El viento de los Valles Calchaquíes siempre narra antiguas leyendas. Los viejos arrieros las recuperan, ellos suelen decir: “Huayra Tata me contó” Parece ser que el padre viento hubo de confesarles que el cóndor no envejece nunca y que cuando éste siente que su inmortalidad comienza a abandonarlo, se eleva a lo más alto, pliega sus alas y se deja caer hasta que la muerte, que desde hace siglos lo espera, lo encuentra en las peñas. El viento aborigen afirma que cada vez que un cóndor muere, crece en el corazón del cielo andino un pedazo de desierto.

 

Hay quien le da un uso superficial a la palabra éxito, despreciando su origen etimológico que viene del latín “exitus”, que significa salida, por lo tanto, éxito es “encontrar una buena salida a una situación” El éxito del cóndor consiste en alcanzar la cima de la vida para irse de la vida. El destino de imprescindibles personalidades de nuestro continente se parece al del cóndor.

 

 

Felipe Varela y el éxito del cóndor

 

Felipe Varela nació en las alturas de los sierras catamarqueñas, en un rancho pobre de Huaycama. De niño miraba al cóndor volar y pensaba que él que nada material tenía, poseía el privilegio de contemplar a la majestuosa ave desplegar sus alas cual ceremonia ancestral. Siempre sospechó que el cóndor traía consigo preguntas de otros tiempos, preguntas que desde hace cientos de años andan errantes por los andes, preguntas parecidas a los silencios de vasija de sus andrajosos paisanos, preguntas que la montaña murmuraba y que el río sugería en su idioma antiguo. Varela fue el último montonero, lo que consiguió traducir del cóndor lo volcó en un manifiesto en el que llama a la unión americana y en el que repudia la guerra al Paraguay. Murió en 1870 exiliado (en Chile) y pobre, calumniado por la historia de la oligarquía que le dio trato de "caudillo sanguinario" y por su folklore que le hizo canciones que entre otras cosas  lo retratan como el que "viene matando y se va". Sin embargo, Felipe Varela consigue el éxito del cóndor ya que el pueblo lo sube a la cima de su memoria, lo bautiza como "El Quijote de los andes" y lo asciende a las máxima altura de su cultura: lo hace copla y lo canta: “La República Argentina/ siempre ha sido hostilizada,/ porque quienes gobernaban /con mala fe caminaban. / Ahora que viene encima / levantada su bandera, /la gloria y la primavera/ florecen por sus caminos, / gritemos los argentinos: /¡Viva el Coronel Varela!”

 

La Machi y el éxito del cóndor

 

El siglo XX tenía 37 años cuando a pocos kilómetros de Esquel, en la pequeña comarca Nahuelpan, fueron desalojados (golpeados y sus viviendas quemadas) más de 300 mapuches, entre niños y ancianos, a instancias de la familia Amaya que aseguraba "ser dueña de esas tierras". Los mapuches tuvieron que emprender el éxodo: caminaron treinta kilómetros hasta llegar a Lago Rosario donde se aquerenciaron. Sin embargo de a poco fueron regresando a Nahuelpan, pero no sólo volvieron para poblar la comarca sino que retornaron para soñar, a través del pewma, a sus muertos; regresaron para descubrir allí su tahiel (su canto sagrado); volvieron para ejercitar el Pürrün (baile sagrado), es decir, eligieron retornar a Nahuelpan para  realizar allí la rogativa sagrada, el Camaruco, ceremonia en la que los mapuches se encuentran con sus antepasados.

 

La parte más intensa del ritual es dirigida por la Machi (médica hechicera y consejera de la tribu) que en el momento crucial del Camaruco levita hasta sanar de sus enfermedades (físicas y espirituales) a los presentes. La Machi se eleva hasta alcanzar la cima de lo sagrado, la cumbre de lo humano, la cresta donde el más allá se alcanza en el más acá. Desde ahí, cual éxito del cóndor, anuncia el fin de la ceremonia.

 

 

Facundo Cabral y el éxito del cóndor

Facundo Cabral  no tenía otra posesión material más que su guitarra. Desde que su mujer y su hija murieron en un accidente aéreo, vivía en un hotel. Se hacía llamar “Vagabundo first class” “Un vagabundo que nunca pide, un vagabundo que sólo agradece”. Tenía la mezcla justa de burdel y templo, de atorrante y santo; sus milagros arrabaleros no hacían ver a los ciegos, ni caminar a los lisiados, sus milagros consistían en ponerle libertad a los corazones colmados de calabozos. Se codeó con Krishnamurti, Borges, Perón, la Madre Teresa, Atahualpa Yupanqui, Ray Bradbury, aunque nunca dejó de ser aquel pibe pobre que andaba por las calles de Tandil, un chico pobre que aprendió que la riqueza no se encuentra en el mundo, que la riqueza se halla en la vida. Así fue que este trovador actuó en 165 países y su canción  “No soy de aquí, no soy de allá” fue grabada en muchos de idiomas, aunque donó sus regalías (un millón de dólares) a la obra de la Madre Teresa. Facundo no necesitaba la riqueza del mundo, de hecho, los tesoros del mundo lo empobrecían, del mismo modo que los dolores del mundo no lo derrotaban: “No hay dolor del mundo que sea más fuerte que la vida”. El 9 de julio de 2011, Facundo Cabral fue asesinado en Guatemala por sicarios que lo confundieron con un empresario, vinculado al narcotráfico. Recibió una decena de disparos. Horas antes, en su último concierto, había manifestado: “Es difícil y raro decirlo, pero este es el final, pero yo soy lo que se va de este mundo feliz, porque hice la vida que quería hacer, porque fui dueño de mi vida y lo seré hasta el último minuto”