Los perdonamos, pero nunca nos distraeremos
El fenómeno de las crisis políticas y económicas en la agenda Suramericana, no puede disociarse del origen autoritario previo del Cono Sur de America Latina[1], por lo tanto en el ámbito regional, ha sido la preocupación y una amenaza velada constante de los Estados durante la década de los noventa. Desde entonces, la progresión de gobiernos democráticos, no pudo o no intentó enfrentar el decálogo del modelo que entró para posicionarse con fuerza, remarcándose su asociación a las esferas de desregulaciones, y una progresiva abolición de los controles e intervenciones. Hoy regresa del pasado “el relato neoliberal”, aquellas letanías hipnóticas sobre el crecimiento del gasto y sus “males” (ya no se habla de déficit), y la “emisión desbocada”.
El resultado de la experiencia de aplicar las recetas de quienes vuelven a la carga fue, que las crisis políticas se incrementaron en la región, deteriorando las condiciones de vida de la población en general.
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay, que la pasaron mal en los noventa; aunque no exentos de dificultades, hoy están mucho mejor.
La relevancia actual de este análisis adquiere un interés inquietante en 2015, por eso debe ser machacado, en la Argentina regresan los autores ideológicos y “la tercera y cuarta línea” de aquellos ejecutores políticos, de los desequilibrios que produjo el neoliberalismo. Recordemos como la situación política, económica y social regional se había reconfigurado como un emergente del avance de “lo financiero” sobre lo político en el contexto de la globalización de los mercados, donde precisamente eran los managers de los países, quienes daban soporte a esas políticas aciagas.
En el marco del neoliberalismo y las evidencias conocidas de sus crisis políticas y económicas, los argentinos fuimos los más perjudicados, esto respondió en parte a la disposición política de subordinar las decisiones a los organismos multilaterales de crédito, la fracasada tecnocracia, y las “mejores prácticas del mercado”, con la cooperación de aquellos excéntricos políticos. No deberíamos olvidarlos (en Argentina Menem, Collor de Mello en Brasil, Fujimori, Sánchez de Losada y Gutiérrez; en Perú, Bolivia y Ecuador respectivamente). Los avances relativos registrados en las tasas de crecimiento del PBI, se veían contrastados con el aumento del endeudamiento, la desigualdad y la pobreza. Tenga presente que en 1998, Argentina, asumió el rol de “mejor alumno del FMI”, por haber adaptado sus políticas a los requerimientos de su burocracia y los “países serios”, tres años antes de ingresar al mayor default de la historia mundial, en diciembre de 2001.
Las derivaciones prácticas de aquel infortunio ya son por todos conocidas:
Pobreza, desigualdad y democracia incompleta. Los perdonamos, pero nunca más nos distraeremos, no sea que vuelvan a atraparnos y repitamos la historia.
[1] O’Donell, Guillermo, Contrapuntos, Capitulo 3, Paidos, Buenos Aires, 1997