En estos días tres ex pacientes volvieron a contactarme. La terapia de entonces consistió en extraer de entre las sombras del inconsciente el recuerdo perturbador: habían sido abusadas sexualmente. Los traumas son atemporales. Esto quiere decir que los abusos suceden muchas veces en la infancia, quedan sepultados en la memoria, pero no dejan de tener efectos en la vida cotidiana del sufriente. Y que la comprensión de que se padeció un abuso sexual puede despertar con los años, muchas veces en la preadolescencia, cuando se comienza a entender qué es la sexualidad, qué está bien y qué no. Otras veces no se recuerda, pero se padecen los efectos, como una fiebre que no se sabe a qué remite. Cuando estas pacientes llegan al psicólogo, no vienen con el recuerdo, vienen con los síntomas, con dolores psicofísicos incomprensibles. Son mujeres que llegan a la terapia con la punta del iceberg, sin saber que debajo del mar está escondido el abuso sexual. Es por los efectos, como si uno tirara de hilos invisibles, que se llega al recuerdo. Freud decía que lo no elaborado retorna incesantemente. Recordar, para luego sanar.  

   Las mujeres que hoy están hablando y denunciando no lo hacen por moda o por identificación histérica, como señalan algunos hombres para seguir denigrándolas. Se necesitó de un tiempo especial, que es este, para que las mujeres salgan del silencio y digan y griten lo que padecen o padecieron. Si sucedió hace muchos años no quiere decir que “ya pasó”. Lo que no se dice, lo que se calla, hace síntomas, tiene efectos tóxicos y contamina la vida cotidiana. Muchas mujeres siguieron viviendo,  pero con la espina del abuso clavada en la memoria. El inicio de una verdadera sanación es el recuerdo y luego hacer algo con eso que sucedió. La denuncia es una posibilidad de hacer algo con lo se padeció. El escrache es una forma de transformar el dolor en lucha. Una paciente le escribió una carta al abusador advirtiéndole que había recordado todo. Una carta, un documento, como un aviso de deuda, por ahora sólo un recordatorio… Es lo que ella pudo hacer, al menos por el momento. Cada una y cada uno hace lo que puede con sus dolores.  No hay fórmulas generales. El dolor es singular, la curación también.  

   Decir, hablar, compartir, gritar, para que otras se animen. Una de mis pacientes, luego de veinte años pudo recordar y poner en palabras lo sufrido a los 3 años. El abusador está muerto. Pero hubo otro abusador, y ese sí que está vivo. Y ahora viene la denuncia. Mi ex paciente me agradece en una red social por el trabajo que hicimos en la terapia. Y yo, como siempre, agradezco ser psicólogo, agradezco a mis pacientes porque con ellas y con ellos crezco y sigo aprendiendo qué es ser humano, para bien y para mal. Somos creadores y destructores. Sufrimos y hacemos sufrir. Pero creo que el bien es más fuerte que el mal. Hay más personas trabajando por un mundo mejor que las que no, pero las bombas y las muertes hacen más ruidos y tienen más prensa que las caricias, el amor y la solidaridad. Agradezco a las mujeres que nos están ayudando a ser mejores hombres. Porque es obvio que no todos fuimos o somos abusadores, pero sí que la mayoría reproducimos un patriarcado, un machismo que aprendimos y del que tenemos que ir saliendo, para entonces vivir sí vivir en un mundo mejor.