Este es un país de paz, y anhela seguir así. Pero el odio que se inocula en la gente ingenua mediante los medios hegemónicos, recuerda a Tostoi en su “Guerra y paz”: “La existencia seguía como antes, apacible. Sus habitantes se preocupaban solamente por fantasmas, por espejismos de la vida (en este caso el Covid, la Pandemia). Había que esforzarse mucho para comprender el peligro y la difícil situación en la que se encontraba el pueblo”.

¿Qué peligro? La deuda externa, que limitará el nivel de vida. Néstor Kirchner recibió el país en 2004 con 116 % del PBI de deuda en dólares y cuando CFK cesó en 2015, pagando bajó al 37 % del PBI y 13 % en dólares. Macri en apenas cuatro años subió la deuda a fin de 2019 al 72, 6 % del PBI. ¡Y en dólares!

¿Por qué? En ese período se hicieron más ricos no solamente los “fondos buitres”, sino ciertos funcionarios. Ello recuerda a Balzac, uno de los mayores escritores del siglo XIX. Señaló en 1845: “Detrás de cualquier gran fortuna se oculta un crimen”. ¿A qué se refería? Lea “Ilusiones perdidas”, y lo descubrirá.

A nadie se le escapa que existe un dominador absoluto en este planeta. Posee casi 3.000 bases militares distribuidas por él. E incluso en nuestro país se habla de que el gobierno anterior le consintió colocar tres. Otros dos países, China y Rusia, están varios pasos debajo. Pero asimilaron el capitalismo de EE.UU y hoy tiene China 95.000 personas que son millonarias, si bien comenzó en 1975 su relación con el Imperio con salarios de 2 dólares diarios y sigue explotando a sus obreros con jornadas de 11 horas de arduo trabajo y un sólo domingo libre al mes. Se dice comunista, pero es una excusa similar a la de la URSS. Con el capitalismo más redituable: no hay reclamos laborales.

Cualquier gobierno que busca independizarse del Norte y reta a nacionalizar sus riquezas (como hizo Perón entre 1946-1955) es candidato a ser derribado, y más si está ubicado en lo que el Imperio llama su “patio trasero”: El Caribe y América del Sur. Nunca hace nada por mejorar su nivel de vida, extrae sus tesoros, permite que crezca cada año allí la pobreza, y apoya los golpes (antes militares, ahora “blandos”) para someterlos.

En la última década ocurrió desde 2009, cuando el ejército de Honduras expulsó a su presidente M. Zelaya a Costa Rica. Le siguieron: Lugo en Paraguay, Correa en Ecuador, Dilma en Brasil (con detención sin razón de Lula) y Morales en Bolivia; éste por nacionalizar el gas recaudando en doce años 38.000 millones de dólares, cuando en 30 años previos, Bolivia recibió  sólo 6 mil millones. El golpe fue para apropiarse del litio. Pero quizá vuelva su modelo de crecer al 5 % anual, superior al del resto de A. Latina. Así enoja a los sumisos del grupo de Lima.

Son Chile, Perú, Uruguay, Colombia y Brasil. El gobierno de Macri lo integraba, y por ello apoyó ese golpe a Evo Morales, enviando armas para reprimir, sin autorización del Congreso y más de lo que permite la ley (1000 balas de plomo), al enviar 8.800 y 70 mil cartuchos y reconocer a la golpista Áñez. Cierto desprecio al indígena tuvo que ver con aquel golpe. Argentina ya se retiró de Lima, debido a su elogio al Neoliberalismo y los ataques crónicos a Venezuela, que con gobierno democrático, corre el peligro del derribo de su presidente o de ser invadida.

El Neoliberalismo ha creado en el mundo (con su acápite, la ultraderecha) una nueva mística, cierta sumisión social casi terrorífica hacia los poderosos, basada en el egoísmo y el odio personal más banal y despreciativo hacia un Otro que piensa distinto. Y una realidad que ya no es objetiva, sino espectral y prosaica: sólo cuento YO. Lo cual resignifica esta trivialidad ridícula asumida por políticos y votantes también ridículos, si bien obviamente persuasivos para lograr mayores beneficios económicos. Las “fake news” enloquecen a la gente. Antes era una por mes, luego una por semana, después una por día, hoy una por hora. Cada mente queda confusa, exaltada, delirante.

Esta nueva ortodoxia crea cada mes nuevos pecados a quien no obedece sus reglas: el planeta es sólo para esa clase social más rica, y las migajas para su usual obsecuente: parte de la clase media. El resto, los más vulnerables, son y siempre serán descartados, si bien guardan la esperanza de salir a flote, cual pelota en una piscina. Vana ilusión, llena de culpa, al no poder llegar más alto o poseer la conciencia de no ser tan derechista como se supone es esa gente que ahora “llega”: la triunfadora.

 Pues a quien pierde lo convierten (por pobreza o raza) en su enemigo. Sin serlo. Muchos, antes de ser estigmatizados como enemigos, ponen su alma en manos de quienes mandan. Crece esa entrega voluntaria de la conciencia. O el despojamiento de la misma por el Poder. ¿Es que acaso uno puede derrotar a la culpa que lleva en su espalda por no ser un ganador? Sufrirla es usual en esta época: el Neoliberalismo ha generado el caos.

Este nivel de odio sin debate ni argumentos, busca ganar aquí  elecciones, derrama perpetuo en los descerebrados de la nada, y anula la democracia, inútil ante el narcisismo individualista. Y la parte más sana de la sociedad, una clase productora, vive sujetada a la clase apropiadora sin lograr nunca emanciparse.

La tétrica pandemia de Covid vomitó más de 100.000 muertos en la Argentina, que la oposición –siempre en contra de todas las medidas sanitarias- le adjudica al gobierno. Pero es sabido que, aún las variantes, las trajeron los que fueron a vacunarse a EE.UU. (incluso la Delta) y no cumplieron guardándose en su casa, sino saliendo a contagiar alegremente a la población.

Las multas se aplican débiles y no se interna en prisión a esos criminales de guante blanco. Pero en Europa van a la cárcel. Respecto al Covid, Macri señaló, frívolamente: “Que mueran todos los que deben morir”. Y otra dirigente: “El que muere este año tiene la certeza de que no morirá el próximo”. Bravo.

Es que los políticos son todos –sin excepción- de la clase media alta, poseen Prepagas (que suponen los salvan, pero algunos no lo lograron) y jamás van a visitar los hospitales, para ojear cómo están. No se preocupan de mejorar los interiores de los hospitales ni los salarios de médicos y enfermeras (muchos de ellos fallecieron por Covid) y su negocio es privatizar la salud.

Poca gente se rebela ante las costumbres de su época. Prefiere seguirlas o tolerarlas aunque sean injustas para su conciencia. Hace años me dijo un médico que visitó Inglaterra: “Nuestros hospitales son Villas al lado de ellos, y nacieron igual: en 1946.

Vale recordar que fue Perón quien varió el sistema sanitario, dando al ministro de Salud Ramón Carrillo la facultad para duplicar las camas hasta 132 mil, erradicar la desnutrición de un tercio y construir 234 sanatorios, amén de cesar las varias enfermedades endémicas en sólo 4 años, de 1946 a 1950. Estos políticos de hoy ignoran que en el resto de América Latina se pagan en los hospitales consultas, operaciones y nacimientos. 

El Neoliberalismo busca favorecer a la ultraderecha y olvidar a la política. Que la gente consuma medios hegemónicos y con su consejo vote poco, o nada, como en muchos países. Trata de convencerla: son más importantes para su progreso personal las decisiones de las corporaciones que las de los políticos. Del modo que éstos actúan hoy globalmente, le dan la razón. Van de un extremo al otro, sin convicción. Y es muy peligroso para la salud de esta seudo democracia porque valorizan la política de la desigualdad como un hecho justo y descartan la rebeldía juvenil. Prefieren al joven manso, resignado ante su pobreza.

Y su falta de empleo. Está cambiando el patrón de deseos (con los algoritmos) de la juventud por la visible modificación de la visión socioeconómica, en relación con los gobiernos de Perón y los Kirchner. Los jóvenes que apoyaron a éstos, crecieron y están desencantados: la pandemia, la falta de futuro los aíslan de la política, igual que a los mayores. Sus preocupaciones son similares, y cuando se empiece a pagarle al F.M.I., acrecerán.

Esta deuda externa será impagable durante varias décadas: le adosaron un interés anual del 7 % (o más, lo ocultan) y no 3,6. Nadie dice que ya no se debe al F.M.I. 44 mil millones, pues en dos años la deuda creció: son 52.000 millones a pagar en 2024. Exige 19 mil millones (en 2022) y 23 mil (2023) más intereses.

El F.M.I. teatraliza un novelón que distribuye por el planeta este sistema: tras “ajustes” perpetuos, “a la larga” los bancos derramarán sus ganancias sobre la gente, mejorando su nivel de vida. No es así, siempre ha fracasado. Y sigue afirmándolo. Mi generación vivió ese pasado, y no debe olvidar recordarlo.

 Ahora finge haber “cambiado”. Como en Grecia, cuya gente sufre y resiste heroicamente, sólo pretende cobrar y volver a prestar. Eternamente. Perón lo intuyó en 1947, al ser creado, y con pericia rehusó entrar. Apenas terminen las elecciones de medio término en 2021 y gane quien gane va a exigir iniciar el pago, bajar las jubilaciones y que los salarios aumenten poco.  Sugestivo será qué hará Guzmán, si ordena a los ricos pagar impuestos anuales como en Alemania, o vuelve a Wall Street.

Seguramente, firmarán bajar el déficit fiscal, pero no servirá de nada, sólo hambreará al pueblo. ¿Por qué pagar este gran desfalco que no pasó, como debía, por el Congreso? Porque es un país colonizado, como nuestra clase dirigente, que debería hacerse cargo de esa deuda inconstitucional. ¿Lo hará? No, se conformará con “facilidades extendidas”. Hambre hasta 2050.

Los dueños de la tierra siempre fueron liberales en economía y golpistas (como se vio en 2008) si alguien quiere repartir un poquito de la comida que arrancan de la tierra desde 1890 sin haberla pagado; y la aumentan cada mes, sin control. En 2021 las ganancias de maíz, soja y girasol son en la provincia de Bs. As. las mayores en 20 años. Igual, detestan al gobierno actual.

Antidemocráticos por excelencia, otros preparan a una policía represora integrada por los mismos “cabecitas negras”. A los que se oye gritar “pegále a ese negro de mierda”. Inexplicable. Los educan para amar a las jerarquías (el Proceso es ejemplo, a militares presos en cuarteles por delitos de lesa humanidad, les hacían la venia en señal de respeto) y someter a golpes a la masa. Viven igual que los pobres, pero se creen “superiores”.

Por ello no tienen vuelta atrás quienes, llenos de odio, son los patrones del país pero intentan extranjerizarlo y someterlo al dominio del Norte. Esta obsecación no se controla con mayor libertinaje, sino con los signos de autoridad, como demuestra poseer Europa y sostenía Perón. Sin el control de la condición humana la derecha triunfa. Una pluralidad de opiniones exige apostar al orden: castigar al que viaja, trae el covid Delta, sale de su casa y contagia; o a quien mata en accidente de tránsito, huye y no sufre prisión, pues lo definen un homicidio culposo; los países avanzados lo juzgan un homicidio doloso; se castiga con 6-8 años de cárcel: EE.UU, Europa, Rusia. No impunidad.

Muchos no se dieron cuenta de que en lugar de soñar con un mañana mejor, deben prepararse para uno peor, ya que se ha aceptado la visión mundial del Norte: “No hay alternativa”. Si se continúa con esa idea sobre “lo que es posible y lo que no lo es”, se anulará no sólo la fe en la política; también la reacción juvenil y la chance de una esperanza frente a esta realidad tan injusta. Hace falta un paradigma nuevo y menor desigualdad.

Con cierta ilusión, ya que de los factibles próximos votantes el 30 % tendrá menos de 30 años y el 50 % menos de 40. No hay milagros en esta situación socioeconómica, sin mayor valentía. La política debe crearla saliendo de su escondite y sus miedos.

Los políticos prefieren a un candidato inútil aunque famoso a otro con valores. Por ello deseché la niebla de hacer política, a pesar de alguna oferta. Por ser un intelectual, un “outsider”, el tipo de persona que esos “rosqueros” desprecian. Igual que yo a ellos, por su incultura y su desapego por la justicia social.

Pueden declamarla pero nunca la aplicarán frente a presiones de los banqueros y las corporaciones financieras. Basta verlos en las Cámaras, sin capacidad para improvisar, o leyendo, lo cual está prohibido. Sus asesores escriben esos libros que ellos firman pero ni leen, hojean. No son muy afectos a cultivarse.

Hay que cesar con esa política de amigos y parientes. Hay que buscar a los honestos, no a estos defensores de bolsillos ajenos. Se inician en un partido, y con tal de lograr un cargo, pasan a otro, y luego a otro. No guardan fidelidad a una idea, ni son  afines a ella. Y casi ninguno resiste archivos. La TV lo revela.

La “república” que tantos tienen en la boca pero desconocen, es superior a la monarquía (gobierno de uno con amigos ricos) del presidente anterior, a la oligarquía (gobierno de pocos) y a la democracia (gobierno de muchos). La verdadera república, (no la de ir con una bandera al Obelisco) exige que gobiernen las leyes, no los hombres: ni uno, ni varios, ni muchos. Menos, los medios hegemónicos. Por cierto, las leyes debería dictarlas una mayoría, aunque respetando los intereses de las minorías. Pero no para proteger al poder económico, como ocurre hace tiempo con parte del Poder Judicial, camino a la degradación.

“Aventurarse en el espacio público” le exigía el filósofo Karl Jaspers al intelectual. Es decir, exponerse ante los demás. Lo  mismo postuló Hanna Arendt: comprometerse frente a la luz pública. ¿Por qué? Porque escribir o hablar militando es una táctica de acción. Yo tengo y tendré siempre en esta mente, el concepto de que la dignidad humana nunca debería venderse. Exactamente lo opuesto a lo que postulan los amos del capital. ¿Mi fiel consuelo? Si bien hoy sufrimos, mañana será otro día.