Entregárselo “a quien hubiera producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal”, testamentó Alfred Nobel una parte de la inmensa fortuna que le produjo la dinamita para destinarla al premio de literatura que llevaría su nombre y apellido desde 1901, cuando lo ganó el francés Sully Prudhomme.

De los nueve que le siguieron en la primera década del siglo pasado, al final de la cual falleció el gran León Tolstoi sin haber obtenido semejante reconocimiento, solo recordamos al Rudyard Kipling… El resto, incluido Prudhomme, ha pasado a un (¿merecido?) ostracismo.

Tratándose de uno de los dos Nobel más ‘populares’ (junto al devaluado de la Paz, otorgado a tipos como Barack Obama y Shimon Peres, virtuales criminales de guerra) y, como el mencionado entre paréntesis, el que se entrega a partir de parámetros subjetivos y simbólicos, a nadie debe extrañar que este año se le haya otorgado al músico-letrista norteamericano Bob Dylan.

Me gusta Dylan (un poco más Thomas, que no lo ganó), pero lo que hace Bob no es literatura, como tampoco la hacía la galardonada el año pasado, la bielorrusa Svetlana Alexievich. Estamos ante uno de los más grandes letristas del siglo XX, casi un revolucionario en el género, pero no debería alcanzar para ganar un premio literario como tampoco podría para otro destinado al ensayo, si hablamos de palabras unidas unas con las otras.

No obstante, la vocera de la Svenska Akademien destacó al hacer el anuncio este jueves que el jurado había valorado a Bob Dylan por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”.

Es probable que en los próximos meses alguna editorial publique finalmente un merecido volumen con todas las letras del músico de 75 años, cuyo último trabajo apareció este año y se titula Fallen Angels; pero hasta el momento de escribir este breve artículo no conocemos acabadamente las “nuevas expresiones poéticas” de Dylan ya que sus letras las admiramos y disfrutamos en la música que compone.

Letras y acordes unidos: música, no literatura. (Ni siquiera pueden considerarse a tal fin dos volúmenes escritos por él y publicados como Tarántula y Crónicas. Volumen 1, amago de autobiografía que no continuó.)

Tal vez tengamos que ir entendiendo que, además de premiar autores que han pasado al cesto de basura de los tiempos, en más de un siglo la Academia Sueca no haya premiado a esta sumaria, aleatoria e inacabada lista de escritores que seguimos y seguiremos leyendo probablemente en los siglos venideros: