En menos de 10 días estaremos por fin votando a Presidente y, tras las Paso, algunos votantes empiezan a definir su voto como si fuera un balotaje, para llegar al balotaje. Se ha dicho hasta el hartazgo pero no deja de llamar la atención: Argentina el país del clivaje propio: peronismo-antiperonismo. Existe algo llamado peronismo y algo que no lo es, y que lo detesta. Ni izquierda ni derecha. Republicanos o demócratas. Socialistas o Populares. En la Argentina hay un movimiento político y un movimiento que no lo es y que se define únicamente por no serlo, y por detestarlo.

Los que adhieren al Justicialismo, la versión institucional del peronismo, tienen bien claro que, con sus bemoles, hay tres valores doctrinarios universales: la Justicia Social (como bandera primordial), la Soberanía Política y la Independencia Económica. En este último tiempo se coló la Unidad Latinoamericana como bonus. Los que detestan el movimiento de masas más importante de América Latina en cambio sindican al peronismo de representar la corrupción, el clientelismo, el caudillismo y una pseudo-tiranía (o la tiranía, según el grado de gorilismo del enunciante). No hay nada en el medio hoy, salvo una minoría progresista no peronista o una minoría de izquierda anticapitalista. Tanto Sergio Massa como Adolfo Rodríguez Saá representan otras miradas del peronismo.

La derecha, que antes testimoniaba desde la Ucedé, logró articular un partido que trocó para estas elecciones en frente electoral: del Pro a Cambiemos. Sumó al radicalismo, figuras altisonantes e individualistas de la política vernácula más militantes onegeístas. Pero el principal valor, ya político, es que logró acumular el voto antiperonista. Logró institucionalizar el voto gorila. Entendiendo gorila como lo entienden los peronistas, el voto antiperonista. El voto gorila, se entiende.

No es casualidad que el dirigente que logra encarnar ese sentimiento (es más un sentimiento que una ideología) sea Mauricio Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Peronismo. Un dirigente que ganó y que vistió de gestión local esa síntesis, a la que llamó Pro. Gran parte de los votantes de Cambiemos quieren que pierda Scioli más que que gane Macri, no es casualidad.

Daniel Scioli es de todos los dirigentes posibles del Partido Justicialista el que mejor podría encarnar un liderazgo con los valores que se vienen exigiendo a la presidencia desde hace años por parte de los sectores antiperonistas. Hombre de diálogo, de sumar, de crispación mínima, de declaraciones bajisonantes, de ideología módica, de centro. No alcanza, es peronista. Así de sencillo es el análisis. y se sabe, el peronismo es corrupción, clientelismo, caudillismo y ahora narcotráfico. Se tienen que ir. Ahora es el momento.

Dos aclaraciones: 1) me parece perfecto que cada quien haga lo que se le cante con su voto y está perfecto que voten a Macri ya sea convencidos o como mal menor, me tiene sin cuidado, y 2) lo que me parece a mí no debería importarle a nadie.

En las últimas horas dos personalidades públicas de importancia declararon que van a votar a Cambiemos, en vez de a Margarita Stolbizer, una dirigente valiosa, pero que no puede ganar. Porque se tienen que ir los peronistas. Y cualquier medio justifica ese fin. Pablo Sirvén, editor del diario La Nación, escritor y biógrafo de Víctor Hugo Morales, y José Luis Campanella, director de cine y ganador del Oscar. Sirvén en twitter enumeró todos los presidentes peronistas de la historia y lo epilogó: #Cambiemos. Campanella, por otra su parte, lo simplificó metafóricamente: sólo hay dos músicas, dijo, el kirchnerismo y Cambiemos. Una elegante manera de decir peronismo o antiperonismo. Siendo que Scioli no es Kirchner y que Cambiemos es Macri. Pero se entiende perfecto igual.

Es el momento, se tienen que ir, no importa si el que viene es peor, no importa qué piensa, qué va a hacer, quiénes son sus economistas, cuál es su visión del mundo, qué hizo en CABA, la corrupción de este espacio, que esté procesado por la Justicia, cómo votaron sus diputados en todas las leyes trascendentes respecto al rol del Estado y a los derechos individuales. No importa nada porque el antiperonismo es más fuerte. Es un sentimiento, no una ideología, y como dicen en la cancha, “es un sentimiento, no traten de entenderlo”.