En “Capitalismo caníbal” Nancy Fraser hace un contundente, demoledor y descarnado análisis crítico de una enorme profundidad de lo que realmente es el capitalismo.

Comienza por puntualizar que el capitalismo no es un tipo de economía sino una forma de organizar la sociedad toda, en la que se mueve una economía cuyo designio es la acumulación incesante de capital para sus propietarios.

Identifica los límites no económicos en que se mueve al capitalismo que devora la riqueza no económica de los del resto de los individuos. Elogia el análisis marxista ortodoxo que pone en evidencia la explotación de los proletarios mediante la plusvalía pero entiende que ese concepto si bien es válido es insuficiente y agrega el concepto de expropiación o apropiación. La explotación se ejerce sobre los obreros libres que venden su fuerza de trabajo por un salario y opera casi exclusivamente en el centro económico, es decir en Europa, Estados Unidos, Canadá Japón y Australia. Pero la gran mayoría de la población mundial no estuvo ni está sometida a esa explotación sino directamente a una expropiación o apropiación lisa y llana. No puede decirse que los esclavos en el sur de Norteamérica y los mineros que dejaron sus vidas en Potosí hayan estado sometidos a explotación a través de la plusvalía. Todos los habitantes del llamado tercer mundo que viven en condiciones miserables son sistemáticamente expropiados.

Para Nancy Fraser es constitutivo del capitalismo la separación entre la producción económica y la reproducción social. El sistema social capitalista drena las energías para atender a las familias y mantener los hogares. La acumulación incesante de capital propia del capitalismo lleva a destruir (a canibalizar dice Fraser) las actividades socioreproductivas necesarias para el mantenimiento del propio capitalismo. Esta es una de las razones por las que el capitalismo destruyendo el proceso de reproducción social terminará por destruirse a sí mismo. Las actividades como dar a luz, socializar a los niños, cuidar a los ancianos, mantener a los hogares, encomendadas mayoritariamente a las mujeres no son recompensadas monetariamente, el capital se las apropia gratuitamente.

Ya en la primera fase del capitalismo en el mundo conquistado por los estados europeos destruyó los vínculos sociales, saqueó al campesinado, en África esclavizó a parte importante de su población, desposeyó a los pueblos originarios de América y derribó las relaciones sociales propias de sus culturas.

En su versión neoliberal el capitalismo reduce drásticamente la inversión pública en bienestar social con el argumento que de ello deben ocuparse las familias pero simultáneamente generando la necesidad del doble empleo a tiempo completo.

Otro límite en el cual el capitalismo es destructor es el referido a la naturaleza no humana. Fraser usa una figura muy elocuente: el capital usa la naturaleza como un grifo y un sumidero. Es un grifo en cuanto proveedor de insumos en los que actúa como si fueran infinitos y sin ninguna atención a sus efectos nocivos. Si bien hay una aceptación casi universal de la catástrofe que se nos viene con el cambio climático la pulsión por la acumulación monetaria incesante y urgente hace que el capital extraiga recursos a como dé lugar con absoluto desprecio de los pueblos que conservaron esos recursos durante siglos ni de las consecuencias de su destrucción. El sistema considera a la naturaleza no humana como un sumidero creando desiertos donde había bosques y selvas, degradando los océanos al generar islas de plásticos del tamaño de Australia alterando negativamente la fauna marina, tirando a la atmósfera gases que la van convirtiendo en no apta para la vida, contaminado los ríos y degradando la biodiversidad. Por todo ello Fraser sostiene que la lucha ecologista tiene que ser también anticapitalista.

En el mismo libro se pone en evidencia el vínculo entre el capitalismo y la opresión racial cuya expresión más dura se dio en la esclavitud en el sur norteamericano y en distintos países de América y en otra versión no más benigna en las leyes discriminatorias vigentes durante el capitalismo fordiano. Fraser se pregunta si el capitalismo es necesariamente racista y su respuesta es que es intrínseco al sistema la opresión racial. Parte de la diferenciación ya explicada entre explotación y expropiación, la primera es ejercida básicamente sobre la población blanca del centro y la segunda mayoritariamente sobre la población no blanca que habita la periferia del sistema. Cuyos integrantes son considerados seres inferiores como los trabajadores forzados, los súbditos colonizados, los endeudados por vida, los “ilegales” y los hacinados en cárceles cuyas capacidades son confiscadas por el capital por múltiples medios, algunos violentos como cuando se expropian tierras dejando a sus antiguos habitantes a merced de sus usurpadores o por medios más sutiles como por ejemplo por ejecuciones de deudas tomadas por necesidad a tasas impagables. Un caso paradigmático de expropiación y racismo es el perpetrado durante la colonización de América. Actualmente son expropiados todos los habitantes de los países periféricos deudores de prestamistas internacionales que obligan a adoptar políticas que transfieren riquezas a las corporaciones y a las finanzas internacionales. Las escandalosas desigualdades que se experimentan entre países y al interior de los mismos y que son mostrados en numerosos trabajos se pueden verificar aún con mayor profundidad si se expresaran términos de razas.

Cuando Nancy Fraser toma el tema de lo político como otro de los límites con que se topa el capitalismo comienza por dictaminar algo que es evidente: la crisis de la democracia advirtiendo que su causa y su superación no es posible encontrarlas en lo específicamente político si bien el neoliberalismo al crear las corporaciones oligopólicas, especialmente en el ámbito de las finanzas hizo que los gobiernos sean débiles en comparación con ellas. También es cierto que el capitalismo se desarrolló bajo el amparo de estados que le dieron sustento pero el impulso hacia la acumulación incesante e ilimitada tiende a desestabilizar los poderes públicos de los que depende.

El capitalismo divide netamente dos órdenes, lo económico y lo político, por lo que lo económico no es político y lo político al no ser económico no puede incursionar en ese ámbito. Por lo tanto es el mercado (en realidad las corporaciones internacionales y el mundo financiero) el que determina qué producir, cómo producir, cómo se distribuye el excedente, con qué base energética se produce, cómo se trata a la naturaleza, cómo se organiza el proceso de reproducción social en relación con la producción, en qué lugar se centran las tecnologías de punta y donde se arrojan las desechos que se producen así cómo la velocidad en que se degrada el planeta. De esta forma el capitalismo genera una democracia reducida  y débil. Por supuesto el capital quiere un gobierno fuerte cuando se trata de la aplicación de políticas represivas, de generar regímenes jurídicos que perpetúen sus privilegios, y de construir la infraestructura requerida para la organización productiva seleccionada en el ámbito económico.

Además los gobiernos ven totalmente restringido su poder de decisión ya que las políticas aduaneras (tema fundamental para definir el perfil productivo de un país) está restringido por la Organización Internacional del Comercio, (organismo diseñado para imponer el libre comercio en beneficio del centro que se desarrolló con políticas contrarias a las que ahora impone a la periferia). En materia monetaria tampoco pueden ejercer cierta autonomía, a veces por carecer directamente de una moneda soberana como es el caso de los países europeos que dejaron sus propias monedas en aras del euro y en otros porque se ven sometidos a regulaciones de los organismos internacionales del crédito (FMI y BM).

En consecuencia poco es lo que pueden hacer los gobiernos y muy degradada queda la democracia.  Como si fuera poco este panorama, en nuestro país algunos políticos pregonan reducir aún el poder del Estado, eliminando la moneda local (dolarización) y el Banco Central (otros un tanto más benignos proponen hacerlo independiente) lo que es casi lo mismo.

La conclusión final de Nancy Fraser es que el capitalismo devora todos los ámbitos tratados (el proceso de reproducción social, la naturaleza, los pueblos no blancos y la democracia) y dado que todos ellos son necesarios para su supervivencia termina devorándose a sí mismo. Otra conclusión es que todos los movimientos que se oponen a esas destrucciones centrándose en una sola de ellas (por ejemplo los movimientos ecologistas, los movimientos feministas, las luchas antirracistas) al no percibir que el origen es único y no individualizar al capitalismo como su causa principal son inocuos cuando no distractivos.

Solo una lucha global que cambie el orden social imperante puede lograr que se valore realmente el proceso de reproducción social y de cuidados, que se rescate a la naturaleza de la degradación a la que se la somete, que se igualen en dignidad y acceso a una vida digna a todos los pueblos del mundo y que la democracia esté en condiciones de responder a las necesidades de los pueblos.