"Bueno, voy a intentar hacer la nota y si no me sale sigo con el resto de las cosas". Así le dije a mi editor respecto a esta columna de opinión porque no es un tema que no se haya hablado, pero parece que todavía hace falta seguir remarcándolo así que desde este humilde espacio lo haré.

Anoche Maju Lozano tuiteó una secuencia chota en un bar y la describió con detalles. Estaba con unas amigas cuando un tipo le tocó la espalda varias veces, mientras ella pedía que pare y él se reía con sus amigos. Me desayuné esa historia que, seamos sinceras, no es más que lo que nos sucede siempre en distintos ámbitos y lugares. 

El tema es nuestro cuerpo. Ese límite que se supone que nadie pasa, tan propio, tan de seguridad personal, de privacidad. Esos veinte o treinta centímetros MÍNIMO para empezar a hablar, para acercarse a la otredad son reglas básicas. No vas a susurrarle seis veinticinco hasta Boedo al chofer del bondi ni a tocarle la mano al kiosquero para pedirle unos mogul. No, nosotras no lo hacemos. Ellos sí. 

Hace un tiempo hice una columna sobre cómo los tipos nos toquetean en bares y boliches porque me impresionó la cantidad de anécdotas que me fueron contando por las redes. En este caso vuelve a pasar lo mismo y otra vez nuestro cuerpo como campo de batalla está en juego. 
Entonces siento la necesidad de hablar de esto. Otra vez. ¿Cómo se te ocurre que tocarme está bien? ¿Por qué llegás hasta ahí? Bueno, creo que ya quien me lee sabe las razones que hay detrás, que este mundo horrible nos muestra como objetos a consumir, como presas a cazar, sin voluntad propia, decisión o deseo. Que la onda es cacharnos, no importa lo que querramos o no querramos. Que ese inocente y falaz "Las chicas no saben lo que quieren" sigue con un siniestro "entonces decidimos nosotros por ellas". Pero parece que hay muchos tipos que no lo saben, que nos siguen llamando exageradas o histéricas o locas. Porque, obvio, cuando Lozano se quejó, fue "la loca de la mesa de al lado". 

Pero además de eso hay otro temita a tratar (?) que estuvo dando vueltas en el debate. Las famosas "nudes". Parece que unos vivos armaron una página en la que suben fotos de chicas en bolas que esas chicas, a su vez, suben a sus instagrams personales. Como si no hubiera ya el suficiente porno para esos vivos. Pero eso no es todo, porque de última, subir una foto tuya en bombacha, si así lo decidís, no está nada mal, son tus decisiones, tu cuerpo y tus ganas, el problema es que además de robarse esas imágenes, ¡se nos juzga por eso! O sea, ellos consumen pero a la vez condenan la acción. 

"Ahhh qué puta mirá esa foto que subiste, no me importa que esa foto la haya robado un amigo y se haya cagado en tu privacidad, me voy a hacer una paja pensando en vos y en lo puta que sos aunque la foto no es para mi y pienso en lo mal que está lo que hacés porque una mina no tiene sexualidad pero cómo me gusta y qué puta". ¿ACASO NADIE VE QUE TODO ESE PLANTEO ESTÁ MUY MAL? ¿Acaso no se nota la hipocresía y la forrada de cómo opera el sistema que nos exige y nos condena, que nos oprime sexualmente porque sólo quiere que seamos madres y cuando nos salimos de esa etiqueta nos castiga pero nos consume con una pulsión siniestra? Sí, ya sé, a esta altura del partido son obviedades para nosotras, ¿pero para ellos?

Es hora de que los tipos hagan un click y tengan valentía para frenar a sus amigos en estas cosas porque ustedes, varones, son los que en ese contexto pueden hacer la diferencia. El chabón que me toca en un bar rodeado de amigos que se ríen como hienas, no lo está haciendo para nosotras, a nosotras nos utiliza para contarse y contarte a vos, que sos su amigo, que tiene la pija tan grande que le falta el respeto a una mina y se la banca. Porque para muchos, forrearnos es la manera de reafirmar su masculinidad frente al resto de los hombres. Las violaciones, por ejemplo y según Rita Segato, son exactamente eso: marcar con un acto tremendamente violento y cruento quién manda por sobre quién.  

Me sorprende cómo los chabones todavía no se den cuenta de las tremendas consecuencias de que este sistema nos presente como cosas a consumir, que no se entienda que nuestra privacidad vale, que no se indignen con grito en el cielo, con peleas fuertes entre ellos cuando pasan cosas así. Que no entiendan todavía que nuestro espacio personal existe y nuestra necesidad a estar tranquilas y vivir nuestro erotismo sin ser juzgadas es un derecho que ni él ni sus amigos están respetando.

Y yo entiendo que cuesta, que el machismo es un monstruo tan gigante que aplasta y adoctrina desde las cuestiones más chiquititas como esa escobita para ella y esa caja de herramientas para él, pero basta. Si sos tipo, sos piola y estás leyendo esta columna sabé que tenés responsabilidad acá, que nosotras ya no nos callamos pero que con eso no alcanza. Están en donde nosotras no estamos, hagan algo al respecto.  

Lozano se pone triste porque dice que nos falta mucho, pero creo que desde el preciso momento en el que ella se da cuenta de cuánto nos falta, de que cada una de nosotras lo nota, falta mucho menos.