Hace frííííío. En Viena hace hoy mucho frío, aunque mi piel está poco curtida en comparación y en la marcha había hasta mujeres en camperita ligera mientras que, tanto yo como varias latinoamericanas, nos clavamos los guantes, bufanda, camperones y medias térmicas. Pero ahí estábamos, amuchaditas en una plaza bastante llena que pedía que por favor se le pague lo mismo a las mujeres que a los hombres. Es que ese es el primer problema de las vienesas respecto al machismo. Ese es el mayor conflicto, no el femicidio ni el acoso ni el aborto: la brecha salarial. 

Estoy acá de vacaciones, vine a conocer a dos hermanxs que me enteré hace muy pocos meses que tenía y que son austriacxs, me volví loca con el dato, hablé un poco con ellos y decidi(mos) conocernos. Saqué pasajes en esta fecha y caí en la cuenta de que no iba a estar en Argentina en uno de los días más importantes del año, el día en el que millones de mujeres de muchos países del mundo iban a frenar todas sus actividades para pelear por nuestros derechos. Me puse triste pero gracias a una compañera también me puse en contacto con una chica argentina que vive acá y participé del Ni Una Menos austríaco. 

En Viena hay cuatro horas de diferencia, mientras escribo esta nota acá son las doce de la noche y la marcha ya pasó, ya estuve, ya levanté el cartel, grité, lloriqueé y aplaudí a Natalia, una argentina que vive acá hace 14 años y que canta ópera, que se animó a regalarnos una estrofa de un hermoso tema arriba del escenario. Un tema en español, delante de cientos de austríacas que miraban un poco como awww y otro poco como qué estará diciendo esta mujer. Misma cara que puse yo durante todo el evento, por supuesto, porque de alemán no entiendo nada. Estuve un buen rato, había dos flujos importantes de gente, estaban las abolicionistas y quienes luchan por los derechos de las trabajadoras sexuales. No pudieron con sus diferencias y marcharon separadas. Punto para nuestro país que sí pudo ♥ 

La verdad es que como experiencia fue genial y es algo que me lo voy a guardar siempre, pero el frío y el miedo de perderme en esta ciudad desconocida, hicieron que el romanticismo de la anécdota desaparezca y vuelva al departamento. Ahora es medianoche mientras que en Argentina es momento de comerse un choripan en la plaza llenisísima de personas enojadas, valientes y unidas en una sola y hermosa palabra: sororidad. 

Mientras tanto acá, no sé, cinco grados aproximandamente, un tecito que espera enfriar para ser tomado y yo que miro por las redes sociales cómo crece, con qué rapidez lo hace, este feminismo imparable dentro y fuera de nosotras. Me desespero porque quiero estar ahí, ahí donde toda esta gran marcha nació, ahí donde se dijo el primer BASTA en la voz de miles de mujeres en una plaza atiborrada. No me quiero imaginar la piel de gallina de muchas, las sonrisas cruzadas, las ganas de llorar de cientos que se miran, se sienten y se dan cuenta casi por primera vez que ya no estamos nunca más solas, que ya esto que sentimos, este lugar que fuimos buscando, nos pertenece de pe a pa, desde el primer derecho hasta el ultimo. 

Ya había terminado el texto pero antes de irme a dormir leí que hubo disturbios. Chicas que incendiaron la catedral fueron reprimidas con gases y balas de goma. Pero no solo eso, cuando el descontrol se desarmó un poco, la policía salió a cazar mujeres para llevarlas presas. No importó si ellas habían estado dentro del quilombo, si habían hecho algún disturbio o no. Se llevaron a chicas que nada tenían que ver con todo eso y de los pelos. "Las chicas están en calabozos cagadas a palos", me dijo una amiga que estaba trabajando para cubrir la marcha y la cana les rompió las cámaras y todo el material de laburo. 

Después de estas cuestiones tan horribles que nos recuerdan a épocas siniestras, empecé a leer algunos comentarios que justificaban el accionar policial por un lado y lamentaban que la marcha se vea empañada por la violencia. La verdad es que después de eso me pregunté si realmente se veía empañada, si realmente era importante que los medios que no la cubrieron durante la cubran sólo si hay disturbios. Y me pregunto también, ¿a quién tenemos que convencer de que esta lucha es legítima? ¿De verdad aún tenemos que contar que nadie puede evitar la violencia salvo quien la ejerce? ¿Que somos el movimiento más heterogéneo que existe? ¿Que la bronca que hay contra la policía y la iglesia es grande? ¿Que es la policía la que no nos protege y en muchos casos la que nos maltrata, golpea o viola por acción u omisión? ¿Que es la iglesia la que durante años prendió fuego a mujeres vivas acusándolas de brujas cuando en realidad eran mujeres sabias que ponían en peligro la superioridad varonil? ¿Que hoy mueren mujeres que no pueden abortar en una clínica privada porque la iglesia decide que hacemos con nuestro cuerpo? A esta altura del partido, respondo, creo que no tenemos que convencerte de todas estas cuestiones. Primero porque están a la vista, porque salen todos los días en el noticiero, porque el machismo es tan claro que enfurece y si todavía no lo entendiste, temo que no lo vas a entender más. Segundo porque estoy convencida de que no tenemos que dar tantas explicaciones como las que damos por una lucha tan legítima y hermosa como esta. Lentamente el patriarcado se va a caer y se va a llevar consigo a la misoginia que tanto mal nos hace.

Es que hay algo que tal vez no se entienda. Las mujeres que estaban en esa marcha no necesitan convencerse, no necesitan estar seguras de que ese es el camino, de que ninguna lucha se gana pidiendo permiso. Cuando te pones los lentes violetas ya nada es igual, ya nada es lo mismo. Y no hay manera de sacárselos, porque no se puede, claro, pero ademas porque no queremos mirar el mundo nunca más sin esta perspectiva de género que tanta paz y seguridad le trae a nuestras ideas. Aunque quiera, ya no puedo, sé, estoy convencida, así como cientos y cientos de mujeres, de que es por acá, de que no hay lucha ni derechos que no se consiguan juntas, en Argentina, Italia, Estados Unidos o Viena, todas con una misma idea en la cabeza, con un mismo deseo en el corazon: igualdad.  

En realidad iba a poner vivir sin miedo, pero la verdad es que acá, al menos, las mujeres no viven con miedo. Cuando caminan por la calle ningún hombre les recuerda la cantidad de cosas que le haría si eso no fuera un delito. Es casi inexistente el acoso callejero, son muy respetuosos y están muy controlados por el Estado los espacios en donde los abusos se concretan. Eso sin contar que el idioma tiene neutro y cuando no, se le agrega el género femenino a todo. Estar acá y hablar de estas cuestiones con su gente me hizo dar cuenta de que aunque estamos muy lejos, es en esta dirección a la que vamos. Y si existe, salvando contextos y distancias, es porque es real y si es real es porque se puede.

Aún así no me vendo (?) porque la militancia de nuestro país es maravillosa y no tiene comparación. Así que pese al final amargo que nos regaló la fuerza policial, gracias Argentina por este feminismo hermoso que nos das. En donde todas juntas caminamos de la mano con nuestras diferencias ideológicas y sociales a cuestas. Estoy bastante enamorada de vos.