Hay experiencias culturales que dejan huellas nítidas en la subjetividad y el cuerpo de las personas. El miércoles 25 septiembre de 2015 más de 150 pibes y pibas de Avellaneda dieron un concierto a sala llena en el Teatro Roma. Ese que oyeron nombrar cientos de veces como emblema del municipio. Luego de meses de preparación y las típicas dudas de un debut se apropiaron del espacio, habitaron los camarines, se vistieron para la velada, calentaron manos y gargantas, y antes de darse cuenta estaban frente al destello de las luces de los reflectores.

            La encargada de abrir el evento fue la Orquesta "El Docke Musical” que funciona en la escuela primaria Nº 67 de Villa Inflamable. A continuación, los coros "Los Grillos Cantores”, del Centro Educativo Municipal Nº 122 de Dock Sud, y las “ Huellas de Avellaneda", de la primaria Nº 27 de Villa Domínico. “Crecer es Crear”, orquesta del CEM 123 de Villa Corina, fue la última en subir. Para el cierre los aplausos, el reconocimiento de los propios, el sentir orgullo de uno mismo, el deseo de volver a hacerlo. "Todavía me acuerdo los nervios cuando abrieron el telón, que de repente ves a toda la gente mirándote. Había hasta gente parada. Cuando te aplauden sentís mucho orgullo y ganas de seguir adelante”, relata Shandira (15), quien toca el contrabajo en "Crecer es crear” hace 3 años, y es la mayor de un clan de cinco hermanas artistas.

            El Programa de Orquestas y Coros infantiles y juveniles para el Bicentenario  fue impulsado en 2008 desde el Ministerio de Educación de la Nación en el marco del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La iniciativa, puesta en marcha por la Dirección de Políticas Socioeducativas, tiene como antecedente el programa homónimo de la Ciudad de Buenos Aires  creado en 1998 por el músico y maestro Claudio Espector, quien paradójicamente pasó a la coordinación nacional en 2014 luego de ser despedido de su cargo por el ministro porteño. No se trataba de la mera gestión de eventos, sino de la multiplicación de dispositivos para activar nuevos procesos sociales y promover a producir cambios sustantivos en la vida de los chicos.

            Los números sobre el programa son más que contundentes. Según un relevamiento de la dirección Nacional a cargo, hasta diciembre de 2015 funcionaban a lo largo y ancho de todo el país 142 orquestas y 151 coros, que implicaban la participación de más de 20 mil chicos, chicas y jóvenes en las actividades socio culturales.

            Sin embargo desde la llegada de la nueva gestión de Cambiemos al frente del ejecutivo el programa ha sufrido sistemáticamente embates que lo ponen al borde de su desaparición: la descentralización y su paso a las provincias; la eliminación de un presupuesto propio; la falta de pago a los docentes; el congelamiento de las actividades y agendas previstas; la suspensión de los viajes y giras; la desarticulación con las escuelas; la quita de instrumentos; y la permanente incertidumbre que produce desgaste en los pibes y familias.

Música para transformar realidades

            Al lado del Polo petroquímico más grande y contaminante del Gran Buenos Aires, en la localidad de Dock Sud, viven más de 10 mil personas personas rodeadas de una veintena de industrias de alto riesgo debido a sus emanaciones tóxicas. Cientos de chicos y jóvenes transcurren sus días en paupérrimas condiciones y conviven con problemas de salud respiratorios, dérmicos, y hematológicos. Por su ubicación en medio de la trama industrial, aislada del resto de la provincia, la dinámica social funciona como la de un barrio semi cerrado.

            Para la Dirección de políticas socio educativas, el grado de vulnerabilidad de la población era el principal criterio de selección de las localidades donde gestionar el programa de Orquestas y Coros teniendo en cuenta que el objetivo era democratizar el acceso a la cultura y el arte con el fin de trabajar ámbitos y dimensiones sociales que no son culturales en sentido estricto. Claro que  no se trataba de un proyecto homogeneizador, sino que buscaba responder a las demandas locales teniendo en cuenta las necesidades y particularidades de cada territorio.

            En la escuela Primaria Nº 67 funciona la orquesta el "Docke “Musical" que hasta diciembre de 2015 estaba formada por más de 60 chicos y chicos de entre 9 y 18 años que tocaban Chelo, Viola, Violín, Contrabajo, Trompeta, Trombón, Oboe, Clarinete, Flauta traversa, y percusión. Los ensayos y prácticas tenían lugar todos los fines de semana y algunos días a contra turno. Las orquestas contaban con un equipo de doce docentes: uno por instrumento, uno de lenguaje musical, y un Docente Integrador que acompañara el proceso pedagógico de los chicos junto a las familias y la comunidad educativa.

            Luciano Cicollella trabajó varios años como Docente Integrador en Villa Inflamable. Cotidianamente se encargaba de generar mecanismos para que los participantes se apropiaran de la escuela como parte de un colectivo; articular con organizaciones sociales, y organismos estatales y no estatales del barrio; acercar la propuesta a chicos que habían dejado los estudios; y gestionar las salidas y viajes. Según él, se producían dos momentos fundamentales en la relación de los pibes con la práctica: el llevarse el instrumento a la casa, y la posibilidad de viajar y compartir espacios diferente con otras orquestas. Demás esta decir que ambos momentos dejaron de existir desde diciembre de 2015.

            A los tres meses de iniciada la actividad cada chico podía llevarse el instrumento a su casa, ritual que tenía que ver con darle valor a la constancia y el haber adquirido ciertos conocimientos básicos. Desde ese día en adelante serían responsables del cuidado y uso del mismo. Aldo Ariel Trosero (41), docente de Contrabajo de las orquestas de Avellaneda desde sus inicios, explica que "el programa esta pensado en el marco de una comunidad. De repente un pibe sale a la calle con un trombón en barrios donde nunca llegó la formación cultural, más allá del ámbito educativo formal. Es muy fuerte el impacto que se produce en la casa, en el tío, en la abuela, o los vecinos”.

            Laura Orihuela, mamá y  orgullosa matecocinera de los ensayos de los sábados, comenta que el barrio es otro desde que funciona la orquesta: "Los sábados ya tempranito empiezan a sonar las trompetas,  varias horas antes de los ensayos. Toda nuestra rutina cambió”. Además explica que para evitar la deserción, las madres y padres se organizan para ir buscar a los chicos a su casa e incentivarlos a seguir: "Algunos me ven por la calle, y ya bajan la cabeza”, cuenta.

            El programa no solo modifica la dinámica colectiva de una casa, o un barrio, los horarios, o los temas de conversación, sino además y sobre todo las representaciones sociales, los estereotipos, los goces y las perspectivas a largo plazo. Estrella Fernández (30), madre de cinco niñas artistas, narra que al volver de la escuela sus hijas armaban su propia orquesta en la pieza y se pasaban horas  enteras tocando: “Mi marido estaba orgulloso, mostraba los videos de las nenas a todo el mundo. Cuando tocaban en el patio venían los vecinos a verlas, otros chicos se acercaban y preguntaban, y después se anotaban. En el barrio fue una revolución”.

            El segundo momento y el más ansiado por todos era el “Viaje”, que conjugaba un paseo a otra ciudad o provincia, con conciertos, capacitaciones y actividades coordinadas con otras orquestas. En el caso de los pibes de Avellaneda muchos nunca habían salido del municipio. La mayoría no conocía el mar. Por eso su primer y más recordado viaje fue a Santa Teresita. “Medio segundo que nos dimos vuelta y  fueron directo todos al agua con ropa, a pesar del frío - recuerda Laura de Villa Inflamable - muchos viajaban con lo puesto, otros no sabían lo que era el desayuno. Los encuentros eran un  reconocimiento y un incentivo”.

            Una imagen repetida en los relatos de los protagonistas es la de zapadas improvisadas y multitudinarias en los rincones del hotel. Las describen como episodios de mucha intensidad con compañeros que nunca volvieron a ver. “Me senté y una chica de otra orquesta se acercó y me enseñó a tocar “Estrellita - cuenta Erica (14), hermana de Shandira, quien toca el Violín en Villa Corina hace 2 años - lo que más me gusta es que los compañeros no son malos ni mezquinos, te ayudan”.

            Más allá del acto en sí mismo que implica un movimiento diferente en la vida cotidiana de un pibe de sectores vulnerables, salir y cruzar fronteras resulta transformador. Y no me refiero simplemente a la frontera en términos geográficos o territoriales , sino en el plano de lo simbólico.  Mariela Janeiro, directora de la Escuela primaria N 27 de Avellaneda, donde funciona el coro “Huellas”, nunca se va a olvidar de la imagen de los pibes a punto abordar un avión de Aerolíneas Argentinas que los llevara a Tucumán. "Ese día nos llevó una camioneta del Municipio hasta Aeroparque. Me acuerdo cuando los despedimos y salí del edificio. Se me caían las lagrimas porque no podía creer lo que habíamos logrado”.

            La ruptura de la frontera entre lo posible y lo imposible, lo conocido y lo desconocido, significa un quiebre en el plano de las significaciones y la autorepresentación de una persona. Gracias a las prácticas sociales que conjugaba el programa, ese límite para muchos estanco, inamovible, se volvió borroso y factible de modificar. "La música en sí misma es liberadora, pero para  chicos con problemáticas sociales, mucho más”, afirma Janeiro.

            “Lo fundamental es la disputa por el sentido - expresa Cicollella - la opinión pública tiende a construir a los pibes de sectores vulnerables como potenciales delincuentes, drogadictos, violentos. Esta naturalizada la idea de que los programas educativos son políticas de contención del conflicto social, con lo cual se construye a los pibes como potenciales peligros. Este programa no esta pensada como una política de contención sino como una herramienta para garantizar derechos”. Se trata de desnaturalizar lo que se presenta como natural (por las ideologías que lo sostienen) y transformar los habitus que los han socializado.

El desguace de las Orquestas y Coros

Con Esteban Bullrich a la cabeza del Ministerio de Educación de la Nación, un Licenciado en Sistemas y Master en Business Administration, se modificó drásticamente el paradigma socio educativo de la gestión que primaba desde 2003. En principio se sumó la Secretaría de Deportes, a cargo del ex jugador de fútbol Carlos Mac Allister, a la estructura ministerial, y se reemplazó a profesionales de la educación por gerentes y representantes de empresas.

            A comienzos de 2016 la Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas sufrió una fuerte reestructuración de base con el consecuente despido de cientos de sus trabajadores.Hasta abril de 2016 el programa  de Orquestas y Coros permaneció congelado y los docentes sin sueldos. Con el despido de Claudio Espector y el cuerpo directivo a nivel nacional el futuro era cada vez más incierto. En varias ocasiones se llevaron adelante acciones de protesta encabezadas por los mismos alumnos, sus familias, y el Colectivo de Trabajadores de Orquestas y Coros del Bicentenario. Se logró la firma de un acta donde el gobierno se comprometía a sostener la Dirección de Políticas Socio educativas y el programa, así como la permanencia del rol de Docente Integrador.

            Sin embargo la nueva gestión decidió la descentralización de los programas socioeducativos y el quiebre de la articulación con los municipios y provincias. Esto implicó la transferencia desde Nación a las provincias, de la potestad y los mecanismos de aplicación de las políticas, y  un presupuesto único general por provincia, por lo que programas como el Fines, las Orquestas y Coros, o el  Conectar Igualdad, pasaron a depender de la decisión política y buena voluntad de cada gobernador. Las consecuencias no se hicieron esperar. El Ministerio de Educación de la Nación dejó de ser garante de derechos para convertirse en una estructura meramente burocrática que desatiende la planificación integral, la conjunción pedagógica, y la articulación con otros niveles territoriales.

                        En septiembre de 2016 la provincia renovó algunos contratos pero hasta la actualidad los docentes siguen sin percibir sus sueldos, con deudas que van dese los 4 a 8 meses en promedio. Se eliminaron de la agenda los viajes, giras y conciertos, y se han cerrado varias sedes de orquestas sin dar explicaciones. En la práctica el programa se sostuvo por el sacrificio de algunos docentes que trabajan ad honorem y la incondicionalidad de los padres. Cada ensayo es una nueva silla vacía. Guadalupe Gonclaves (27), es docente integradora en El Docke desde octubre de 2016. No obstante su contrato ya se venció y nunca cobró. "En los listados que iba encontrando de otros años había casi 60 pibes. El año pasado me la pasé buscándolos por el barrio y con suerte llegábamos a ser 20”, señala.

            Docentes de violín enseñando flauta traversa, pibes que auspiciaban de maestros de sus compañeros, profesores de música de las escuelas coordinando los coros, “vaquitas” infinitas por el barrio para juntar unos pesos para fotocopias. Ese fue el panorama desolador hasta fines del año pasado. “Muchos chicos se fueron, otros tuvieron que ser los profesores de sus propios compañeros. Entre los padres armábamos como podíamos la merienda pero fue muy complicado sostenerlo. Para ellos lo que vivieron fue muy fuerte, y de un día para el otro les sacaron todo. Hoy en día me preguntan si empieza este año y no se qué contestarles”, se lamenta Laura Orihuela de Villa Inflamable.

            El último comunicado del Colectivo de Trabajadores de las Orquestas y Coros del Bicentenario denuncia que "todo esto es parte de un claro repliegue del rol del Estado, que busca profundizar el ajuste en la educación pública y el vaciamiento de los programas que dependen de la Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas. ​El traspaso de los programas a las provincias bajo la supuesta “federalización”, oculta la desvinculación del Estado Nacional sobre este tipo de políticas públicas, tal como lo hiciera la Ley Federal de Educación durante los años 90".

            La construcción de subjetividad implica que las personas tengan la oportunidad de organizar sus representaciones sociales, las representaciones de los otros y percibirse a sí mismo. En un contexto de fragmentación social y  altos niveles de vulnerabilidad, lo que se genera es la pérdida paulatina de la subjetividad. Las consecuencias, son el debilitamiento de las relaciones sociales, la reducción de los gestos de sociabilidad, y la encarnación de una marginalidad difícil de romper. "No se veía  a los jóvenes como alumnos de violín de una escuela de barrio, sino como sujetos de derecho”, cuenta Luciano sobre la mirada del programa. El programa de orquestas no fue pensado como una instancia para brindar “clases y un instrumento” a los pibes, sino como una forma de generar herramientas que ayuden a incidir en la vida cotidiana de los jóvenes y las comunidades, contribuir a generar nuevos vínculos, e intentar modificar formas sedimentadas mediante las cuales interpretar la realidad social.