Bonadío lo hizo: Cristina volvió a la política grande de Argentina el pasado 13 de abril, cuando habló ante una multitud que la esperaba en Comodoro Py. Allí formuló su idea de “frente ciudadano”: un paraguas que defienda los derechos sociales y políticos adquiridos en los últimos años, frente al avance del gobierno de Macri en esas áreas. Luego realizó la misma convocatoria frente a representantes sindicales, de organizaciones sociales y políticas, artistas, científicos e intelectuales. La propuesta deviene de una lectura concreta de la realidad. El desgaste repentino del gobierno de Macri a raíz de las medidas ortodoxas en materia económica, desaconsejadas por Jaime Durán Barba, intenta ser recuperado a través de una feroz embestida contra el kirchnerismo, algo que también había pedido descartar el gurú ecuatoriano. Con su shock económico Macri ha logrado la rápida unidad de las cinco centrales sindicales (las tres CGT y las dos CTA) frente al gobierno en curso, apenas 120 días después de su arribo, lo que refuerza la hipótesis de CFK de unidades sectoriales para la nueva etapa. A contrapelo de lo que formulan ahora los apologistas del relato MM, el problema del gobierno PRO no es su comunicación, sino su política. La “nueva derecha” argentina, tan preocupada por sus formas en la previa al poder, despilfarró velozmente su crédito inicial, mostrándose más derecha que nueva en pocos meses.


En el caso de Lula, la situación es más compleja porque se cruza con el intento de “golpe institucional” que a esta hora tiene lugar en Brasil contra Dilma Rousseff, aún en el gobierno tras las elecciones de 2014, donde 54 millones de brasileros y brasileras apoyaron por cuarta vez consecutiva al PT. Sin embargo se puede hablar de un retorno del ex metalúrgico por dos factores. En primer lugar, Lula es el único gran articulador posible de un conjunto de organizaciones sociales y políticas -incluso de las que criticaron la política económica de Dilma durante 2015, cuando Levy llevó adelante un ajuste fiscal de dimensiones-. En segundo lugar, Lula encabeza las encuestas rumbo a las próximas elecciones presidenciales, ya sea que las mismas se desarrollen en 2018 o previamente -escenario que no hay que descartar si el impeachment avanza, tal como Dilma manifestó en Nueva York-. Pero Lula cuenta con un plus adicional: fue el presidente que sacó a 28 millones de brasileros de la pobreza, experiencia de memoria corta significativa frente a los “sacrificios” que Michel Temer ya promete en un audio viral que sacude a Brasil.


Frente a CFK y Lula, aparecen políticos que están en las antípodas de su capacidad de movilización: mientras Macri rehúye a los actos públicos por temor a escraches y desciende paulatinamente en encuestas, el propio Temer es visto como una solución para apenas un 8% de los brasileros, según unreciente sondeo de Ibope. "Viviremos momentos de mucho combate democrático. No es posible aceptar que un canal de TV o un diario gobierne el país" advirtió Lula en la reunión de la Alianza Progresista, luego de recordar su papel durante los 21 años de lucha contra la dictadura brasilera. El petista pone el dedo en la llaga sobre un verdadero drama: la desmonopolización mediática no efectivizada y los desequilibrios democráticos que esto aún sigue generando. La prueba más concreta de esto la da el propio Brasil: mientras Globo, Folha y Estadao insisten en que se trata de un juicio político tradicional, la prensainternacional advierte que no hay elementos para apartar a Rousseff.


La idea de “frente ciudadano” de CFK y el conglomerado anti-impeachment en Brasil, -denominado Frente Brasil Popular y compuesto por el PT, la CUT, el MST y otros actores- remite a un nuevo momento de disputa regional contra los actores del “poder real”. Ambos espacios, movimentistas, partirían de una idea central: no perder lo avanzado durante los gobiernos posneoliberales, ser diques de contención frente a la restauración conservadora en curso. Su efectividad se medirá a corto plazo: en la capacidad de confrontar el golpe institucional en Brasil y en la posibilidad de articular las demandas sectoriales en las elecciones intermedias de 2017 en Argentina, con vistas a un hipotético retorno en 2019. Pero los dos frentes cuentan con un plus invalorable: los liderazgos, sobrevivientes al embate de medios concentrados, sectores del poder judicial y grandes empresarios. Hay una certeza: están de vuelta. Y si bien se trata de ver si a futuro alcanza, para el actual momento no es poco.