mundial.

Es natural que Grondona desde esta lógica de construcción de poder haya dejado un tendal de socios y enemigos y que este sea el momento pertinente de ajustar cuentas. Y está bien que así sea. Pero reducir la corrupción a la AFA es dejar de lado una serie de problemáticas globales más serias. El jugador de futbol mismo, aunque millonario los más hábiles, no puede desarrollar su juego sin estar sumido en un simulacro de esclavitud, por nombrar una problemática grave. Es la única profesión moderna donde las personas se compran y se venden. Y no le corren las generales de las leyes laborales, entre otras barbaridades.

La falta de claridad en el manejo de cifras millonarias propia de PBI´s de países africanos, es otra. Cada uno de los sellos de goma travestidos en asociaciones de fútbol de la Concacaf, es decir ese puñado de países artificiales de América Central, tiene menos reservas en sus Bancos Centrales, si es que tienen Bancos Centrales, que la Federación Internacional de Futbol Asociado, por nombrar otra irregularidad.

Siendo cándidos podemos suponer que las detenciones serán una buena noticia para el trascurso hacia una mayor transparencia en este negocio oscuro que es el futbol. Pero lo cierto es que hay actores interesados en cambiar de manos el negocio para que nada cambie, sostener el monopolio es la tarea.

Blatter, así como el Papa precisa del apoyo de los cardenales de cada país católico para ser ungido, precisa votos para determinar su cargo vitalicio. En la Fifa, es cierto, con el artilugio del proceso eleccionario. Blatter contaba con los votos de América, África y parte de Asia. Europa, la UEFA, la poderosa Federación de Asociaciones de países del primer mundo, aprovechará la volteada para quedarse con la Fifa. Y eso incluso puede ser peor para este lado del mundo, productor de materia prima de exportación para la industria del balompié. Los Messis cada vez más vistos por la televisión fulgurando en clubes de fútbol de la vieja Europa. La perdida de la media quinta plaza en el mundial acaso fue un adelanto de lo que se viene para Sudamérica en el concierto del negocio mundial del futbol. Ni que hablar soñar con organizar otro mundial en el mediano plazo en el cono sur del deporte global por excelencia.

Concluye Sarlo: “La Fifa ha tenido un mercado global universal bajo la forma de monopolio, eso no lo tiene ningún otro fabricante de mercancía en el mundo. Y todos, todos, se lo bancaron, durante 60 años. Después eso no pudo sino generar corrupción. Los países menos corruptos son los países que controlan más los mercados monopólicos. La Fifa tuvo un mercado global de todo el planeta bajo la condición de monopolio. Todo el mundo iba a ver el canal de televisión que la Fifa elegía. Bueno, ahí está, eso no puede generar sino lo que generó: una monstruosidad”.