El macrismo basó sus éxitos de popularidad y eleccionarios en dos postulados básicos: hacia atrás, la pesada herencia; y hacia adelante, un proyecto promisorio de felicidad perenne que dejaría en el pasado para siempre el populismo. En la bolsa de la pesada herencia estaba la acumulación de denuncias sobre el robo desenfrenado del kirchnerismo; la prepotencia gubernamental de Cristina Fernández; la imposibilidad del libre acceso al “derecho humano” de comprar dólares; la injusticia que significaba para sectores medios bajos los planes sociales a gente que “no se rompía el lomo como ellos”; el hartazgo por la utilización reiterada de la cadena oficial que interrumpía la visión de las novelas brasileñas y turcas; la sensación alimentada por los medios que íbamos hacia Venezuela; que la libertad estaba en peligro y que los medios oficialistas intentaban terminar con bastiones de “la libertad de prensa” como Clarín y La Nación. La ley de medios audiovisuales impediría ver TN, terminaría con Clarín, y la población quedaría huérfana de información veraz.

Al asumir “Cambiemos”, además de prometer como las religiones que la felicidad futura está en cumplir con las prescripciones aunque a medida que avanzamos la felicidad suele alejarse como el horizonte, convenció a inmensos sectores que habían accedido a mejorar su nivel de vida en “la década perdida”, que eso fue una fiesta que ahora había que pagar y que el costo del festejo vivido, eran los tarifazos, la pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, despidos de ñoquis que “mantenemos con nuestros impuestos”, en ese Estado que “Cambiemos” se iba a ocupar de hacerlo eficiente y sin la “grasa militante”.

Han pasado algo más de treinta meses. Casi todo, para no exagerar y decir todo, ha sido mentira. Había una herencia con muchas cosas positivas y unas cuantas variables negativas que había que alinear. Si se afirmó que se habían robado un PBI y la doctora Carrió lo extendió a dos y partiendo de la base que en el gobierno de Mauricio Macri no se robó un peso ( hago una pausa porque me ha agarrado un acceso de risa) entonces no se entiende cómo falta dinero por todos lados después de amputar infinidad de planes, realizar ajustes desde planillas de Excel que carecen de la menor sensibilidad, aumentar la desocupación, cerrar miles de empresas, limitar derechos, endeudarse como ningún otro país del mundo. Después de más de treinta meses está claro que no evitaron una crisis, sino que generaron una a cuya agudización se avanza a ritmo acelerado, lo que los llevó a pedir la escupidera al FMI, curandero de las finanzas internacionales que tiene como función cobrarle al deudor y para ello exige mucho más que una libra de carne como ordenaba Shylock en “El Mercader de Venecia.”

Incluso un hombre del riñón del gobierno, hoy un tanto alejado como el economista Carlos Melconian sostiene: “Toda la plata que nos prestará el FMI no alcanza” Ninguno de los pronósticos gubernamentales se cumplieron; y el error de cálculo no fue por un pequeño porcentaje sino que el margen fue del 50% o más. Se ha llegado por primera vez al semestre en el que ya no nos prometen los “brotes verdes” sino después de más de treinta meses de gobierno nos invitan a atravesar el desierto con inflación, estancamiento, caída del PBI, vuelta al trueque, escuelas convertidas en comedores, gente durmiendo en las calles, fabricas cerradas, negocios que bajan las cortinas, tasas de interés exorbitantes que terminan sacrificando la economía real en el altar intocable del ámbito financiero. Exactamente la contracara de la Revolución de la Alegría prometida. Posiblemente se referían a su versión liliputiense donde los que festejan son los bancos, los especuladores financieros, los sectores agropecuarios y extractivos concentrados, los concesionarios de servicios públicos, los usureros internacionales.

El retroceso es impúdico y dramático. Ayer se ponían satélites en el espacio, hoy se cierran escuelas. Ayer se repatriaban científicos, hoy se les cierran las puertas. Ayer se inauguraba el Hospital del Cruce, el más moderno de alta complejidad, hoy se le  intentó  reducir el presupuesto en un 40%, que solo la movilización de los médicos, trabajadores de la salud y los ciudadanos, que apreciaban su excelencia, lo impidieron. Ayer se distribuían notebook en las escuelas, hoy se ha suspendido definitivamente. Ayer se intentaba una política de justicia social, hoy se la reemplaza por la caridad de la limosna. Ayer estábamos muy lejos del paraíso, hoy estamos muy cerca del infierno.

Los negociados del gobierno apabullan y ya no alcanza el eufemismo de conflictos de intereses. Las off-shore son el emblema de los funcionarios; un gobierno que chantajea la justicia y desplaza jueces que no se subordinan mientras se llena la boca con la división de poderes. Siguen con el verso de la independencia del Banco Central que la realidad desmiente diariamente, como en la conferencia de prensa del 28 de diciembre del año pasado, realizada precisamente el día de los inocentes. Se golpean el pecho con palabras que ahuecaron como “diafanidad”, “transparencia”, “verdad”, mientras se descubre que la mayor parte de los contribuyentes de la campaña electoral de la Provincia de Buenos Aires son truchos, habiendo incluido estúpidamente como aportantes a beneficiarios de planes sociales. Aparte de la falsedad hay un evidente lavado de dinero que afecta a la impoluta María Eugenia Vidal, la que además de gobernadora es la presidente del PRO en la provincia que gobierna.  La lucha contra el narcotráfico, una de las banderas electorales de CAMBIEMOS, tropieza con las denuncias de narcotráfico al intendente PRO de Paraná Sergio Varisco y a la diputada Aida Ayala del Chaco, ex candidata a gobernadora por CAMBIEMOS, próxima a alojarse en una cárcel.

El presidente insiste en el caso Correo con la misma propuesta de pago de lo adeudado por su familia que es tanto un escándalo como una tomadura de pelo. Todo ello después de desplazar al Procurador General del Tesoro Carlos Balbín que era un obstáculo para la estafa y hacer esfuerzos denodados para desplazar a la fiscal Gabriela Boquin, que patrióticamente se opuso al latrocinio.   

Sobre un escenario descarnado vienen los ajustes ordenados por el FMI. Entre otras “sugerencias” exige que los aumentos a los empleados públicos sean de un 8% hasta junio del 2019, con una inflación actual superior al 30% y que el ministro Nicolas Dujovne con la precisión que lo caracteriza estima en un 17% para el año próximo. Ahora queda claro el error que no fue tal de un equivocado permanente como el Ministro de Defensa Oscar Aguad que anunció para las fuerzas armadas un incremento del 8%.  Los que decían antes de octubre del 2015, el preocuparse por los mal llamados dineros de los jubilados ahora se subordinan al Fondo en forma placentera preparándose para la liquidación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad.

Después exigen su receta tradicional: despido de empleados públicos, congelamiento de vacantes, rebaja del salario real de los trabajadores estatales, liquidación de activos, flexibilización laboral, reforma previsional, recorte sustancial de las obras públicas, disminución de transferencias a las provincias, reducción de subsidios, rígida política monetaria. 

Lo sorprendente es que entre los tres escenarios que analiza el FMI, el más adverso contempla,  una corrida bancaria donde desaparecen la totalidad de los depósitos en dólares. 

El gobierno entra en un camino de ripio, con su palabra más devaluada que el peso, y un ajuste económico brutal que pondrá en duda la gobernabilidad. Resulta difícil imaginar cómo atravesará el tsunami que ha fabricado que convierte octubre del 2019 en un horizonte tan lejano como las promesas incumplidas de CAMBIEMOS.