El presidente está nervioso. Se muestra irascible. Sus asesores le señalan que las sucesivas torpezas en la implementación de un plan está perforando el buen respaldo  que aún mantiene, después de implementar una artillería de medidas impopulares de notable concentración en sólo quince meses. El plan refundador de la Argentina se basa en una retahíla de mentiras envueltas en un cinismo superlativo. No hay errores en su aplicación, sino que se presentan como errores lo que son las consecuencias buscadas. Si las empresas cierran a un ritmo que supera al del 2001 y por eso decir que se acabó  la recesión es un gesto de cinismo. Si para bajar la pobreza hay que arrasar con los pobres, si para combatir la inflación primero se la sube y luego se la baja con premeditados daños colaterales, lo que se construye es un espacio donde el cinismo brilla con un gigantesco esplendor. Si se sostiene que la Argentina se puso de pie, se encubre que está con la economía parada y arrodillada ante las finanzas internacionales mendigando la lluvia de inversiones. Se levanta la bandera de la unión de los argentinos y se  embiste  contra  30% o más del electorado a los cuales el sustantivo kirchnerista  lo transforman en un adjetivo sinónimo de delincuente.  A ellos va dedicada la frase “Tuvimos una década de despilfarro y corrupción”. Como sostiene el periodista Mario Wainfeld en su libro “Kirchner. El tipo que supo”: “Convertir doce años de historia en  un simulacro o en un capítulo del Código Penal ambiciona expulsar al adversario, dejarlo fuera de la esfera democrática” 

Se asume verbalmente el papel fundamental de la ciencia y la tecnología mientras en la práctica se disminuye en términos reales su  presupuesto reduciendo las investigaciones y el número de científicos. Se enarbola la educación como bandera fundamental y al mismo tiempo se verdugea a los docentes, se los apalea en las proximidades del Congreso, se desactiva el plan Fines,  se desprotege a los alumnos que en un año recibieron menos de las sexta parte de las computadoras, por lo que resulta irritante observar cómo el Presidente se desplaza en un espacio relleno de cinismo.

Mientras se publicita la lucha contra el narcotráfico, simultáneamente, en un lugar vital de esa batalla, se pone al frente de la Unidad de Investigación Financiera a defensores del lavado. Condolerse por los femicidios y recortar en sesenta y siete millones el presupuesto del Consejo Nacional de las Mujeres y el Plan Nacional de Acción contra la Violencia (y luego ante el escándalo retroceder y pedir disculpas), es pavimentar  el espacio del cinismo.  Las excusas en ese territorio todavía rinden. En cualquiera de las empresas de las que provienen los ministros del presidente empresario, estos serían despedidos al tercer o cuarto error, sin que se aceptaran sus correspondientes pedidos de disculpas. La falsa modestia no disculpa la ineptitud y más si los 23 colaboradores fueron presentados como el mejor equipo de los últimos cincuenta años. En términos futbolísticos muchos le pegan a la pelota con los tobillos  y el arquero carece de manos.

Hay un enorme espacio para el cinismo y baja desde la Presidencia de la Nación. Se anuncian proyectos que no han comenzado; se asegura como avanzadas, iniciativas que ni siquiera han dado sus primeros pasos.

No hay espacio para el cinismo se afirma, mientras se lo ejercita con entusiasmo.

Se revolean cifras inverificables y se delinea un país inexistente. Los argentinos de clase media que se mueren por viajar a Miami y Orlando, pueden quedarse ahora en la Argentina habitando el país que describe el presidente. Este es un gobierno que reivindica la reparación histórica de los jubilados, aunque en muchos casos significa una verdadera abdicación de derechos a los que hipócritamente denomina “nuestros queridos abuelos”.

Una Argentina donde “sí se puede” hacer distribución regresiva del ingreso, pero no se puede mencionar a las industrias en el discurso presidencial; donde se omite a los trabajadores, los despidos, la flexibilización laboral y los industriales acorralados por la apertura indiscriminada. Una Argentina donde el nacionalismo está proscripto,  la Patria Grande desterrada y la diplomacia dispuesta a canjear soberanía por un puesto de la Canciller en Naciones Unidas.

No hay lugar para el cinismo afirma el presidente. Su relato está construido sobre mentiras mientras dice que el acuerdo entre los argentinos está basado en decirnos la verdad.

Se ha logrado imponer a fuerza de repetición que en el último lustro nunca se creció  cuando  conforme al propio INDEC actual, con cifras revisadas,  se puede observar que en el 2011 se creció un 6%, en el 2013 un 2,41% y en el 2015 un 2,65%. En cambio se decreció en el 2012 un 1,1% y en el 2014 un 2,6%.

También se sostiene que en los últimos cinco años no se crearon puestos de trabajo en el sector privado, cuando la información que surge de las declaraciones juradas mensuales de las empresas  arroja que en el quinquenio 2010-2015, se crearon 441.000 puestos de trabajo en el sector privado, cifra absolutamente insuficiente, pero que aún así desmiente la información tergiversada que fluye de los funcionarios del gobierno.

No hay lugar para el cinismo repite el Presidente, mientras elogia a las Pymes como factor fundamental de la economía y simultáneamente  planifica su funeral.        

El presidente levanta la transparencia y la honestidad, cuando su historia está mucho más cerca de un prontuario que de un curriculum. El hombre que en cada necesidad ve un negocio, ha convencido a un sector importante de la ciudadanía que un hombre rico no necesita robar. Su pasado lo condena y en sus 15 meses en la presidencia tiene más de cincuenta funcionarios denunciados.

No hay lugar para el cinismo afirma el presidente. Dice que le preocupa el largo plazo y por eso dijo que “el populismo regala el presente para robarnos el futuro”. El neoliberalismo en cambio como la mayoría de las religiones, ofrece un presente y un futuro de sacrificios crecientes para poder gozar del bienestar después de la muerte, en la otra vida.

Globos, alegría impostada, libros de autoayuda, se desinflarán cuando la realidad demuela el espacio del cinismo.

En algún momento el discurso presidencial se asemejó a las palabras enfervorizantes del capitán de un equipo de fútbol antes de salir a la cancha en la boca del túnel: “No hay lugar para cinismos, señores. Hay que creer…Me emociona, realmente me emociona mucho, cada vez que somos millones los argentinos que creemos en lo que estamos haciendo, que creemos que el cambio es posible”   

La soledad es la compañía más asidua del presidente en sus visitas planificadas por el país. El diario La Nación, de notorias simpatías con el gobierno lo describió así el desplazamiento del presidente hacia el Congreso: “El paseo en camioneta fue agridulce en el trayecto. Macri se cruzó con manifestantes de izquierda y de gremios con cánticos en su contra. Había más manifestantes que simpatizantes, lo resumió un colaborador presidencial.”    

Se podría adaptar la famosa carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar, al contexto democrático actual en el que desenvuelve su accionar el primer gobierno de derecha que ganó legítimamente en las urnas: “Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son destrucciones planificadas  y lo que omiten son calamidades" 

En el sentido contrario de lo que afirma el Presidente, la saturación de mentiras irá transformando en cierta su aseveración: “no hay espacio para el cinismo” 

*Publicado en La Tecl@ Eñe