Nos manejan con las emociones. Desanimados somos fácilmente controlados. En tiempos donde se instala y propaga lo negativo, debemos hacer un esfuerzo superior por romper esa neblina permanente que proponen los refutadores del optimismo, los que intentan quebrar nuestros sueños. El optimismo es una tendencia a ver las cosas en su aspecto positivo o favorable. El optimismo está ligado a la esperanza, pero también al deseo. Al levantarnos cada mañana puede resultar un buen ejercicio confrontarnos, preguntarnos cómo vamos a encarar la jornada. ¿Me levanto con el pie izquierdo o con el derecho? ¿Negativo o positivo? El carácter positivo con el que nos preparamos es ya una forma de posicionarnos en el vivir. Hay personas que sólo ven las nubes negras y no el sol que está detrás o por venir. Y no hablo de un optimismo infantil, mágico, sino de un modo de ser, de ver y de hacer la cosas, por eso ligo el optimismo al deseo y no tanto a esa esperanza que puede ser pasiva y por lo tanto mortífera. El deseo, insistimos los psicoanalistas, es el motor de la vida, pero puedo tener deseos tóxicos, negativos. Diferente es el deseo ligado al bienestar. Deseo con fuerza de vida. Deseo con energía positiva, con alegría, es decir con optimismo. Si soy optimista, incluso de lo malo extraeré una enseñanza. Recuerdo con emoción una imagen en el noticiero donde una anciana, luego de la inundación en un barrio carenciado, barría el suelo de cemento de su casita premoldeada. Norita Cortiña me contaba hace poco que muchas Madres de desaparecidos caían en depresiones o se suicidaban al no poder hacer algo con el dolor, positivizarlo, transformarlo en lucha. El dolor, el resentimiento, el odio dentro del pecho, en soledad, es veneno y tarde o temprano enferma y mata.

   En tiempos tan complejos, donde buscan desestabilizarnos con ajustes y privaciones, los invito a abrazar la vida con optimismo, en compañía, en la lucha cotidiana, sin bajar los brazos. Porque el pensamiento positivo es sanador y es reparador. Todo lo contrario es el efecto del negativismo, que enoja, enferma, deprime. Levantarnos cada mañana con optimismo es un proyecto, es abrazar la vida con sabiduría, entendiendo que el hecho de estar vivos implica, inevitablemente, atravesar algunos dolores y pesares, pero que siempre puede salir el sol. Ser optimista depende de nosotros, de cómo encaremos la jornada de cada día, de cómo leamos lo que acontece. Ver la vida con optimismo nos hará levantar las defensas y salir al ruedo fortalecidos, resistiendo, mientras intentan deprimirnos, ¿para qué? Para desanimarnos, que es una forma de controlarnos.