Argentina padeció con Irán otro partido de una Copa del Mundo, en vez de asumirlo, jugarlo –con el sentido todo de esa palabra-, y por sobre todo, disfrutarlo. Se trata simplemente de hacer la tuya, de que no te saque de partido ni el público, ni el calor, ni el rival encerrado en su área. El escriba pensó que los jugadores de este equipo, acostumbrados en sus clubes a lidiar cada fin de semana con equipos chicos a los que cuesta doblegar, mostrarían esa misma inteligencia o más, ese temple y sapiencia, para no caer en la desesperación y el error de ir por el camino menos conducente.
Y chocar: caer en las redes de la propuesta iraní es preocupante. Y recuerdo: Di María estuvo 110 minutos en la final de la Champions con su Real ante Atlético esperando el momento para dar el zarpaso. El propio Zabaleta en la anteúltima fecha de la Premier, fue la llave del Manchester City para abrir un partido que debía ganar y lo hizo yendo siempre al ataque, sin pausa y sin prisa, y lo logró a sólo 20 minutos. Dos de sus excursiones terminaron en los goles del City. Saben Messi y Mascherano de ese taladrar constante con Barcelona. Otro tanto Agüero e Higuaín.
¿Entonces? Nervio escénico ¿Quién les ha metido en la cabeza a estos jugadores que deben dar espectáculo o hacer de a cinco goles? Si el técnico pregona lo contrario ¿Quién debe convencerlos de que deben rodear a Messi al borde del área para que tenga una o más descargas o esa falsa referencia para arrastrarle marcas?
Hay cuestiones que en este Mundial andan al revés. El que hace de pared en el tándem por izquierda es Di María y no Rojo u otro. Ni Agüero ni Higuaín se volcaron a la derecha cuando pasó Zabaleta como sí lo hizo Lavezzi, para que Messi terminara haciendo lo que hizo en el último minuto. Gago esta vez corrió hacia los costados y no fue vertical. Mascherano saltó líneas con pases erráticos en vez de jugar en corto con paciencia. Y lo peor: no achicó hacia adelante y corrió de atrás ese contragolpe iraní que terminó en la estupenda volada del arquero para arrojar el papelón que hubiera sido, al córner.
Hasta eso anda al revés para Argentina: que Romero vuelva a lucir seguro y clave para ganar un partido que si se perdía no se podía protestar mucho. Está al revés que Alejandro, el DT, confíe en Federico Fernández, cuando no da confianza. Fue su jugador, lo conoce más que nadie para saber que si ante Irán no anticipa, comete faltas evitables y pierde la marca en un contragolpe por dos metros cuando con el único oponente al  que tiene marcar –al cabezazo que frenó Romero me refiero-. Fernández no cortó la diagonal en el gol de Bosnia, y tuvo ante Irán un partido nefasto. Alejandro, ¿no debiera jugar en su lugar uno de los tres centrales que llevó. Demichelis -juega con Zabaleta al lado en el City-, Campagnaro o Basanta, todos de más experiencia que el joven del Nápoli?
Que Argentina, con cuatro estrellas adelante, dependa de una jugada de Messi incluso cuando sus últimos dos partidos hayan sido de cinco puntos, es preocupante. Lo positivo es que peor no se puede jugar. Lo positivo es que Argentina ya está clasificada a la segunda ronda. Lo positivo es que viene un rival que deja jugar, como Nigeria. Lo positivo es que Sabella le dará descanso a jugadores que llegaron a la Copa con el físico vapuleado o faltos de ritmo: Di María, Kun, el Pipa y Gago.
Lo positivo es la confianza, en que el equipo acompañe por fin, de una buena vez, a un Messi que esta vez sí, es consciente de que tiene que aparecer y lo hizo -¡vaya si lo hizo con sus dos goles!-, cuando la selección más lo necesitó. Apareció pese a ser consciente de que estaba jugando mal, un término que no se condice con lo que obliga Lio, aún cuando está contrariado con la pelota.
Saben estos jugadores cómo hacerlo, no necesitan un memorándum de entendimiento, lo hacen en sus clubes con la misma presión y exitismo. Sólo es cuestión de soltarse, y jugar. Con las presiones, con el entorno, con la mochila de no ganar el trofeo hace rato. Es simplemente fútbol, más allá del dibujo táctico. Ante Nigeria, tienen la revancha para demostrarse a ustedes mismo todo eso. Nosotros ya lo sabemos.

Argentina padeció con Irán otro partido de una Copa del Mundo, en vez de asumirlo, jugarlo –con el sentido todo de esa palabra-, y por sobre todo, disfrutarlo. Se trata simplemente de hacer la tuya, de que no te saque de partido ni el público, ni el calor, ni el rival encerrado en su área. El escriba pensó que los jugadores de este equipo, acostumbrados en sus clubes a lidiar cada fin de semana con equipos chicos a los que cuesta doblegar, mostrarían esa misma inteligencia o más, ese temple y sapiencia, para no caer en la desesperación y el error de ir por el camino menos conducente.

Y chocar: caer en las redes de la propuesta iraní es preocupante. Y recuerdo: Di María estuvo 110 minutos en la final de la Champions con su Real ante Atlético esperando el momento para dar el zarpaso. El propio Zabaleta en la anteúltima fecha de la Premier, fue la llave del Manchester City para abrir un partido que debía ganar y lo hizo yendo siempre al ataque, sin pausa y sin prisa, y lo logró a sólo 20 minutos del final. Dos de sus excursiones terminaron en los goles del City. Saben Messi y Mascherano de ese taladrar constante con Barcelona. Otro tanto Agüero e Higuaín.

¿Entonces? Nervio escénico ¿Quién les ha metido en la cabeza a estos jugadores que deben dar espectáculo o hacer de a cinco goles? Si el técnico pregona lo contrario ¿Quién debe convencerlos de que deben rodear a Messi al borde del área para que tenga una o más descargas o esa falsa referencia para arrastrarle marcas?

Hay cuestiones que en este Mundial andan al revés. El que hace de pared en el tándem por izquierda es Di María y no Rojo u otro. Ni Agüero ni Higuaín se volcaron a la derecha cuando pasó Zabaleta como sí lo hizo Lavezzi, para que Messi terminara haciendo lo que hizo en el último minuto. Gago esta vez corrió hacia los costados y no fue vertical. Mascherano saltó líneas con pases erráticos en vez de jugar en corto con paciencia. Y lo peor: no achicó hacia adelante y corrió de atrás ese contragolpe iraní que terminó en la estupenda volada del arquero para arrojar el papelón que hubiera sido, al córner.

Hasta eso anda al revés para Argentina: que Romero vuelva a lucir seguro y clave para ganar un partido que si se perdía no se podía protestar mucho. Está al revés que Alejandro, el DT, confíe en Federico Fernández, cuando no da confianza. Fue su jugador, lo conoce más que nadie para saber que si ante Irán no anticipa, comete faltas evitables y pierde la marca en un contragolpe por dos metros con el único oponente al que debía marcar –al cabezazo que frenó Romero me refiero-. Fernández no cortó la diagonal en el gol de Bosnia, y tuvo ante Irán un partido nefasto. Alejandro, ¿no debiera jugar en su lugar uno de los tres centrales que llevó. Demichelis -juega con Zabaleta al lado en el City-, Campagnaro o Basanta, todos de más experiencia que el joven del Nápoli?

Que Argentina, con cuatro estrellas adelante, dependa de una jugada de Messi incluso cuando sus últimos dos partidos hayan sido de cinco puntos, es preocupante. Lo positivo es que peor no se puede jugar. Lo positivo es que Argentina ya está clasificada a la segunda ronda. Lo positivo es que viene un rival que deja jugar, como Nigeria, pero también que va a atacar con más volumen de juego que el de Bosnia e Irán. Lo positivo es que Sabella, uno imagina, le dará descanso a jugadores que llegaron a la Copa con el físico vapuleado o faltos de ritmo: Di María, Kun, el Pipa y Gago.

Y le dará rodaje a otros: Lavezzi, Enzo Pérez o Ricky Álvarez. Además de reemplazar a Rojo, el único amonestado, y que debe cuidar de una segunda amarilla ¿Jugará Basanta allí, o Campagnaro?

Lo positivo es la confianza, en que el equipo acompañe por fin, de una buena vez, a un Messi que esta vez sí es consciente de que tiene que aparecer y lo hizo -¡vaya si lo hizo con sus dos goles!-, cuando la selección más lo necesitó. Apareció pese a ser consciente de que estaba jugando mal, un término que no se condice con lo que obliga Lio, aún cuando está contrariado con la pelota.

Saben estos jugadores cómo hacerlo, no necesitan un memorándum de entendimiento, lo hacen en sus clubes con la misma presión y exitismo. Sólo es cuestión de soltarse, y jugar. Con las presiones, con el entorno, con la mochila de no ganar el trofeo hace rato. Es simplemente fútbol, más allá del dibujo táctico. Ante Nigeria, tienen la revancha para demostrarse a ustedes mismo todo eso. Nosotros ya lo sabemos.