Durante mucho tiempo los eclipses fueron vistos como hechos prodigiosos y distintos pueblos desarrollaron diferentes ideas acerca ellos.

Los vikingos veían un par de lobos celestiales persiguiendo al sol o a la luna y el eclipse se producía cuando alguno de los lobos los alcanzaba. En Vietnam se creía que un sapo se comía a la luna o al sol. La gente golpeaba ollas y sartenes, o tocaba tambores, para que se fuera aquello que se estaba comiendo al Sol o a la Luna.

En la India la creencia era más poética y cuenta la historia del demonio hindú Rahu, quien se disfraza de dios para robar una muestra del elixir que otorga inmortalidad. El Sol y la Luna se dan cuenta de lo que trama Rahu y le informan a Vishnu quien le corta la cabeza antes de que el elixir pase por su garganta. Como consecuencia, el cuerpo de Rahu muere pero la cabeza se vuelve inmortal y sigue vagando por los cielos, buscando al Sol y a la Luna movida por el odio. Cuando los alcanza se los come pero como Rahu no tiene garganta, el Sol y la Luna caen del hueco que hay al final de su cabeza.

Pero no solo los eclipses fueron objeto de explicaciones absurdas y de mitos creídos por mucha gente. Brujas volando montadas en escobas eran denunciadas por personas que decían haberlas vistos. Los restos mortales de santas y santos fueron objeto de veneración y se entendía que eran propiciadores de milagros; de esta forma cuerpos o partes de ellos se esparcieron por Europa sin que en muchos casos se tuviera certeza de que pertenecían a quienes se endilgaban. Así en varios lugares se exhibían las cabezas del mismo santo. Cuando se mencionaba este absurdo la respuesta de los creyentes era que en última instancia no era tan relevante la certeza o falsedad sino la fe de los profesantes. 

Estos y muchos otros mitos fueron perdiendo credibilidad a partir de la Ilustración y de la explicación racional de los fenómenos. ¿Ya no creemos en cosas mágicas? ¿Estamos tan seguros? 

La economía neoliberal vigente en el país y en gran parte del planeta postula la mínima intervención del Estado, la eliminación de las trabas a la libre circulación de los capitales ya sean destinados a inversiones genuinas como a la especulación financiera, la reducción drástica de los impuestos a la importación de bienes y servicios, la eliminación de las retenciones  a las exportaciones, llevar al mínimo toda legislación que intervenga en el mercado de trabajo protegiendo a los trabajadores, la privatización del sistema de jubilaciones y pensiones .

Asimismo se postula el apartamiento del Estado en el área de energía o de transporte y en general de cualquier actividad productiva.
En la educación y la salud debe priorizarse la actividad privada que garantizará su excelencia dejando en manos del Estado la parte residual destinada a los sectores que no pueden acceder a esa excelencia.

La política monetaria debe manejarse en forma independiente sin relación con la gestión económica del gobierno, y para ello lo ideal sería la privatización del Banco Central y de paso de todo el sistema bancario

La investigación tecnológica debe estar reducida a su mínima expresión y sujeta a los requerimientos del mercado.
Ni pensar en el planeamiento del desarrollo definiendo áreas de interés nacional y generando políticas acordes.
Ante esto uno puede pensar que el resultado va a ser horrible: aumento de la desocupación, desprotección de la mayor parte de la población, destrucción de la industria, atraso y recesión.  

Pero entonces vuelve el pensamiento fantástico, ya no se trata de escobas voladoras o lobos peleando por los cielos sino la idea de algo tan mágico como “la mano invisible del mercado” que va poner automáticamente todo en orden para el mayor beneficio de toda la sociedad.

¿Qué es eso? Una mano que nadie vio, pero claro, los creyentes fueron hábiles en su creación y pueden replicar ¿cómo la vas a ver si es invisible?

La mano es tan mágica que puede transformar la conducta codiciosa de todos los individuos en algo beneficioso para la sociedad y por lo tanto debe alentarse la codicia (uno de los pecados capitales según la doctrina cristiana). Es como si se dijera que debe fomentarse la desidia y la pereza de las personas porque ello generará una sociedad industriosa.

Según sus profesantes (esa sería la calificación acertada de quienes afirman su existencia) esa mano invisible hará que se logre el mercado perfecto ya que cuando un bien tenga un precio que le provea a sus productores un beneficio superior al normal otros agentes ingresarán a su producción hasta que la tasa de retorno del capital se equipare con la general del mercado y entonces  el precio sea el normal; por lo tanto no habrá monopolios y el mercado estará compuesto por múltiples compradores y vendedores en igualdad de condiciones.

Algunos herejes de la creencia en la mano invisible pueden mencionar Google, Amazon, Coca Cola, Facebook y muchos otros, como ejemplos de monopolios. También pueden argumentar que la mano invisible creó un inédito nivel de desigualdad en el mundo que tiende a agudizarse y que en verdad no impidió que se produjeran todas las calamidades que eran previsibles al tomarse las medidas propuestas por el neoliberalismo.

Pero será inútil ya que la creencia, apoyada por los medios masivos es más fuerte que la razón y en última instancia no es tan relevante la verdad o falsedad de la idea sino que brinde los mayores beneficios a los poderosos de la tierra .
Al lado de este mito los relacionados con los eclipses no parecen menos irracionales y por lo menos eran más imaginativos y menos perniciosos.