Esa creencia es falsa.

En primer lugar no existió ese pasado fantaseado. El país tenía pocos habitantes y la gran mayoría vivía en condiciones paupérrimas. El ingreso per cápita podía ser relativamente alto, pero ello era un promedio debido a las enormes riquezas de la clase dominante.

En segundo lugar no es cierto que las crisis argentinas se iniciaron a partir del gobierno peronista. Mucho antes el país soportó crisis muy profundas.
En 1873 la quiebra del banco Jay Cooke de Filadelfia junto con la caída de la bolsa de Viena repercute en el país y provocan una aguda crisis que genera en Lucio V. López estas reflexiones que se nos muestran muy actuales “Vemos repetirse no con escasa frecuencia estas terribles crisis que entre nosotros, por lo general, no tienen más causa que el abuso del crédito y el despotismo a que nos somete el capital extranjero”. Fue tal la magnitud de la crisis que el  presidente Avellaneda decidió una reducción masiva del gasto público, despidiendo 6000 empleados públicos y bajando los sueldos en un 15 %. En un discurso muy conocido, afirmó que “Hay millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed, para responder a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros.” (Por supuesto no se refería a su propia  hambre y sed ni a la de los terratenientes).
En 1885 se produce otra crisis cuyas causas nos vuelven a sonar conocidas.  La deuda pública subió tres veces y media de 1882 a 1884 y en 1885 la corrida de los bancos se llevó a cabo en forma de giros para el exterior. El resultado fue otra vez desempleo y pobreza extrema y una medida muestra el menoscabo de la soberanía nacional ya que el  gobierno se comprometió a depositar diariamente una parte de los ingresos aduaneros para pagar los intereses y la amortización de la deuda contraída en el exterior.
En 1890 el país soportó una tremenda crisis cuyos orígenes se remontan a las políticas ultra liberales del presidente Juárez Celman que propiciaron  un incremento de la especulación financiera.  En 1888 las acciones del Banco Constructor de La Plata cayeron,  desencadenando la crisis económica. La Argentina ingresó entonces en cesación de pagos por cuatro años.
En 1913 la decisión del Banco de Inglaterra de incrementar la tasa de interés provocó la reversión del flujo de capitales extranjeros hacia la Argentina y le impidió financiar el déficit en su balanza de pagos. El desequilibrio de la balanza de pagos se profundizó como resultado de la magra cosecha de 1913-1914. A partir de entonces, la economía argentina se deslizó hacia una profunda recesión con una severa reducción del circulante, un incremento de la tasa de interés y una sucesión de quiebras de empresas y negocios.

Como vemos las crisis fueron muy anteriores a la irrupción de los gobiernos populares y se produjeron en el marco de políticas económicas ortodoxas.

A partir de la década de 1950 debemos distinguir entre crisis reales y crisis contra fácticas, es decir crisis que no fueron tales sino que se instaló la idea de que podrían haber producido sin ninguna prueba de que ello hubiera realmente sucedido.
El primer caso se remonta al golpe del 55. Se dijo entonces que la situación económica era desastrosa y que iba necesariamente a la ruina. El gobierno de facto requirió los servicios de Raúl Previch un talentoso economista, pero en su informe prevalecieron los prejuicios y la información tendenciosa que se le proporcionó sobre un análisis imparcial. La mayoría de las falencias que marcó el informe eran reales en 1953 pero se habían solucionado, o estaban en vías de solucionarse en 1955 y las políticas ortodoxas implementadas por el gobierno de facto lejos de mejorar la situación profundizaron los problemas.
A mediados de la década de los 70 la situación económica, en gran medida como consecuencia del descalabro político surgido después de la muerte de Perón, era extremadamente complicada, pero la aplicación de políticas liberales (primero por el ministro Rodrigo y luego por el gobierno de la dictadura) llevaron al país a una crisis de deuda catastrófica. Esta si fue una crisis real pero no atribuible a políticas populistas sino todo lo contrario.
Una nueva crisis azota al país entre 1989 y 1991 que desata la tragedia de la hiperinflación. Son complejas las causas que desembocaron en este real golpe del mercado: la no solución de la deuda heredada de la dictadura, la muy adversa situación internacional (tasas de interés muy elevadas, bajos valores internacionales de los productos que exportaba el país) y una inestable situación política contribuyeron a crear una crisis que no puede atribuirse enteramente a políticas populistas.
En 2001/2 se produce la más profunda de las crisis mientras la política económica estuvo en manos de personas que adherían fervorosamente a las políticas neoliberales. Una vez más no puede decirse que la crisis la provoque el populismo.
En 2015 se da el más claro caso de crisis contra fáctica. Se establece como verdad revelada que el país iba inexorablemente a una crisis que claramente no existía como tal, con virtudes y problemas cuyo desenlace no sabemos cuál sería, pero lejos de ser necesariamente una crisis.
Y ahora estamos frente a una alta probabilidad de entrar en una crisis de deuda, con profunda recesión y por supuesto no puede decirse que la políticas económicas puestas en práctica por el gobierno sean precisamente populistas.

En resumen no existió esa Argentina fantaseada y sin crisis de fines del siglo XIX y principios del XX ni las crisis que padece el país desde hace ya muchos años son producto de políticas populistas sino todo lo contrario, fue la aplicación de las medidas neoliberales las causantes de los mayores desastres económicos y sociales que soportamos los argentinos.