La recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982 actúa como un ADN de lo nacional, para ubicar claramente las posiciones. Tema hoy tan complejo como hace 40 años, que demuestra hasta qué punto la historia arrastra en su corriente oro y barro. El oro de una causa justa. El barro porque quienes la planearon habían arrasado el país y muchos de los que la ejecutaron habían sido la mano de obra del terrorismo de estado. Está claro que no hay nada más lejano a un guerrero que un torturador. La actuación de Astiz en las Georgias es un claro ejemplo. En igual sentido deben señalarse a aquellos oficiales cuya mayor valentía fue estaquear a sus propios soldados. Pero como en todo acontecimiento trascendental es preciso evitar que el árbol oculte el bosque. El bosque era la recuperación de las islas. El árbol eran los que lo planearon y algunos de los que lo ejecutaron. El pueblo en forma mayoritaria abarcó el bosque y en la Plaza de Mayo, el 10 de abril, manifestó claramente su apoyo a la medida pero silbó a Galtieri cuando intentó ser el depositario de la voluntad popular. En cambio, cierto progresismo suele naufragar en el análisis, necesitado que la realidad se exprese en blanco y negro. Si uno revisa los pronunciamientos de intelectuales progresistas o de izquierda en general, cuando se cumplieron treinta años de la recuperación de las islas encontrará extrañas coincidencias denigratorias sobre el histórico hecho, cuando en muchos otros aspectos se encuentran a ambos lados de la fractura que polariza al país.

Un muy buen periodista y escritor del campo nacional y popular como Hernán Brienza, integrante hace diez años del ya desaparecido Instituto Dorrego, creado durante el kirchnerismo, escribió en Tiempo Argentino al cumplirse treinta años: “El 2 de abril no fue ninguna gesta. Fue una canallada más. Una canallada que, incluso, ofende y ultraja a los propios héroes de Malvinas.” 

Posición similar a la del excelente editorialista de Página 12, Luis Bruschtein  que escribió hace 10 años: “Treinta años de democracia, el juicio a los represores, el Informe Rattenbach y los testimonios coincidentes sobre los maltratos que sufrieron los ex conscriptos demostraron que la guerra fue una gran estafa. Una estafa para los soldados que lucharon con valentía en una causa para la que habían sido convocados, una estafa a los que hicieron donaciones solidarias que nunca llegaron a los soldados. Como no podía ser de otra manera con una dictadura de esa calaña, la guerra fue una gran estafa al pueblo argentino.”

La idea original fue la realización de un acto de soberana sin llegar al conflicto bélico. En el caso que la situación se desmadrara, la dictadura establishment- militar partía de un supuesto errado de creer que EE.UU apoyaría a la Argentina por los servicios prestados en Centro América, desconociendo que Inglaterra es el principal aliado histórico del Imperio y que Reagan y Thatcher habían emprendido una guerra final contra el comunismo y la implantación planetaria del neoliberalismo, ambas banderas asumidas también por el autodenominado Proceso. Los futuros contendientes estaban debilitados por las políticas neoliberales implementadas en sus respectivos países. De manera que en Malvinas encontraron una huida hacia adelante: mientras Margaret Thatcher la emprendía contra los mineros y las conquistas sociales de los obreros británicos, Leopoldo Galtieri, que regenteó el campo de detención  “Quinta de Funes   y fue el mentor de la operación para asesinar en Méjico a la conducción de Montoneros, reprimía ferozmente la manifestación del 30 de marzo. También EE.UU decidió olvidarse del TIAR, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca que fue suscrito durante la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, efectuada en Río de Janeiro, en 1947 con el propósito de prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión contra cualquiera de los países de América por parte de los EE.UU, traducción de la doctrina Monroe  de “América para los americanos” El enviado diplomático enviado por Reagan, Alexander Haig siempre inclinó la cancha para el lado británico”.  

Una vez recuperada las Malvinas, la idea de “toco y me voy” quedó bloqueada por la manifestación popular del 10 de abril. Y ahí la gesta empezó a convertirse en su instrumentación en una aventura, por la improvisación que sobrevino para una instancia bélica.

En aquellos agitados días, escribí una nota titulada “Del 2 de abril al 2 de abril”, haciendo referencia al 2 de abril de 1976 donde Alfredo Martínez de Hoz anunció un nuevo estatuto legal del coloniaje, al 2 de abril de 1982 donde se tomaba una medida histórica. En ese momento consideré, posición que reivindico cuatro décadas después, que la consigna del momento, ante la medida tomada era: “Luchar en las islas, recuperar el continente”. Tenía muy presente la concepción de Lenin que afirmaba: “Estar en contra del nacionalismo del país oprimido, es estar a favor del nacionalismo del país opresor”.

Recordaba también la posición de León Trotsky, cuando atisbó la posibilidad que Hitler violara el siniestro acuerdo con Stalin y que invadiera la Unión Soviética. El hombre que había sido uno de los gestores de la Revolución de Octubre, que había sido derrotado por Stalin, que fue perseguido al punto que el planeta no tenía visado para él, al que le habían asesinado sus hijos, amigos y seguidores, el que denunció al estalinismo y sus crímenes,  resumió la posición a adoptar ante la posibilidad de la invasión de Hitler: “Contra la burocracia, defensa incondicional de la Unión Soviética”. Más acá, en la rica historia latinoamericana, San Martín no dudó apoyar a Rosas, más allá de sus diferencias, ante la invasión anglo- francesa en 1838 y 1845, mientras los argentinos unitarios exiliados en Montevideo alentaban a los invasores.

Cuando la Junta intentó llegar a un acuerdo fue la Thatcher la que lo saboteó hundiendo al General Belgrano. La guerra viró absolutamente todo el sistema de las alianzas internacionales de la dictadura, demostrando la sorprendente originalidad de los hechos históricos.    

Junto con los groseros errores de planificación y de logística, la derrota tapó el heroico comportamiento de los soldados, de muchos oficiales, el excepcional desempeño de la aviación y de los pilotos navales. En condiciones muy desfavorables desde el equipamiento, las bajas infringidas a la alianza de las dos principales potencias de la OTAN fueron muchos mayores de las que tenían previstas. La guerra de Malvinas fue considerada en la mayor parte de América Latina como una gesta.

La ingratitud hacia los soldados, oficiales y aviadores que lucharon heroicamente es típica de lo que les sucede a los protagonistas de las guerras perdidas. Su regreso se hizo por la puerta de servicio.  Desde Buenos Aires, donde la guerra se tomó con la ligereza de un partido de fútbol, el fracaso fue algo que se intentó de olvidar rápidamente, En palabras del general Balza, uno de los que luchó bien en las islas, “ el momento más ingrato no fue la rendición, sino el recibimiento de los combatientes del ejercito por parte de las autoridades militares, que tendrían que haberlos recibido como Roma a las huestes derrotadas. Fueron ignorados, de noche, privándolos del abrazo fraternal. Fuimos humillados. A las poquísimas horas de haber llegado se los echó de los cuarteles, sin proceder a las revisaciones psicológicas “

La derrota abrió el camino a una democracia débil, la que el ensayista Alejandro Horowicz denominó “la democracia de la derrota”. El paradigma de la desmalvinización significó en los hechos, que nunca más se debía tener la osadía de enfrentar a los poderosos. Esta interpretación atravesó a todo el período democrático con diferente intensidad hasta la llegada de Néstor Kirchner,  al tiempo que se arrumbaba todo lo que tuvo de lucha anticolonial lo que se inició el 2 de abril, y se abandonaba a su suerte a los combatientes.

Enterrar la desmalvinización es un acto de soberanía.   

El 2 de abril es un hecho histórico que supera las intenciones, limitaciones, pequeñeces y aberraciones de muchos de sus protagonistas

Hace una década el surgimiento de un grupo de periodistas e intelectuales vinculados al establishment sostuvieron que había que considerar los deseos de los habitantes implantados en las islas. Afirmaron: “Que deben ser reconocidos como sujetos de derecho. Respetar su modo de vida……implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean” 

No es una casualidad que uno de los firmantes, el historiador Luis Alberto Romero propuso que la conmemoración se traslade al 14 de junio, el día de la derrota. Podría darse entonces la paradoja que el invasor y el invadido, el colonizador y el despojado, coincidieran en la fecha, uno festejando la victoria y el otro celebrando la derrota.

Entre los firmantes de aquella declaración estaban entre otros: Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antín (Quintín), Luis Alberto Romero, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Graciela Fernández Meijide, Jorge E. Torlasco, Marcos Aguinis, Carlos D. Malamud, José Emilio Burucúa, Liliana De Riz, Pablo Avelluto, Susana Belmartino, Rogelio Alaniz, Cristina Piña, Sylvina Walger, Federico Monjeau, Marcela Ternavasio, Luis Príamo, Patricio Coll, Ricardo López Göttig, Hugo Caligaris, Raúl Mandrini, Rodrigo Moreno, Emilio Perina, Héctor Ciapuscio, Hugo Vezzetti, Juan Villegas, Anahí Ballent, Edgardo Dobry, Marylin Contardi, Osvaldo Guariglia, Raúl Beceyro, Emilio Gibaja, Jorge Goldenberg, Rubén Perina

La recientemente elegida diputada por la ciudad de Buenos Aires representando a Juntos por el Cambio Sabrina Ajmechet, propuesta por la Presidente del PRO Patricia Bullrich, ha escrito en sus posteos de twitter : “ Las Malvinas no son ni NUNCA fueron argentinas”; “Las Malvinas no existen. Las Falkland son de los kelpers”; “La creencia que las Malvinas son argentinas es irracional, es sentimental”

Sabrina es Licenciada en Ciencias Políticas, doctora en Historia y profesora de Pensamiento Político Argentino en la UBA. Sarmiento alguna vez sostuvo que “el título no quita las orejas”

A su vez Gustavo Cangiano, de Socialismo Latinoamericano en su nota vinculada al 30 aniversario de la recuperación de Malvinas critica a ciertos sectores de izquierda con el título “Razón y Revolución junto a los kelpers y contra la Argentina” donde inteligentemente sostiene: “Un grupo de estudiantes y docentes de la UBA para quienes el gran problema que tiene el Partido Obrero (en cuya órbita giran) no es el exceso de cipayismo (es decir, incomprensión de la cuestión nacional argentina y latinoamericana) sino un déficit de izquierdismo. En consecuencia, lo que RyR reprocha al PO no es, por ejemplo, que haya condenado la recuperación de las Malvinas cuando ésta se produjo, en abril de 1982, sino que la haya apoyado en forma oportunista un poco más tarde, al advertir que las grandes mayorías populares la apoyaban. Y la crítica de RyR al PO se extiende a todas las organizaciones de la izquierda argentina que hace 30 años llamaron a enfrentar al imperialismo británico: según RyR hubiera correspondido condenar la “invasión” argentina y trabajar en favor de la victoria de las fuerzas británicas.”

A esta altura del análisis cabe preguntarse ¿Por qué Malvinas puede colocar de un mismo lado condenatorio, a los que en muchos otros temas están enfrentados? ¿Por qué coinciden en denostar el 2 de abril como fecha histórica, el establishment, el progresismo, los intelectuales pro- malvinenses, sectores de izquierda?

Porque Malvinas, en una aproximación provisoria, es en muchos aspectos, un test sobre la influencia de la colonización cultural a que nos somete el imperialismo.

Para el establishment, fue imperdonable enfrentar a la OTAN, que no era obviamente la intención de la Junta. Para el progresismo, que necesita como en las películas de cowboys, que quede claramente establecido dónde están los buenos y dónde los malos, Malvinas es un intríngulis. Cuando todo viene muy mezclado, el progresista prefiere permanecer en una torre impoluta y no ensuciarse con el barro de la realidad.

Para los intelectuales pro-malvinenses, muchos de ellos tributarios de la colonización cultural, “europeos” exiliados en estas tierras, con la misión de luchar enconadamente contra los gobiernos populares, para lo cual todos los medios se justifican, a los que estigmatizan como populistas, la reivindicación nacional de Malvinas es un absurdo. Si como Alvear les hubiera gustado ser colonia británica

Nunca dejan de estar activos los herederos de los unitarios exiliados en Montevideo durante el gobierno de Rosas que apoyaron a los invasores.

Son aquellos a los que la espada que San Martín legó a Rosas señala a través de los siglos.

Por todo ello, la posición que se adopte con relación a Malvinas es más que un test, es un ADN de lo nacional.    

Integra el libro  “Malvinas. Una Memoria Abierta” La Tecla Ñ  y el Grupo Editorial Sur