Llegamos tarde, otra vez. Analizamos la muerte a partir de la muerte. Ahora pedimos que la justicia sea justa, que se sepa quién o quiénes fueron los asesinos y que “paguen” por el crimen cometido; ¿pero hay un precio que salde el dolor causado? El dolor de la madre, del padre, de la novia, de las amigas y amigos y de una sociedad que ya no soporta más tanta inseguridad y tanta violencia. Nada ni nadie le devolverá la vida a Fernando Báez Sosa ni a tantas víctimas del horror. Los análisis son intentos por comprender los móviles, las causas, con la ilusión de que el horror no se repita; aunque sabemos, y los hechos lo demuestran a diario, como el brutal homicidio del niño de 4 años y la violación de su madre en Puerto Deseado, Provincia de Santa Cruz, que estamos luchando contra monstruos que se multiplican. ¿Y de dónde salen estos monstruos? De nuestra sociedad, fabricados en el laboratorio del patriarcado, programados para generar violencia y demostrar qué es ser “macho”. Ritos machistas que vienen practicándose desde hace miles de años. Guerras. Violaciones. Esclavitud. El poder físico y económico como valor supremo, como forma de control y dominio.  ¿Cómo haremos para desarmar estas barbaries?

   El crimen de Fernando, entre tantos otros, nos mantiene en vilo porque representa una metáfora social de lo incorrecto, de lo que nos hace mal. El asesinato de Fernando desnuda el machismo, la desigualdad social, la violencia de ciertos adolescentes, y la construcción del diferente como un enemigo al que hay que liquidar; ideología base de todos los genocidios. Si se insiste en el tema de los rugbiers no es por el deporte en sí, que ya se aclaró mil veces, sino para mostrar que ciertos lugares, a ciertos sujetos, les vienen como añillo al dedo para sacar a relucir la hilacha con la que están fabricados.

   Fernando es la gota que rebalsó el vaso de la paciencia social. Estamos hartos de asesinatos y suicidios trasmitidos en vivo, ese morbo al que nos estamos acostumbrando, lamentablemente, aunque en este caso, otres no han tenido esa suerte, sirvió para ver el accionar de los violentos y apresarlos. Ahora esperamos, más lo esperan los padres de Fernando, que la justicia sancione, sería un aliciente, un ejemplo para que los violentos entiendan que los actos tienen consecuencias. No debemos bajar los brazos, tenemos que visibilizar y denunciar toda manifestación de violencia; ese es el punto de partida para poder desmontar el laboratorio del patriarcado y detener la producción de machos violentos.