* Con colaboración de Juan Aiello

El próximo 30 de noviembre se realizará por primera vez en la Argentina la Cumbre  de Líderes del G20. Este foro comenzó informalmente en 1999 cuando los ministros de finanzas de diferentes países se reunían con el objeto de coordinar políticas financieras. Sin embargo, 2008 fue el año donde este espacio comenzó a tomar relevancia. La crisis mundial, con epicentro en Estados Unidos, provocó que a la reunión de las principales economías del planeta, el hasta entonces G7[1] , se sumen los países emergentes como China, Argentina, Brasil y México, entre otros.

A partir de entonces, el cónclave se realizó anualmente con distintos objetivos. En los primeros años post crisis para adoptar instrumentos extraordinarios a fin de estabilizar los mercados financieros y volver al sendero del crecimiento global. Si bien se tomaron algunas medidas de corte heterodoxas y se reconoció la necesidad de una reforma, el espíritu siguió siendo conservador. Las reformas promovidas terminaron haciendo foco en fortalecer la regulación, supervisión, monitoreo y coordinación financiera a nivel internacional.

En 2010, cuando el mundo revirtió el ciclo negativo, se designó al G20 como el principal foro de cooperación económica internacional, fijándose  como meta alcanzar un crecimiento global fuerte, sostenido y balanceado. La crisis financiera había sido superada, pero en la economía real persistían los problemas de empleo. En ese momento los países emergentes continuaron con políticas expansivas a través del fortalecimiento de la demanda pero en Europa se aplicaron políticas de ajuste. El triunfo de las políticas de “consolidación fiscal” y las reformas estructurales en las economías centrales, que incluían la desregulación del mercado de trabajo, fueron un error histórico que contribuyó a la prolongada recesión de la Unión Europea y a la frágil recuperación global (Nahón, 2018)[2].

En los años siguientes, en respuesta a las consecuencias en materia laboral y social producto de la crisis, la agenda se amplió a  otros temas como empleo, desarrollo, migración, cambio climático, energía, perspectiva de género y terrorismo. De esa forma, el foro se fue consolidando como un espacio de diálogo y coordinación de políticas entre las economías más importantes del mundo. Sin embargo, el foco se mantuvo en los temas relacionados al desempleo, estancamiento salarial y el aumento de la desigualdad, generando la necesidad de promover una economía más inclusiva. A pesar de esta agenda progresista, no se han aplicado políticas que favorezcan la distribución del ingreso y la riqueza en el mundo.

El triunfo de Trump en Estados Unidos (con una clara posición unilateral) y el aumento desmedido de la desigualdad restaron peso específico al espacio, ya que el mismo no ha podido dar respuesta a los desafíos que se propuso resolver. A esta situación se le debe sumar el hecho de que en algunos de los países miembros han triunfado programas económicos que profundizan la desigualdad. En América Latina, Argentina y Brasil son la prueba de ello.

En el encuentro del 2014 Argentina había logrado instalar la discusión sobre la necesidad de un marco regulatorio para las reestructuraciones de deuda soberana. Además las posiciones acordadas de varios países emergentes permitieron, en otras cumbres, la discusión sobre los paraísos fiscales, la necesidad de regulaciones e incluso las críticas a la economía financiera actual y el impacto sobre estos países. En contraposición, la cumbre del presente año encuentra a nuestro país estrechamente vinculado a los lineamientos del FMI y en una posición de sumisión a la hegemonía mundial.

La guerra comercial entre EE.UU. y China le da marco general al actual encuentro. La Argentina, como presidente del G20, atina a ser un espectador de tales discusiones y su desdibujada centralidad solo pasa por su carácter de anfitrión.

Argentina planteó tres ejes estratégicos: el futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo y un futuro alimentario sostenible. A nivel local, el futuro del trabajo parece ir en dirección contraria; los últimos datos de empleo registrado[3] muestran un incremento de la desocupación del 8,7 al 9,6% con escasas expectativas de cambio positivo en el mediano plazo. En este mismo sentido, las estimaciones sobre desocupación del propio FMI alcanzarían un 10,9% en el 2019. Con relación al desarrollo de infraestructura, durante 2018 la obra pública sufrió un recorte de $14.225 millones. Asimismo, el presupuesto recientemente aprobado para el año 2019 prevé un ajuste nominal de más de $17.000 millones, que implica un retroceso de casi 9 puntos porcentuales respecto del 2018. El rol de la inversión pública pretende ser reemplazado por el sistema de las asociaciones público privadas (PPP) que implican endeudamiento encubierto.

El foro tiene por objeto la cooperación económica, financiera y política, no obstante, en los últimos años se han incorporado temas como perspectiva de género; aspecto en el que el actual gobierno no ha brindado respuesta, ya que las mujeres siguen sufriendo la desigualdad en todos los indicadores: dos puntos más de desocupación que los varones, mayores dificultades para acceder a un trabajo formal remunerado y, además, cuando consiguen un empleo registrado la brecha salarial en relación a los varones es del 27%. Por último, el presupuesto 2019 destina sólo el 0,11% del gasto total a políticas para mitigar la desigualdad de género.

La importancia del G20, más allá de ser un ámbito de intercambio y coordinación de políticas económicas, radica en que el conjunto de sus miembros ostentan el 85% del PBI de la economía mundial. A pesar de ello, la riqueza que concentran sigue siendo repartida con amplios márgenes de desigualdad.

En este contexto de guerra comercial los países emergentes deberían volver a tener una posición disruptiva a fin de retomar el camino del desarrollo que supieron conseguir. Lamentablemente, la presente cumbre los encuentra aceptando un programa neoliberal que, lejos de propiciar el bienestar a sus pueblos, les impone ajuste y, por ende, mayor desigualdad.

[1] El G7 está conformado por las economías desarrolladas de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.

[2] Ver Nahón, Cecilia (2018) América Latina en el G20: continuidades y rupturas de la agenda regional (2008-2018). NODAL https://www.nodal.am/2018/11/america-latina-en-el-g-20-continuidades-y-rupturas-de-la-agenda-regional-2008-2018-por-cecilia-nahon/

[3] Dato INDEC, segundo trimestre del 2018.