Fui a una clase de crossfit. Antes que los puristas me ataquen ante algún desliz o inexactitud en los datos; sepan que narro una experiencia personal. Los nombres de las personas nombradas en este encuentro semanal han sido cambiados, y la coincidencia con personas de la vida real… serán una mera casualidad.

Resulta que en el club donde mis hijos juegan al futbol, habilitaron un lugar enorme, donde años atrás funcionaba una cancha profesional de pelota paleta, para la práctica del CrossFit. Para quienes estén ayunos del tema, les cuento que se trata de un programa de entrenamiento de ejercicios funcionales, de variada intensidad, donde se gana fuerza. Algunos le llaman “entrenamiento militar”… ¿Errados? No lo sé; realmente ignoro cuales sean los cánones del entrenamiento físico militar; pero pareciera que si la idea es ser como Hollywood nos muestra que son los soldados pues bien… el Crossfit pareciera ser un entrenamiento lógico para lograr esos cuerpos.

“Venite Nacho”, me dijo Mario, el profesor jefe y dueño del espacio de crossfit. “Arrancas despacito y vas viendo que onda. La idea es que primero agarres la técnica y que después puedas ir agregando peso”. Yo, a todo esto, mientras Mario me hablaba, iba mirando de reojo los alumnos que iban entrando al salón de ejercicios y les juro que estaban todos cincelados. No explotados; estaban cincelados. Menos las chicas que usaban remeras, aclaro esto porque algunas otras estaban en topcito, el resto de la clase estaba en cuero; y no podía dar crédito de la cantidad de músculos que tenemos todos a la altura del abdomen; por no recaer en toooodas las partes en las que se pueden cortar el pecho, los hombros, los bíceps y la espalda.

Romina, hija de Mario y profe del turno en el que tomé la clase, me recibe muy amablemente y me invita a acercarme a una pizarra donde estaba el WOD correspondiente. En la constante batalla que uno libra contra el paso de la edad media (cumplí 46 hace unos días) temo no haber escuchado bien pero de todos modos me acerco a la pizarra. WOD es una sigla en inglés que significa Workout of the day (trabajo del día) Cuando uno cae en otro pozo, lo mejor que puede hacer es callar y escuchar, así que decidí esperar, ante cada explicación de la profe, ver que era lo que hacían los y las All Black que tenía a mi alrededor y tratar de hacer lo mismo.

“OK chicos; arrancamos con 3 series de 20 flexiones de brazo, 20 abdominles y 20 espinales. Quiero exlosión ok? Va!” Romina, la profe, presiona un botón de un control remoto y de golpe Back in Black de AC/DC atrona en el gym; me tiro al piso y arranco con las felxiones de brazo. La primera serie la paso en forma más o menos digna. En la mitad de la segunda, sentía que el corazón me latía al mismo ritmo que me latió cuando vi por primera vez las tetas de una novia que tuve a los 16 años. Treinta años más tarde, decidí por precaución, bajar de 20 a 15 repeticiones en la tercera serie de ejercicios que terminé sin mayores inconvenientes.

Para la segunda parte de la clase; los ejercicios fueron más de fuerza y de saltos. A mi me encanta saltar; jugué al basquet en mi tierna juventud, y puedo decir que mi salto es bastante bueno y, si además tomamos en cuenta que los Buonarottis que me rodeaban, levantaban 30kg con una barra que llevaban del cuello hacia arriba con la misma facilidad con la que yo levantaba un palo de escoba; podemos decir que el objetivo del ejercicio estaba alcanzado.

Sin embargo; se venía la última parte de la clase y, si bien venía más o menos controlado, no estaba para regalar nada. “Patricia!!!” Le dice Romina la profe a una alumna “Mostrá por favor el último ejercicio del WOD por favor”. Patricia, una chica de unos 20 y pico de años (sub 25) a la que se veía muy fuerte (no me refiero a belleza ya que eso es subjetivo, me refiero a su estructura física) tira una vertical contra la pared y empieza a hacer flexiones de brazo en forma vertical… me acerco a la profe y le digo: “Esto no lo puedo hacer ni que me pongas la 5ta de Beethoven tocada por Beethoven”. Carcajada mediante, Romina me llevó a otro sector del salón y pasó otro ejercicio para terminar.

Elongación mediante, y siempre con un mix de Aerosmith y los ya nombrados AC/DC sonando en 2 bafles que estaban colgados de las paredes, terminamos la clase y se vinieron los saludos rituales entre los crossfiteros; choque de palmas en forma horizontal y de afuera hacia el centro, con posterior choque del puño cerrado.

Terminé bien y contento; tanto que prometí volver.