El presidente Macri prometió en campaña, entre otras cosas, que no iba a devaluar, que la inflación no sería  un tema, que la pobreza bajaría (lo de llevarla a cero era algo que no podía tomarse en serio), que se iban a incrementar los puestos de trabajo, que el país crecería, que los trabajadores no pagarían  impuesto a las ganancias. Ninguna de estas promesas fueron cumplidas. Esto es bien sabido y mucho se ha hablado de ello, pero poco o nada se mencionaron dos aspectos que quiero resaltar: lo que sí se cumplió y lo que ni siquiera se prometió.

Si bien se mencionó la pobreza ni siquiera se aludió a disminuir la desigualdad. Con lo que sí se cumplió fue eliminar o disminuir las retenciones a las exportaciones y desregular el ingreso y salida de capitales, medidas que lejos de apuntar a una reducción de la desigualdad la acrecentaron ya que favorecieron a los sectores más pudientes en detrimento de los más postergados.

Sin embargo el tema de la inequidad (que incluye el reconocimiento y el respeto a la diferencia) es absolutamente central para el bienestar general. Si en el país hay tanto sufrimiento de una parte importante de la población se debe más a la desigual distribución de la riqueza que al nivel de la misma. Es un lugar común decir que primero hay que crecer y después distribuir, que no se puede distribuir pobreza. Por supuesto que no hay que distribuir pobreza, lo que hay que distribuir es la riqueza concentrada en mano de pocos y en cuanto a la prelación del crecimiento una distribución progresiva de la riqueza contribuye más al crecimiento económico que la distribución regresiva. Y si no se consiguiera el crecimiento sería aún mayor la necesidad de poner el énfasis en la equidad.

Por cierto que si se produjera un ciclo largo de crecimiento sostenido todos, o casi todos, mejorarían su situación ya que cuando la marea sube todos los barcos suben, pero eso no soluciona el tema de la inequidad.

Como afirma Thomas Piketty, el prestigioso economista francés, en su nuevo libro “Capital e Ideología” “la desigualdad es ideológica y política  y no económica o tecnológica,  las desigualdades jamás son “naturales” sino edificadas por una ideología”. “Se trata de construcciones sociales e históricas que dependen íntegramente del sistema legal, fiscal, educativo y político que se elige implementar”.

Dice Pikkety que el neoliberalismo postula que como la desigualdad es un proceso natural no hay manera de erradicarla. Y si se lo intenta todo el sistema corre peligro.  Que la caja de Pandora de la redistribución de la propiedad nunca se debe abrir. Al contrario, argumenta Piketty, no sólo hay que abrirla, sino que la historia nos prueba que ha sido abierta en muchos momentos y que, gracias a esos momentos, se construyó el progreso humano.

La desigualdad existe a nivel de los países y en el interior de los mismos. Es enorme la diferencia entre los países del primer mundo y el resto, medido por el ingreso promedio de sus habitantes y aún mayor si se considera la riqueza media. La desigualdad persiste y se extrema en el interior de cada país. Puede analizarse por clase social, por color de piel, por nativos y migrantes, por diferencia entre habitantes de zonas urbanas y rurales, etc.

En esta oportunidad elegiremos una variable de análisis que afecta a la mitad de la población mundial tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Es la desigualdad entre hombres y mujeres.

Esta inequidad cruza las otras variables de análisis: entre lxs pobres las más pobres son las mujeres pobres, entre lxs migrantes las más pobres son las mujeres migrantes, entre la población no blanca las más pobres son las mujeres no blancas.

Fue el movimiento de las mujeres el que puso en el centro del debate la situación inequitativa que experimentan, así como la devaluación del trabajo reproductivo, la importancia de la afectividad y de la cooperación en las relaciones sociales.

La teoría económica feminista empieza por cuestionar que se asigne la categoría de trabajo solo al empleo remunerado y no a las tareas doméstica y las vinculadas con el cuidado que atiende a las necesidades de niños y niñas, personas mayores, enfermas o con discapacidades. El cuidado fue encomendado en su mayor parte a las mujeres, entendiéndose como algo natural que sea ejercido por ellas, sin que exista una razón para que así sea, simplemente es una organización social que lo dispuso. Ese trabajo no es remunerado y ni siquiera contabilizado en las cuentas públicas. Así, la producción de armas que matan personas suman en el PBI, pero las tareas de cuidar a las personas no son tomadas en cuenta.

Otra razón fundamental de desigualdad es la remuneración inferior que reciben las mujeres por el mismo trabajo que realizan los hombres y el denominado “techo de cristal” que hace que la mayoría de los puestos jerárquicos en la actividad privada y pública sean ocupados por hombres.

La desigualdad debe ser corregida en todas sus manifestaciones, y para ellos es necesario que los privilegiados resignen sus posiciones dominantes ya sean económicas o sociales. En cuanto a la variable que analizamos serán los hombres quienes deberán compartir equitativamente el trabajo doméstico y de cuidado. Para ello también se requerirá que el Estado y la legislación creen las condiciones que contribuyan a su efectividad: horarios de trabajo adecuados, salarios para tareas domésticas y de cuidado son algunas de esas condiciones.

Por supuesto se requiere, como requisito indispensable, la toma de conciencia de hombres y mujeres de que es justo y equitativo eliminar la inequidad de género, lo que no será fácil pero valdrá la pena hacerlo para vivir en un mundo más humano, mejor y más justo.