Los “republicanos” suelen hacer gárgaras con el concepto de República. Muchos de los que suelen recordarla cuando hay gobiernos populares, se olvidaron de ella cuando fueron promotores y socios de dictaduras surgidas del concubinato entre el poder económico y los militares. O la invocan desde medios, como La Nación, con una historia coherente de anti republicanismo. Los que como Elisa Carrió la levantan hasta desgastarla, sin embargo cuando son invitados a integrar  una comisión para redactar un nuevo Código Penal (el actual es del año 1921 y tiene alrededor de novecientas modificaciones, con la consiguiente alteración de la proporcionalidad de las penas), la rechaza con su desenfreno verbal y descalifica al convocante calificándolo de gobierno narco. Los que invocan el diálogo, utilizan descalificaciones de tal calibre pirotécnico que alejan lo que pregonan. Cuando los medios que representan a los sectores económicos criticaban la falta de conferencias de prensa, ahora que diariamente las realiza el jefe de gabinete, las mismas suelen realizarse con una concurrencia periodística mínima.

Sergio Massa suele presentarse como “la nueva política”. Oportunista y audaz, necesita estar permanentemente en el escenario político para galvanizar la propia tropa e incrementar sus posibles seguidores. Encontró en el anteproyecto de Código Penal  un atajo para sus propósitos, y copiando a Elisa Carrió enarboló un discurso donde  da la impresión que  los presos actuales quedarán libres, los futuros delincuentes no conocerán las cárceles, a los asesinos se le levantarán estatuas y a los violadores se los premiará designándolos directores de jardines de infantes.

En un escenario sumamente enervado sobre el tema, conocido en forma amputada y sesgada como “inseguridad”, Massa manipula arteramente y sale ganando desde antes que se inicie el partido. Poco importa la verdad, sino que sectores mayoritarios de la sociedad terminen convencidos que el ex intendente del country EL TIGRE, es el único defensor de los bienes y la vida de los habitantes del país.

Su antecesor fue Carlos Federico Ruckauf, al que la historia arrojó a la papelera de reciclaje, pero que allá por el 2000 aparecía con grandes posibilidades de ser Presidente. En la campaña por la gobernación de la Provincia de Buenos Aires en las elecciones nacionales de 1999, desde el duhaldismo, competía con Graciela Fernández Meijide candidata de la Alianza. Sus posibilidades se veían debilitadas pero percibió a través de las encuestas que  podía revertir la situación apelando al discurso de la mano dura. Si las mismas le hubieran indicado que era conveniente levantar la bandera de pegarle a la madre lo hubiera hecho. Su famoso slogan “Hay que meterle bala a los delincuentes” lo catapultó a la gobernación, en medio de la derrota de Eduardo Duhalde.

Massa tiene la misma falta de escrúpulos de Ruckauf, pretendiendo una consulta popular anticonstitucional y por lo tanto antirrepublicana; y desde el terrorismo verbal que practica  intenta abortar toda posibilidad del diálogo que invoca.

La Comisión que elaboró el anteproyecto trabajó durante un año y medio y fue integrada por juristas de distintas ideologías políticas y posicionamientos jurídicos. Presidida por Eugenio Zaffaroni, integrante de la Suprema Corte de Justicia alineado con el gobierno, Leon Arslanián, cercano al oficialismo, Ricardo Gil Lavedra del radicalismo que hasta diciembre fue diputado, Federico Pinedo del PRO, y María Elena Barbagelata integrante del Frente Progresista Cívico Social por el Partido Socialista. Lo firmaron los cinco aunque con algunas salvedades de Pinedo sobre el tema de la reincidencia que como otros temas deben ser objeto de un exhaustivo debate.        

MASSA ARRASTRA AL PRO Y AL RADICALISMO

Con la campaña de los medios hegemónicos que potenciaron la jugada de Sergio Massa, el PRO se vio corrido por derecha que es el terreno que ha escriturado a su nombre, aunque electoralmente lo maquille a través de un lenguaje aggiornado con invocaciones al estado, y a la salud y educación públicas. Percibió que le arrebataban una bandera que lo identifica y reaccionó en consonancia con sus convicciones más viscerales.

El radicalismo que ha venido recuperándose luego de más de una década de fracasos, necesita sintonizar en un tema tan sensible con el sentido común predominante, en donde es más fácil seguir la corriente que propugna que el delito se soluciona con la dureza del Código Penal.

El PRO llamó a conferencia de prensa con la presencia de Mauricio Macri quien sostuvo que: “Debe ser debatido sin demagogia, ni populismo... Hay que discutir cómo hacemos que la Justicia funcione hoy y no en cambiar el Código Penal. No estamos para hacer política con algo tan importante como el Código Penal"….Espero que la Presidenta lo envíe al Congreso para que se debata y se apruebe en un par de años"…. Lo que hay que hacer es sacarlo de la discusión política y entrar en un debate profundo…… No se puede votar este Código hoy, porque esto conduce a una nueva fractura de nuestra sociedad y nosotros no queremos más fracturas” (todo esto con Federico Pinedo al lado, cuyo rostro reflejaba la dificultad para digerir el batracio que le habían obligado a deglutir).

El radicalismo no tuvo empacho en dejar “off side” a su representante en la Comisión, el Dr. Ricardo Gil Lavedra. Ernesto Sanz afirmó en nombre del radicalismo: “No están dadas las condiciones en la sociedad para debatir una reforma del Código Penal…..El radicalismo le pide al Gobierno que no envíe el proyecto de reforma del Código Penal."

Llamativamente Macri, Massa y muchos radicales y últimamente también Cristina Fernández repiten la muletilla que el actual Código le permite a los jueces decisiones que harían realidad la muletilla que  “los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra” lo que es conocido como la puerta giratoria.

El radicalismo  parece haber enterrado y olvidado a Ricardo Alfonsín, el cual en  medio de una pronunciada caída, siendo coherente ideológicamente, afirmó en un discurso:  “Nosotros venimos a afirmar que no creemos que la sociedad se haya derechizado, la sociedad ha estado confundida y está cada vez más clara, pero si se hubiese derechizado, lo que deberá hacer la Unión Cívica Radical es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora”

CONTRADICCIONES Y OPORTUNISMO IDEOLÓGICO

El progresismo ha considerado históricamente que la seguridad es un tema de la derecha y que el problema se atenuará sólo cuando la aplicación de las políticas progresistas hagan desaparecer significativamente las causas del problema. El kirchnerismo ha tenido un extraño razonamiento sobre temas que lo perturban al no identificarlo correctamente  y subrepticiamente abordarlos parcial e insuficientemente como si al no mencionarlos, los mismos pudieran ser sacados de las preocupaciones cotidianas de la ciudadanía.Sería interesante que recorran la poesía de Mario Trejo quien afirmaba que la palabra perro no muerde, sino que el que muerde es el perro.

Desde los periodistas que trabajan en los medios hegemónicos, Alfredo Leuco en Perfil ha extirpado hasta el último vestigio de su pasado juvenil en el Partido Comunista y cegado por el odio afirma con relación a Sergio Massa: “Eso que el radicalismo y el PRO también criticaron por “oportunista” se llama hacer política y tener olfato y sentido de la oportunidad….Hay una demagogia pro victimarios que a esta altura es reaccionaria y frívola… El miedo social siempre favorece a los más poderosos…… ¿Cómo interpretar el silencio de los socialistas?” Como se ve, para el periodista contratado por Radio Mitre y Perfil, Sergio Massa no juega con el miedo social.

En Jorge Lanata ya no hay contradicción ideológica sino continuidad o un oportunismo sin retorno. Su nota en Clarín se titula: “Un Código para victimarios, no para víctimas”. Joaquín Morales Solá escribió en La Nación del 9 de marzo: “La reforma murió antes de nacer. La buena oportunidad de Massa fue la mala oportunidad de Cristina Kirchner. En medio del hartazgo social por la imparable inseguridad, el rechazo de la gente común aguardaba cualquier reforma que no contemplara métodos extremos e inaceptables de represión. Esa es la puerta entreabierta que Massa descubrió y por donde se deslizó rápidamente. El resto de  los partidos no pudo hacer otra cosa que seguirlo”

Y así se podría seguir hasta el infinito.

Desde posiciones cercanas al gobierno, el mesurado analista Mario Wainfeld escribió en “Página 12” del 9 de octubre: “Tal vez, quién sabe, sería funcional para el oficialismo frizar el Anteproyecto del Código Penal, una consecuencia digna pero poco redituable en lo inmediato. La democracia de masas impone dilemas duros”

Creo que esta posición es equivocada porque implicaría abandonar la batalla política y cultural, levantando la mano de Sergio Massa como triunfador de un combate ideológico que no se dio.

La antigua y certera consigna de las Madres de Plaza de Mayo es oportuna para la ocasión: “La única batalla que se pierde es la que se abandona”

El argumento que el gobierno no deba tratar el tema porque está en el tramo final de  los últimos dos años, implica que  el último período de su mandato quedaría reducido sólo a dos años. Además en el 2015, el nuevo gobierno también tendrá dos años hasta sus primeras elecciones.

El anteproyecto debe ser debatido por la sociedad y en su lugar más apropiado, el más republicano, que los republicanos suelen despreciar cuando carecen de mayorías, es el Congreso. Seguramente habrá artículos que modificar o reformular.

Extrañas contradicciones ideológicas: los dialoguistas rechazan el diálogo y cuando durante dieciocho meses  lo concretan en una comisión, luego desaprueban a sus representantes. Los que enarbolan el consenso cuando se concreta, lo desestiman, Los que se hacen transfusiones de republicanismos no quieren que un anteproyecto de Código Penal llegue al Congreso y los que se rasgan las vestiduras discursivamente sobre las instituciones proponen la paralización del gobierno. Luego, para ser coherentes, lo criticarán ácidamente sobre su inactividad, y se preguntarán, posando de profundos y preocupados ¿ Quién nos gobierna?