Un desocupado es una tragedia y doscientos mil desocupados son una estadística. Hace muchos años definí a la estadística como una forma de tabular lo que se desconoce, para ignorarlo en profundidad. El macrismo ha invertido el sentido de los índices: los que deben subir, bajan y los que deben bajar, suben. Así caen los salarios, las jubilaciones, la producción, la recaudación impositiva, el PBI, y suben la desocupación, la pobreza, la indigencia,  los cartoneros, la cantidad de argentinos que acuden a los comedores, y hasta se regresa al trueque.

De pronto las estadísticas dejan de ser números. Son rostros. Son miles de argentinos del subsuelo que arrancan en Liniers y llegan a Plaza de Mayo. Los que sufren la informalidad laboral, los que han perdido las changas que le ayudaban a llegar a fin de mes, los que han sido despedidos de sus trabajos.

Las tres organizaciones sociales que organizaron la marcha y son referentes de cada una de ellas, fueron los oradores de la Plaza: Daniel Menéndez, de Barrios de Pie; Amancay Ardura, de la Corriente Clasista y Combativa; y Esteban Castro, de los Trabajadores de las Economías Populares, todos bajo la cobertura del Papa Francisco, quien juega un papel trascendente: envió una carta donde hay, entre otros,  un párrafo  significativo: “A San Cayetano pedimos pan y trabajo. El pan es más fácil conseguirlo porque siempre hay alguna persona o institución buena que te lo acerca, al menos en Argentina donde nuestro pueblo es solidario. Hay lugares en el mundo que ni esa posibilidad tienen. Pero trabajo es tan difícil lograrlo sobre todo cuando seguimos viviendo momentos en los cuales los índices de desocupación son significativamente altos.”

Los pies avanzan. No los mueve el resentimiento sino la esperanza de detener el curso que ha tomado la historia en los últimos ocho meses. No quieren cambiar el sistema sino tener un lugar digno en él.  Una pancarta, entre muchas, demuestra la inagotable sabiduría popular: “En el país de la fantasía, se trabajaba y se comía”  

El padre Eduardo Farrell, uno de los curas de Opción por los Pobres, realiza una misa de las tantas que se celebraron. Mientras camina, podría decir lo que afirmaba el rabino Abraham Joshua Herschel, al lado de Martín Luther King, en la formidable lucha por los derechos civiles de los negros: “En esta larga marcha los que oraban eran mis pies”

Se elevan las consignas: “Tierra, Techo y Trabajo”.  En otra pancarta se lee: “Pan, Paz y Trabajo.”

Una anciana de 92 años pide que la coloquen en la vereda para saludar a los manifestantes.

Mucha gente conocida se suma: Gustavo Vera, muy cercano al Papa, de la Fundación  “La Alameda”; Hugo Yasky, de la CTA; Pablo Biro, de los Pilotos, Sergio Palazzo, de los Bancarios; Roberto Baradel, de Suteba; Hugo Godoy, de ATE; Nora Cortiñas, de Madres de  Plaza de Mayo-Línea Fundadora; Osvaldo Bayer, Adolfo Pérez Esquivel, Jorge Taiana, Fernando Navarro y Emilio Pérsico, del Movimiento Evita; Víctor De Gennaro, sindicalista histórico; el senador Juan Manuel Abal Medina; el presidente del Partido Justicialista porteño Víctor Santamaría; los intendentes de San Martín, Gabriel Katopodis y de Merlo Gustavo Menéndez; el ex juez de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni; integrantes de la Pastoral Social de la Iglesia y de la organización Misioneros de Francisco, en una lista meramente enunciativa.  

Uno de los que adhirió a la Marcha es Juan Grabois, cofundador de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, consultor del Consejo Pontificio de Justicia  y Paz, muy cercano al Papa, quien escribió en La Nación el jueves 4 de agosto: “En la esquina de mi casa hay una verdulería. Antes pasaba un paisano en una chata desvencijada a buscar las sobras para los chanchos. Últimamente veo señoras sin camioneta, pero con los pibes a cuestas. Cuando miro para saludar -en mi barrio la gente todavía se saluda-, bajan la cabeza. Lo que rescatan no es para los chanchos. La Argentina no está bien. Tampoco lo estaba hace un año ni hace diez. Pero hoy está peor. Falta pan. El espectáculo ha creado una falsa grieta mientras la verdadera se ensancha cada día. La fractura que se profundiza en nuestra sociedad, silenciosa como el movimiento de las placas tectónicas, no se televisa ni se tuitea. Sin embargo, desde el subsuelo de la patria, los descamisados hacen oír su grito, un clamor que se sintetiza en tres palabras que universalizó el papa Francisco y son ya bandera de lucha para millones de excluidos en todo el planeta: tierra, techo y trabajo. De eso se trata la movilización del domingo……. Ninguno de ellos -ni los que están organizados ni los que se la rebuscan solos- quiere volver a cortar una ruta por un bolsón de comida ni hurgar en la verdulería. Quieren seguir haciendo lo que hacen: trabajar. Y merecen los mismos derechos que cualquier otro trabajador. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) reclama su inclusión laboral y un salario social complementario para que ninguno esté bajo la línea de pobreza. La paz está en peligro cuando escasea el pan y se complica el trabajo. Luchamos desde la memoria histórica de nuestro pueblo porque queremos paz. Luchamos, ayer y hoy, porque rechazamos tanto la manipulación política del sufrimiento ajeno como la represión de los reclamos populares. Los movimientos queremos pan para hoy, pero no hambre para mañana: tenemos reclamos inmediatos, pero también una utopía que proponer, que contempla la reforma agraria, la integración urbana y la inclusión laboral. Marchamos por una sociedad sin esclavos ni excluidos, con tierra, techo y trabajo para todos.”

El dirigente Gildo Onorato, de la conducción Nacional del CTEP,  sostiene: “El Estado que antes intentaba contenerte hoy te expulsa”

Los pies caminan. Los pies avanzan. Van llegando a la histórica plaza. Un grupo, seguramente cansados  de los denuestos habituales grita: “Nosotros militamos con el alma y el corazón”

Las campañas de estigmatización de la política y la militancia han prendido en franjas importantes de la ciudadanía. El notable dirigente sindical Germán Abdala, muerto a los 38 años, en los gélidos noventa sostenía con su enorme claridad: "Los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas o de las corporaciones. El pueblo sí necesita la política, porque es la única manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas."

Las tres organizaciones sociales convocantes, seguramente sin saberlo, con su actitud mancomunada han hecho suya una frase del escritor  Gustave Flaubert: “No son las perlas las que hacen el collar, es el hilo”

Cuando el subsuelo se mueve, es cobarde ser neutral. Porque como afirmaba el premio Nobel sudafricano Desmond Tutú:  “Si sos neutral en situaciones de injusticia, elegiste estar con el opresor. Si un elefante pisa sobre la cola de un ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad”

Los pies seguirán caminando.

El subsuelo se mueve.