Cuando se superan los 75 años la muerte nos acompaña diariamente. Nos visita y nos recuerda que como siempre finalmente triunfa, nos ha dado una vida de ventaja. Hebe, que no es necesario agregarle el apellido para saber de quién se trata, llegó a los 93 años de una vida atravesada por un dolor inconmensurable:  la desaparición y muerte de dos de sus hijos. Ahí Bonafini y su lucha la transformaron en Hebe. Parida por sus hijos muertos emprendió un camino inclaudicable. Temperamental, arbitraria, injusta con otras madres muchas veces; de posiciones políticas viscerales y de una sinceridad ruda y poco diplomática -que como corresponde comenté y/o critiqué cuando vivía-,  se convirtió en un emblema de los derechos humanos. Esa Hebe pública poco tenía que ver con la Hebe íntima en donde la ternura se desplegaba con generosidad.

Las “Madres” llegaron a todo el mundo dando vuelta alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo, erigida al año siguiente de la Revolución de Mayo. Esa que usaron de palenque Pancho Ramírez, Estanislao López y sus tropas. Ahí en donde en su fuente, los obreros metieron las patas cambiando lo que se conocía. En esa Plaza donde la historia argentina ha declarado su domicilio, las Madres, Hebe entre ellas, enfrentaron desde el dolor a la más brutal dictatura establishment-militar que conoció la Argentina. No había lugar ni espacio para el miedo. Sólo para el coraje, sabiendo que “la única lucha que se pierde es la que se abandona.” Y Hebe luchó hasta que la muerte, la única que la obligaría a claudicar, le dijo basta. Su último discurso, en esos jueves inalterables, fue el 10 de noviembre cuando dijo: “Los médicos me dejaron venir porque saben que también es parte de mi salud, necesito la Plaza para cuidarme, los necesito a ustedes para mejorarme” y agradeció a “los compañeros y compañeras que me acompañaron y me cuidaron un montón de días.” Comenzó hablando de Cristina Fernández de Kirchner, y preguntó a la militancia presente: “Nosotros le pedimos todo ¿somos capaces de darle todo?”, lanzó y respondió: “los compañeros que tomaron esta plaza hace tantos años daban la vida por Perón. Ahora no sé si todos están seguros o se cagan de miedo. El miedo es la peor cárcel“, y advirtió que ”si las Madres hubiésemos tenido miedo no estaríamos aquí“. “Tenemos que ser capaces de dar tanto porque ellos saben que es la única que puede ganar, por eso no quieren dejarla libre, ni dejarla sin condenar. No la quieren víctima, la quieren condenada para que no se presente y están haciendo lo imposible”, y apuntó contra la Justicia: “Es una tragedia tener tanta basura como Poder Judicial, son una lata de mierda”.

Este jueves la Pirámide advertirá su ausencia. A la Plaza se le caerán unas lágrimas. Sus enemigos festejarán su muerte. Los muchos que la quisieron, que la quisimos, nunca la olvidaremos. Sus cenizas descansarán en el domicilio de la historia. Su nombre está inscripto en la memoria. Ese es el lugar donde la muerte, siempre es derrotada.