Un nuevo capítulo se abre en torno a la disputa entre Argentina y el Reino Unido por las Islas Malvinas. Después del ilegal referéndum, del cruce tenso entre Cristina Kirchner y Cameron en la ONU cuando la presidenta la acercó al británico las resoluciones de Naciones Unidas instando al diálogo, del desembarco del príncipe Williams para realizar prácticas militares, y otros hechos que generaron tensión entre ambos países, ahora se suma la preocupación del gobierno uruguayo por la presencia británica en la zona.

Desde el año 2003 la política exterior argentina sobre la cuestión Malvinas ha dado un giro de 180 grados, dejando atrás la estrategia “amistosa” de enviar osos de peluche a los kelpers y dando concesiones hidrocarburíferas y pesqueras, entre otras cosas. Este cambio ha generado malestar en el gobierno británico, que ha manifestado sus intenciones de relacionarse en un futuro cercano con presidentes como Macri o Massa que, claro, bajarán el tono de los reclamos. Pero lo cierto es que el trabajo desde la cancillería dio sus frutos: no sólo Argentina ahora denuncia la pesca y la exploración de petróleo en las islas, sino que obtuvo el apoyo concreto de los principales foros regionales, como CARICOM, UNASUR, MERCOSUR, CELAC, por citar algunos. Y es por ello que Uruguay se manifestó preocupado esta semana por los movimientos militares de Gran Bretaña.

En este sentido, en varias oportunidades la región rechazó fervientemente las prácticas militares en Malvinas, y se tomaron algunas medidas como negarle el uso de puertos a buques con pabellón kelper, con el objetivo de dañar la economía de un territorio ocupado ilegalmente. Sin embargo, así como con las docenas de resoluciones de la Asamblea General y el Comité Especial, el Reino Unido hace oídos sordos y continúa violando el derecho internacional como potencia colonialista y soberbia que es, negándose una y otra vez a sentarse a negociar.

Por otro lado, respecto a las prácticas militares, es cierto que van en contra del objetivo de mantener al Atlántico Sur como zona de paz, pero mientras  no reconozcan la soberanía argentina sobre las Islas, nada detiene legalmente a Gran Bretaña en esa zona, aunque sí en las cercanías a la Antártida, donde el Tratado del cual forma parte prohíbe cualquier tipo de militarización. Pero claro, los británicos allí no se meten a hacer lo que les plazca como en Malvinas.

Ahora bien, los motivos por los cuales llevan adelante las prácticas y pruebas militares pueden ir desde usar a Malvinas como una gran base militar, ya sea propia o de la OTAN, como afirma Cristina Kirchner, o también una demostración de su poderío, aunque lejos de aquel gran Imperio que alguna vez supo ser. Lo cierto es que no deja de ser una provocación no sólo para Argentina sino también para todos los países del Atlántico Sur, y deja en claro que si no se reacciona fuerte pero bajo términos diplomáticos como se viene haciendo, los reclamos van a perder fuerza y los británicos se van a burlar de nosotros como lo hicieron en los ’90.