Seguramente por mi desaprensiva relación con el mundo del fútbol no he tenido el gusto de conocer a Guillermo Marconi, más allá de verlo algunos instantes a la pasada, siempre con gesto antipático, con un rictus amargo y un tono despreciativo que no son tan raros en la televisión. Anoche en 678 lo ví en una situación más complicada. Diciéndole a Tití Fernández cosas como estas: “Vos estás en una situación endeble. Se te murió el padrino. No quiero pegarte. Hacé catarsis. Es un momento duro para vos. Te noto deprimido. Vas a tener que ver a quién apoyás ahora. Se te cayó el caballo. El que sale a hacer política sos vos en la televisión. Entre vos y yo hay una grieta grande.” Salvo “es un momento duro para vos” y “hacé catarsis” que con mucha buena voluntad podrían interpretarse como gastadas lícitas, cosas que hasta podrían decirse dos amigos en un bar después de un partido o después de una elección, lo de Marconi asusta. Marconi expone en dos minutos la fantasía o el plan (y ahora existe la oportunidad de averiguar qué será) de esos antikirchneristas ansiosos por tomar venganza. Y uno se pregunta ¿vengarse de qué? Si a los opositores no se los persiguió, no se los castigó, no se los hostigó, no tuvieron prohibiciones, ni censura, ni perdieron trabajo, ni sufrieron ningún recorte a su libertad. Pero bueno, hay que reconocer que sí sintieron que su libertad estuvo recortada. Es lo que podríamos llamar “el efecto playa”. Es lo que uno siente cuando llega al mar muy temprano y resulta que no hay nadie en toda la playa y el mar es todo para uno. El mundo entero es todo para uno. Entonces al rato aparece una familia que se instala a cincuenta metros de nosotros y nos recorta nuestra libertad, nuestra playa, y nuestro mar. Entonces debemos compartir el mundo que era nuestro y perdemos libertad. Así fue siempre en los medios: el mar, el mundo, era todo de los marconis que respetaban una manera de trabajar, respetaban una forma de decir y respetaban una forma de callarse. Gente muy respetuosa -en definitiva- de los poderes que hacen girar al mundo, que aceitan los engranajes, que imponen reglas, que mantienen la máquina funcionando sin sobresaltos. Gente que entiende que “así son las cosas” y que el poder merece tanto respeto justamente por haber sabido acumular el poder suficiente como para aplastarnos cuando le parece. Es una filosofía interesante, misteriosa, y contraria a la nuestra. La filosofía de que los débiles no tienen derecho a promover su propia existencia mientras sigan siendo débiles, por esa lógica “natural” de las cosas. Sabemos que los gatos machos salen a matar a los gatitos machos nacidos de otros machos. (Lo saben los marconis, que estas son cosas de machos.) Y las hembras podrán sobrevivir porque serán vehículos para la promoción de la propia línea genética. La línea del fuerte que es la que merece prevalecer.

Claro que para el metabolismo televisivo esto no fue más que otra pelea mediática y así lo ha digerido. Por eso Doman lo llamó a Marconi para preguntarle qué había pasado con Tití. Y ahí, amigos, sí que me sentí un imbécil. Porque cuando lo veía, en ese segundo que queda entre la pregunta y la respuesta, creí que Marconi empezaría a ensayar algún tipo de disculpa. Pero él ya lo había dicho “soy un hombre con principios”. Por eso contestó “Si vos le tocás los huevos a King-Kong, después bancate las consecuencias, no?” Es una tentación agarrar por el lado de que King-Kong es el gorila más grande del mundo. No sé si la psiquis de Marconi habrá jugado por ahí. Pero dejemosló. El planteo es dramático y asqueroso. La idignación, las ganas de hacer justicia, esa misma reacción que muchos tendríamos cuando un forzudo se aprovecha de un alfeñique acá lleva el signo contrario. Marconi no puede ver, no soporta, lo lastima, lo indigna, lo violenta moralmente cuando el pequeño se le anima al grandote. Se le anima a King-Kong y le toca los huevos. (Huevos de macho, bien de macho.) Es asombroso, pero tenemos que suponer que la hazaña de David frente a Goliat es para estas personas una historia que terminó de la peor manera.

En estos años un proyecto político le tocó las partes íntimas al gorila más grande del mundo. Y contra la lógica de que manda el más fuerte pudo equilibrar las cosas para el lado de los más débiles. Hoy todo eso está en juego y los marconis se entusiasman con la revancha. Y aunque saben que no les quitamos nada, que en nada los menoscabamos, que en nada los deshonramos, juegan a eso. Juegan a creer que han sido ofendidos, para justificarse, para volver con toda la violencia que guardan desde el fondo de la historia. Y no sé cuántos marconis hay en la oposición, pero está claro que acá no hay dos modelos de país como venimos pregonando. Hay un modelo de país, y del otro lado están los que quieren la playa para ellos solos. Con King-Kong de guardaespaldas.