Unas horas atrás tuitié “me temo que lo que representa Mascherano es lo que le falta a Messi para ser Maradona”, y se armó la polémica. Como siempre que hablás de Messi y de Maradona. Pero mi intención fue reflejar algo que sentí desde que, siempre convocado a ser determinante, Maxi Rodríguez metió el  penal:  se elevó a figura mítica, de héroe, el otrora jefecito Javier Mascherano. De jugador importantísimo de los últimos 10 años del seleccionado argentino a ídolo máximo. El corazón, ese extra, el liderazgo, el hablarle a los compañeros, el ser el portavoz del grupo, el ejemplo ético si querés, de esfuerzo, de entrega. Lo que la gente precisa, la devolución, ese plus, el aguante. Aguante.

Y no va en detrimento de Messi, el que hizo los goles contra Bosnia, Irán y Nigeria, el decisivo dentro de la cancha, el que le dio el pase a Di María, y el pase a cuartos, el más imprevisible, el mejor de todos, quizás de todos los tiempos, dentro de una cancha, para el manejo de la pelota.

Mucha gente odia a Maradona y quiere que Messi lo venga a reemplazar en la consideración popular, principalmente por cosas extrafutbolísticas que ya han sido desarrolladas hasta perder el sentido de las palabras. Por más que Messi gane este y el que viene y otro más, nunca reemplazará ese algo que tiene Maradona, que era futbolista, líder, capitán, con y sin cinta, centro absoluto, con y sin la pelota, pero humano, de barro, y de oro. Lo que fue Mascherano frente a Holanda, el que contagia a Biglia en el despliegue, le mete fichas a Romero para que ataje y ordena a los jugadores como un técnico. Messi hace lo demás, ganar los partidos, lo más importante. Uno es Dios, el otro es tu hermano mayor.

No es malo, es así, al contrario, es buenísimo; tuvimos a Maradona, tenemos a Messi y también tenemos a Mascherano (y al Papa). Ninguno de los tres opaca a los otros. Cada quien tiene para elegir el tipo de líder que quiere para sí mismo y el que desearía para su país. Es libre. Pero afuera está el pueblo soberano eligiendo a sus héroes. Mascherano con la entrega total que mostró ante Holanda, logró entrar al panteón de las deidades nacionales, se notó en las calles y en internet. Desde el miércoles, se ganó que dentro de 40 años alguien se lo cruce por la calle y le agradezca al grito de ‘Gracias Masche’. Gracias Masche.