Hace ya un tiempo que desde los medios hegemónicos de instaló la idea de la grieta.

Un nuevo libro del premio nobel de economía Joseph Stiglitz lleva por título “La gran brecha”. Si bien ambos términos son en cierta manera sinónimos, no se trata de conceptos equivalentes.

La grieta es mostrada como lo que divide a la sociedad por obra deliberada del gobierno anterior y se trata de la separación de la sociedad en dos bloques en los cuales una parte está constituida por personas intransigentes, con intereses espurios que van desde un choripan a una corrupción millonaria y que no tienen intención de convivir con el otro bloque constituido por personas probas. De no existir la acción del gobierno toda la sociedad formaría un solo bloque sin conflictos y con diferencias menores que serían discutidas con mesura. Por supuesto esta sociedad ideal está lejos de la realidad. Cuando se producen cambios en la sociedad, ya sea en lo económico o en la asunción de derechos por parte de quienes hasta ese momento no los tenían se producen conflictos. El concepto de grieta es básicamente ideológico.

En cambio la brecha se refiere a la división de la sociedad en relación con sus ingresos, su riqueza y sus posibilidades de acceder a las oportunidades de ascenso social. Es la separación de la sociedad entre los que más tienen y los que tienen menos o no tienen nada. Y no vaya a creerse que la brecha divide a la sociedad en dos partes relativamente iguales, como el 52 % y el 48 %. La brecha se establece en principio entre el 10 % más rico y el 90 % restante, pero si se profundiza el análisis la enorme diferencia es entre el 1 % y el 99 %.

El fenómeno es global y los datos son incuestionables. Las mediciones más confiables estiman que el 1% más rico posee la mitad de la riqueza de toda la población mundial. Si bien el hecho es indudable, con pequeños matices que no cambian el dramatismo del fenómeno, lo que es motivo de debate es el origen de tan desmesurada desigualdad y la posibilidad o no de corregirla.

Para  Thomas Piketty es un tendencia inexorable del sistema capitalista que solo se revirtió en un período relativamente corto como resultado de hechos muy excepcionales, como las dos guerras mundiales, que produjeron una destrucción excepcional de capital y postula que una manera de mitigar la tendencia es a través de un régimen tributario a escala mundial que grave el capital y las transacciones financieras.

Joseph Stiglitzs reconoce el hecho pero sostiene que el mismo no es el resultado forzoso de las fuerzas y las leyes económicas, sino que proviene de las políticas que se adopten. La brecha se agranda si el sistema tributario es regresivo y favorece a los que captan rentas financieras, si se estimula un régimen educativo en el que el nivel de la enseñanza es mayor cuando el  nivel económico de los padres es más alto, cuando solo los ricos pueden contratar a los mejores profesionales para eludir impuestos y tienen acceso a los paraísos fiscales para evadir.

Un  claro ejemplo de la expansión de la brecha es la que se dio en EEUU durante el gobierno de Bush. ¿Cuáles fueron las políticas que provocaran ese fenómeno? Se redujeron los impuestos a  los ricos y especialmente a los muy ricos bajo el supuesto de que ello generaría un aumento de las inversiones que produciría un incremento del PBI y que por efecto “derrame” terminaría generando una mejora en los sectores más pobres. Por supuesto que eso no se dio nunca. Por el contrario abrió la brecha y como los ricos consumen proporcionalmente menos que los pobres se redujo la demanda agregada con efectos de contracción de la economía. Otras de las medidas adoptadas fue profundizar la desregulación en todos los sentidos y especialmente en la actividad financiera.

La similitud con las medidas adoptadas por el gobierno de Macri es evidente. La eliminación de las retenciones a las exportaciones agrícolas en ciertos casos y la reducción de las mismas, seguida de medidas similares para la minería implicaron una muy fuerte traslación de ingresos de los sectores más pobres a los más ricos. Stiglitz dijo con referencia a las medidas de Bush “Nunca tan pocos arrebataron tanto a tantos”, es hora de preguntarnos si no es aplicable a este presente.

Durante el gobierno de Bush se profundizaron las medidas de desregulación y lo mismo se está produciendo en los primeros días de este gobierno. También es notable la adopción de una práctica frecuente en EEUU, la ubicación en puestos claves de la Administración Pública de  CEOs de empresas privadas de las mismas áreas que deberán gestionar. No es difícil imaginar cuales serán las decisiones cuando se plantean opciones entre el interés general y el de las empresas de las que provienen.

Otras políticas similares: endeudamiento y déficit comercial. Ambos hechos están relacionados. En EEUU la deuda creció alrededor del 70 % durante la presidencia de Bush y es claro que la confesa  intención del gobierno es terminar con la situación de muy bajo nivel de deuda externa heredada del gobierno anterior que lo consiguió con una política firme tras décadas de soportar las consecuencias de las condicionalidades impuestas al país precisamente por estar sobre endeudado. Déficit comercial sin precedentes en la economía norteamericana fue el resultado de las políticas de Bush y no hay duda que el país se encamina a esa situación de la balanza comercial al propiciar importaciones indiscriminadas.

Cabe señalar que esas políticas adoptadas durante el gobierno de Bush no solo agrandaron la brecha sino que terminaron desatando la crisis más profunda desde la gran depresión de los años 30. 

El gobierno de Macri habla mucho de una meta (nunca se especifica que significa exactamente ni  cuándo se alcanzará) de pobreza cero, pero se eliminó del vocabulario oficial cualquier mención a las desigualdades y a la redistribución de ingresos. Los economistas del gobierno adhieren a la idea de que es función de los mismos agrandar la torta pero no su distribución, que en todo caso pertenecería al campo de los políticos; la distribución del ingreso y la reducción de las desigualdades están fuera de la agenda. Esta concepción de la economía adolece de dos fallas fundamentales. En primer lugar una muy buena medida de la marcha de la economía, tanto o más importante que el crecimiento del PBI, es cómo le va a las familias medias y si la distribución del ingreso es regresiva, aún con aumento del PBI a las familias medias no le va ir mejor. La segunda falla es considerar que ambos conceptos (crecimiento y distribución) están disociados porque la realidad es que el aumento de las desigualdades impide un crecimiento sostenido. De hecho los mayores éxitos económicos de los últimos tiempos se produjeron en el sudeste asiático con sociedades mucho más parejas en cuando a su riqueza y sus ingresos y con gobiernos que regularon los mercados y lideraron políticas de desarrollo. Aquí también el ciclo más largo de crecimiento económico se dio conjuntamente con una mejora en la distribución del ingreso.

La experiencia histórica y las leyes económicas permiten asegurar que el mejoramiento de los sectores medios y bajos de sociedad no se va dar por goteo y que, por el contrario, un crecimiento sustentable, se puede producir por filtración hacia arriba ya que la propensión al consumo de los sectores mencionados aumenta la demanda agregada, motor de la economía.