El mejor de los nacidos en 1977.

El más ganador del básquet nacional, sudamericano y FIBA. Su línea de tiempo es demoledora.

2001 Manu se fue a Europa y fue el mejor, ahora hay videos, miralos, es exultante su juego, soberbio -en el mejor y peor sentido de la palabra-. Campeón en Italia y Euroliga, elegido el jugador más valioso de las finales. Con ese cartel llegó a la NBA, como el mejor de Europa.

2002 Subcampeón del mundo con Argentina tras vencer a sus futuros compañeros norteamericanos y perder la final con la potencia mundial no yanqui del deporte.

2003 Debut y anillo con Spurs como bienvenida a la gloria.

2004 Oro olímpico en Atenas, con palomita vengativa a la potencia mundial no yanqui, remontada histórica ante Grecia -local y en ese momento con más historia que Argentina- otra vez batacazo ante el Dream Team y final trabajada y Oro ante Italia. La cima del mundo a sus pies, la historia colgada del pecho, brillando. Ni en sueños. 

2005 Segundo anillo con los Spurs y un rol de-ci-si-vo en el equipo, casi MVP de las finales ¡Arrollador!

2006 Mundial de Japón, penetración en semis ante España y apertura para Chapu y ese triple que no entró y todavía hoy nos estamos lamentando con mi hermano menor en el sillón de la casa que nos vio crecer. En la otra semi de esa Copa del Mundo Grecia, sí, la Grecia a la que la Generación Dorada le había arruinado la fiesta del podio en los JJOO eliminaba al Dream Team. Al otro día había que intentar ganarle y no daba vencer por tercera vez consecutiva a Estados Unidos, asi que cuarto puesto.

2007 Otro anillo NBA, el tercero ¡basta!

2008 Bronce en Beijing, mítica omnipresencia en el partido ante Lituania que fue como si hubiera estado en la cancha. Es que Manu se lesionó el tobillo, y así lo contó: "Ya me había pasado en 2002 y haber jugado roto fue contraproducente para el equipo, así que probé un rato antes del partido y me di cuenta que no estaba para jugar... entré al vestuario y me largué a llorar". Sus compañeros vieron eso, el león con la cabeza entre las piernas desenrollándose las vendas a moco tendido. Y salieron a comerse a Lituania, con Nocioni como figura pese a una tendinitis en la rodilla. El otro soy yo, el equipo es el otro. Fabricio Oberto dice que el mejor partido que jugó fue la final contra Italia por el Oro ¡Pero él no jugó, tenía fracturado un dedo!

2009-10 Entre lesiones y amenazas de su franquicia para que priorizara San Antonio, debió perderse el Mundial de Turquía 2010. Allí, Argentina le ganó a Brasil en octavos, pero después cayó ante la Lituania que haría podio en los mundiales siguientes. 

2011 Con 33 años, parecía que se acababa todo. Y no, titular en los Spurs, la rompe y juega su segundo juego de las Estrellas, pero se vuelve a lesionar (aunque como Maradona con el tobillo hinchado, una noche mete 33 puntos ante Memphis) y SA queda afuera en Playoff.

2012 Casi bronce en Londres. Triunfazo ante Brasil en cuartos, derrota ante el Dream Team y a pelear medalla ante Rusia. Un mal cierre de partido y derrota por 4 puntos. Nada que reprochar. Legado en marcha.

2013 Final perdida ante el Miami de LeBron que todavía Manu sigue lamentándose, por un rebote perdido, otra marca y esos tiro libres. Tres anillos y una final perdida, podría haber sido la última.

2014 Anillo NBA, el cuarto ¡Supremo! El extranjero más ganador junto a Antonio Parker. Figurate que de los que juegan ahora ninguno tiene cuatro anillos. Magic Jhonson tiene 5. LeBron suma 3 aunque alguno más puede ganar y alcanzarlo, je. En el Mundial de España, la Selección cae en octavos: Brasil nos eliminó feo en una de las pocas derrotas de la GD ante la 'Verdeamarelha'.

2015 Empieza la cuenta regresiva, la NBA comienza a reconocerlo más. A él y al trío más ganador que integró junto a Duncan y el francés. La jugada que Manu les llevó de Europa, ese amacarse dando pasos sobre una y otra pierna antes de la bandeja o la volcada a la que bautizaron 'Eurostep' y que cambió el básquet para siempre es copiada y sello. De las nuevas figuras también: la hacen Harden, LeBron, Durant.

2016-2017 Juegos Olímpicos épicos, por los triunfos -Croacia y Brasil- y también por las derrotas -Lituania, España y USA-. Despedida de ensueños con la monada coreando su nombre y el llanto a flor de piel. No más con la celeste y blanca. En la NBA derrota ante los nuevos reyes: Golden State, tampoco nada que reprocharse. Y mucho que agradecer, el gorro a Harden, entre tanto.

2017-18 Sin el as de espadas de la franquicia, Manu debería asumir un rol más protagónico. Nadie pensó que a los 40 estaba para eso y lo mismo rindió al máximo, ganando partidos con penetraciones o triples (Dallas y Boston) en bolas calientes de partido, con el nervio aún del siempre joven que compite en el nivel más alto, el propio.

Y fin.

Fueron madrugadas frente a la compu para no perderme la que -estaba seguro- sería la última. Como nunca antes, su básquet me llamó a verlo en vivo. Tan sagrado fue el ritual casi noche por medio que si una de estas noches entro en la cocina mi hijo (tres años por cumplir) pregunta entre lenguas: "Vas a ver basqueto papi". He llegado al laburo como loco por lo visto en vivo de la bestia, definidor de partidos, técnico adentro de la cancha, referencia de la transmisión yanqui de tv. No me la contaron, no me la conté yo como periodista al otro día. Lo vi en vivo. Vi casi todos los partidos de Gino de su último año de básquet. Y fue soberbio, por lo sobrio a veces, por lo decisivo, mental, técnico y táctico.

Emanuel es el mejor nacido en mi año, 1977. Y voy a explicar por qué creo que sí, que es el mejor deportista de nuestra historia. Y va más allá de logros comparados con Fangio, Monzón, Maradona o Messi. Y no incluyo al resto porque llegar una vez a la cima no es mantenerse 16 años y más ¡como precisé en la línea de tiempo! Ginóbili, que siempre jugó en equipo, Spurs y la Generación Dorada, no es fruto de una individualidad. Manu es producto de un club de barrio, hijo de una ciudad y de una Liga Nacional, de una Generación.

Sin esos valores y códigos no podría haber sido el mejor; y si bien, el talento propio lo hace el mejor es indivisible del cómo, de las formas y el camino. Porque el lema de la GD y de los deportistas de elite -también de algunos amateurs- es que no hay camino para el aprendizaje, sino que el camino (cualquiera sea el resultado) es el aprendizaje. Pero sobre todo, Emanuel Ginóbili es el mejor deportista de la historia de este bendIto ispa por su legado, el individual y el colectivo, el de la Generación Dorada.

Es cuasi peronista la sentencia: primero la Selección, después la GD y por úlitmo los hombres, los nombres. Tanto que antes de una competencia, llamó al entrenador para que no dude, para decirle que el capitán de la Selección debía seguir siendo Scola y no él.

Que hoy el equipo de básquet sea sagrado más allá de cualquier figura, también es su culpa. Que soñemos con el presente y futuro de Campazzo, Vildoza, Garino y Fjellerup es su culpa, de Manu y su generación.

Por resultados, carrera individual y colectiva, por récords personales y de equipos, conducta, camino recorrido, por la agresividad y la entrega en el juego sin alejarse del respeto hacia el rival, porque esa es la mejor manera de no subestimar y de honrar la frase de cabecera: no hay cosa chica. Ni adentro ni afuera de la cancha.
Ginóbili es una mente terriblemente competitiva, un animal mental que recuerda hasta cuántos compañeros y técnicos tuvo (¡dio ese dato en la columna que escribió hoy para La Nación!) en toda su carrera.

Al que no se le escapó nada, venció al reloj y al tiempo, con arrollador talento de aro a aro, precisión a distancia o con una palomita épica.
Inolvidable, como Emanuel Ginóbili y la Generación Dorada, su legado ya clavado en el cartel del tiempo
¡Para siempre!