La gran desigualdad existente en el país y en el mundo es un hecho incontrastable, escandaloso y lamentable que merece no solo un repudio generalizado sino una acción enérgica para su disminución y su desaparición. También requiere su medición y análisis exhaustivo para enfocar las acciones y medir sus resultados.

En cuanto a su medición es habitual la publicación del Coeficiente de Gini, que varía entre 0 (perfecta igualdad porque todos reciben el mismo ingreso) y 1 (total desigualdad porque todos los ingresos son recibidos por una persona), por lo tanto cuanto menor sea el guarismo mejor será la situación desde el punto de vista de la distribución de los ingresos. Tiene la ventaja de medir en un solo guarismo el nivel de desigualdad pero el atractivo de involucrar un fenómeno tan complejo en un solo número tiene por contrapartida que dice realmente poco de la realidad que pretende reflejar.

La distribución de los ingresos en deciles patentiza de manera más gráfica la desigualdad. Conocer cuánto de los ingresos es apropiado por el 10 % de la población más rica en comparación con lo que recibe el 10 % más pobre señala el abismo que se abre entre estos grupos. Afinando el análisis se puede hablar de centiles, en estos casos ya no cuantificamos lo que recibe el 10 % más rico sino lo que recibe el 1 % más adinerado y entonces la injusticia se hace aún más dramática.

Sin embargo el fenómeno de la desigualdad merece una mirada más minuciosa. Tenemos por lo menos dos temas a examinar. El primero es qué se entiende por ingreso. Algunas de las medidas generalmente tomadas por gobiernos progresistas que implican un incremento real de los ingresos de las grupos más desfavorecidos no son considerados como ingresos monetarios y su eliminación por gobiernos de derecha no son registrados como un agravamiento de la desigualdad. Por ejemplo una subvención al transporte público destinado a los niveles más pobres es un aumento de los ingresos reales de ese grupo que no es registrado por no ser un incremento del dinero disponible, lo mismo pasa cuando se suministran remedios gratuitos a los ancianos más pobres o se proveen de elementos relacionados con la educación en las escuela públicas que no suelen ser frecuentadas por las clases altas. Se podrían citar muchos casos relacionados con los servicios públicos y otras mejoras (o desmejoras cuando son eliminadas). Como vemos el nivel de los ingresos requiere un análisis más profundo que la cuantificación monetaria de lo percibido.

Por otra parte la división de los habitantes en deciles, que es indudablemente útil, necesita una mirada más sutil si queremos conocer realmente el tema de la desigualdad. Se trata de desentrañar que hay dentro de cada decil.

En los deciles más bajos seguramente encontraremos sectores que son objeto de cuatro agresiones consecutivas o simultáneas: discriminación, segregación, inferiorización y explotación económica. No se trata solo de clases sociales, las diferencias de etnias, color de piel, rasgos fenotípicos, origen y género se hacen dramáticamente presentes. Así los migrantes de países limítrofes estarán representados en forma desproporcionalmente alta en estos deciles (los extranjeros de origen europeo, especialmente los de países anglosajones solo excepcionalmente puedan ubicarse en los mismos). Las etnias Aymara, Quechua, Mapuche, Guaraní, Charrúa, Qom y otras de origen americano (migrantes o nativos) también están sobrerrepresentadas. Seguramente el color de la piel de sus componentes pintaría los deciles más pobres con un tono más oscuro que el de los deciles superiores y las travestis pertenecerían mayoritariamente a los grupos más pobres. Asimismo es posible ubicar en el mapa a los pertenecientes a los deciles inferiores en las zonas rurales y en los entornos con menores servicios de agua, cloacas, recolección de residuos, etc. que rodean a los principales centros urbanos.

Incluso dentro de cada decil es posible identificar desigualdades. Un tema que atraviesa todos los deciles es el de la desigualdad de género ya que en todos ellos las mujeres están en condiciones económicas más desventajosas que los varones, ya sea porque a igualdad de tareas son peor remuneradas, ya sea porque le es más difícil acceder a mejores puestos de trabajo o porque se les asignan labores no remuneradas como el mantenimiento del hogar y/o las tareas de cuidado.

Es claro que las distintas formas de medición de las desigualdades son importantes porque permiten dimensionar el enorme nivel de injusticia tanto a nivel nacional como internacional y verificar si esta avanza o retrocede, pero para diseñar políticas para atacar el problema, generar herramientas y acciones eficaces es necesario una mirada más profunda y compleja de todos los componentes que constituyen la desigualdad. Debe desentrañarse el contenido de todos los deciles y en el caso de los más bajos proceder a identificar los grupos que los componen mayoritariamente para eliminar los elementos que provocan su pobreza: erradicar la discriminación, terminar con la segregación, y no admitir bajo ningún concepto la naturalización de considerarlos inferiores.