Por estas horas, el milagro más esperado y, al mismo tiempo, más temido por muchos tiene nombre y apellido. Es el nombre del milagro futbolero. Es el nombre que temieron los fullback y porteros más duros durante más de diez años, en las canchas de la primera división. El único jugador a quien recuerdo haber considerado prácticamente invencible: cuando el comentarista leía las formaciones, era recurrente desear que Martín Palermo sufriera náuseas o una simple descompostura para evitar registrar esa torre en el área de mi equipo.

“Es un patadura ¡Pero qué pata dura!”, era el tipo de comentario más benévolo que escuchaba de la gente grande sobre aquel joven que se recortó la cabeza platinada sobre la casaca pincharrata, para dejar un pirincho de flequillo brillante sobre la frente con la camiseta xeneize. Por lo menos de donde vengo -ciudad de Chivilcoy- al menos cuatro de cada diez niños imitaban el excéntrico peinado, debidamente exhibido en las principales tapas de las revistas deportivas.

Cuando ya era inminente el traspaso de Estudiantes a Boca, el ‘Loco’ apareció vestido como Marilyn Monroe en la tapa de la revista Mística, homenajeando al entonces escandaloso y talentoso Dennis Rodman de los Chicago Bulls, en la NBA. Fue una imagen fuerte para quienes arañábamos la primera década de vida en esa época, en el universo del fútbol local decididamente machista que nos metieron hasta la médula, en un tiempo en el que no había casi mujeres hablando de fútbol en los medios y las que pisaban el terreno lo hacían con poca ropa para la pantomima televisiva.

Hacer un recorrido rápido de Youtube con la búsqueda “Palermo” puede hacer que la indumentaria de leopardo esté sobre su cuerpo, mientras que en el siguiente cuadro la que lleva la tela que imita el pelaje animal se destaque sobre Susana Giménez.  Sin embargo, aquel grito inconmensurable en el Monumental bajo un temporal, en cuero abriendo los brazos y agradeciendo al cielo, es sin duda una de las fotos que los futboleros recordaremos más que cualquier otra de las suyas.

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Ahora sí, la noticia. “Está confirmado el estreno de la película de Martín Palermo para mayo de 2018. Iba a ser para este año pero será en vísperas del mundial”, me dice contento Federico Lemos, documentalista uruguayo que sabe bastante sobre cómo retratar personajes inmensos.

“La estamos rodando hace un año y medio. Entre los protagonistas está el presidente argentino Mauricio Macri, Pato Abbondanzieri, Guillermo Barrros Schelotto, Del Potro, el Mago Capria, el  Virrey. Román no está. Supongo que todos entenderán por qué no está ”, describe para piantar lagrimones de tantos bosteros.

“Siempre trato de buscar alguna historia con un hilo conductor que acompañe el relato. A veces es más fácil identificarlo, depende mucho del personaje. Estamos en ese proceso trabajándolo y la nueva vida de Martín en Chile también ayuda porque todavía está en actividad”, describe sobre por dónde pasa la actualidad del film.

Sin embargo la mirada de Lemos es detallista, es cercana, capaz de iluminar historias de vida oxidadas, incluso enterradas. Es autor de DF10, la película que la familia Forlán imaginó para homenajear la historia del apellido más glorioso del fútbol celeste. El director que encabeza la productora Medio y Medio también se metió en la particularidad de la unión entre el carnaval, la murga y el fútbol de su país con el fanatismo de Peñarol y el folclore típico de Nacional, siguiendo los pasos de Álvaro Recoba y Antonio Pacheco como verdaderos artistas. Además se animó a contar la ahora despreciada vida de Gustavo Cordera, en un film que ya se metió entre los preseleccionados del festival de cine Guadalajara Construye. Pero también pasó por la triste muerte de Gonchi Rodríguez, el piloto charrúa que estaba destinado a ser uno de los mejores en la elite del automovilismo, o a través del ciclismo, para mostrar la vida de los donantes y los trasplantados en ’12 horas 2 minutos’, que se puede ver en Netflix. En el lobby de un hotel en el barrio que repite el apellido que aquí nos trae, vuelve a meterse en la vida del Titán.

“Un tipo al que le sacaron un arco de la cancha de Boca  y se lo dieron para que se lo lleve a la casa. Con una historia de vida muy particular, con las cosas más increíbles que le pudieron haber pasado, las lesiones, los tres penales, la muerte de su hijo, el gol a Perú, el del mundial, las frustraciones de sus pases, cuando se le cayó el muro”, enumera el cineasta en una lista que se queda corta.

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En octubre de 2009, el Loco entró en el entretiempo de la mano de Diego Maradona, cuando la Selección Argentina necesitaba goles urgentes. Fue Gonzalo Higuaín el que liberó el primer grito y Palermo el que recibió una patada en el rostro que lo dejó medio grogui y sangrando, pero nada más que eso. Luego mientras se venía literalmente el mundo abajo y la garra peruana acorraló los corazones en la cancha de River, la puesta era perfecta para lo extraordinario.

Moría el segundo tiempo y se forjaba el dramatismo de una escena de ficción. Lejos de estar guionada para la historia, es parte de la vida de este representante de la descomunal certeza de saberse en el lugar y momento justo para cambiar lo ordinario en sublime.

Esa temporada, Martín había conseguido el récord de ser el máximo goleador de Boca en el profesionalismo con 195 goles, superando a Francisco Varallo. "Fue un milagro más de San Palermo. Está bien que la gente lo pida a Martín, el milagro lo hace él. Pensé que estábamos liquidados, pero en ese momento me olvidé de Palermo", celebró Diego lo que terminó en apretada clasificación a Sudáfrica.

“Ese día jugaba Uruguay más temprano -los charrúas derrotaron 2 a 1 a Ecuador en Quito, con un penal de Diego Forlán en el minuto 93- y Argentina estaba quedando en zona de repechaje. Situación límite absoluta. Yo me acuerdo de cambiar de canal y ver el final, sólo esos cuatro minutos del alargue. No lo podía creer, ahí  se plantó la semilla en mi cabeza de la película de Martín. Me suele pasar, así hechos puntuales que me quedan marcados. Ese grito de gol me quedó marcado con esa lluvia impresionante que había”, recuerda Lemos mientras imagina que esta foto podría ser parte del arte de presentación de la película.

Por esas horas también me pregunto si en el barrio de la Boca sucederá alguna imagen, digna de un afiche como este.

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El material es brilloso, de primera línea, aunque todos sabemos que se depende de mucho más que buena técnica para alcanzar la gloria casi en cualquier terreno de la vida. Se necesita conexión sobre todo. En un momento de transición como este es casi obligatorio entender que lo que queda es la aparición de los héroes. Ese distinto capaz de estar esperando, al acecho, la chance de regalar a una cancha de fútbol el grito más ansiado desde que la pelotita empieza a rodar. 

Aquel milagro del que hablaba en la primera línea es el que divide a los perseverantes alentadores de la camiseta nacional y los que dicen estar hartos de un grupo de jugadores a los que les tocó llegar a etapas decisivas y siempre quedarse con las manos vacías.

Martín Palermo es de los futbolistas a los que no le alcanzaron las manos para contener tanta gloria, tanta algarabía popular. Extrañamos a esos héroes y no podemos pretender que en cada partido ocurra lo imposible -me gustaría introducir el adjetivo ‘’palermitano’’ para describir lo casi irrealizable, aunque se preste a confusión- pero sin duda el combustible para continuar creyendo ilusamente en este hermoso espectáculo.

Esta tarde quizá se le ponga punto final a una época de grandes actuaciones en materia de resultados, aunque de poco vuelo futbolístico salvando las pinceladas de Lionel Messi y sin títulos. Pero quizá también, incluso desde el banco, el espíritu del goleador idílico esté esperando en uno de los asientos de la Bombonera para agregar una cuota más de hechos memorables a la leyenda de la camiseta argentina.