Llegué a España el 22 de febrero y desde entonces las cosas cambiaron muchísimo. Al arribar a Madrid la gente salía a tomar su cerveza, cumplía horario en sus trabajos, viajaba en subte, asistía a espectaculos; en definitiva lo que sucede en cualquier gran ciudad con una gran masa de población y un gran movimiento de turistas.

Para esa fecha el norte de Italia estaba tomando recaudos ante la enorme ola de contagio pero acá, en Madrid, la vida seguía como siempre. Incluso una semana antes de las medidas de restricción del gobierno sucedió la marcha por el día de la mujer que agrupó a nada menos que a 120 mil personas por las calles.

El coronavirus ya era una noticia recurrente pero las ciudades seguían su curso normal. Se podían visitar museos, palacios, viajar en micro o tren. Cuando los casos ascendían a más de mil el gobierno decidió suspender las clases y ahí, al menos en Madrid, la gente tomó conciencia.

Los supermercados comenzaron a estar desabastecidos. Faltaban productos lacteos, carnes, y verduras. La gente en un estado de psicosis comenzó a agotar productos como papel higiénico, barbijos y alcohol en gel. Se empezó a promover el #quedateencasa y se pidió a las empresas que la gente haga teletrabajo.

Posteriormente se cerraron los negocios de todo lo que no implique artículos de farmacia y supermercados. Hasta que el sábado pasado se tomó la medida más extrema: se estableció el estado de alerta que impide la libre circulación de ciudadanos. Es la segunda vez en periodo democrático que se toma.

No se puede andar por las calles en grupo. Te puede llegar a parar la policía y hacerte una multa o incluso detenerte. No se puede andar en transporte público salvo en casos de extrema urgencia. Nadie se puede movilizar de una vivienda a otra si no es estrictamente necesario. 

Los farmacéuticos te atienden con barbijo, guantes y a una distancia de dos metros. Lo mismo que las colas en los supermercados. La gente debe ir sola y cumplir la distancia obligatoria. Si el local es pequeño solamente se permite estar adentro a dos personas. Los perros hay que pasearlos en el perímetro de tu vivienda no en parques o plazas.

Todas las noches los madrileños salen a los balcones y aplauden fuerte, golpean cacerolas, o prenden sus celulares. Por WhatsApp hay cadenas y todos los días dedican esos minutos de reconocimiento masivo a los labores de los sanitaritas, de los empleados de supermercados y de quienes están padeciendo el coronavirus y están internados.

Tenía la vuelta prevista para el miércoles pero por el cierre de fronteras el pasaje fue reprogramado. Hoy por hoy mi tarea es intentar acceder a un vuelo para regresar a la Argentina. Mientras tanto con mis compañeros cumplimos con la cuarentena obligatoria hacemos actividad física en el departamento, charlamos, y solo salimos para abastecernos o sacar a las mascotas.

Al principio me llamó la atención que en Argentina se hablara de que los extranjeros tenían que estar recluidos días al volver siendo que acá, en España, la gente circulaba con normalidad pese a tener casi mil casos. Después entendí que la gente, nosotros y el gobierno subestimó el alcance del virus y la rápida propagación.

Hoy creo que Argentina está haciendo una tarea de prevención muy importante teniendo en cuenta los errores que se cometieron tanto en Italia como en España. No hay que esperar. El coronavirus se contagia muy rápido y así de rápido colapsa los sistemas de salud.

La cuarentena obligatoria es muy necesaria pero, además, es imprescindible tener conciencia pese a que no se haya viajado al exterior o no se haya tenido contacto con un paciente sospechoso o positivo. La distancia social es tan necesaria asi como lavarse las manos, o no tocarse la cara.

Los casos disminuyen si entre todos cumplimos las normas y somos solidarios: no hay que adquirir productos que no necesitamos, y tenemos que ayudar al que debe estar recluido si o si porque es un posible paciente de riesgo. Es una buena idea preguntarles a las personas mayores o inmunodeprimidas que vivan solas si necesitan que les hagamos las compras, por ejemplo.