I) El director de Le Monde Diplomatique (edición Cono Sur) escribió un artículo días pasados en Página/12 que, por las características de sus afirmaciones, motivó ya varias respuestas. Me sumo a esa lista.

         El propósito de la nota de José Natanson es explicar la victoria de Cambiemos en las primarias, sin burlarse de los desgraciados dichos de Bullrich, yendo más allá de lo que define como “rechazo instintivo” que generan sus festejos televisivos, para poder, por fin, “tomárnoslo en serio”, “comprender la verdadera naturaleza de la criatura política”. Y esa seriedad no implica –dice- “denunciar la simulación de Cambiemos ni desnudar la oscuridad de su alma verdadera, sino entender por qué sus propuestas resultan convincentes, indagar los motivos profundos de su eficacia, entender por qué funciona”, elementos que deberían considerarse para sostener aspiraciones de triunfo en octubre. Algo así como imitar el primer y gran gesto de Hernán Cortez, apenas desembarcado, antes de la conquista de los territorios americanos, que ha sido –se sabe- conseguir un intérprete: además de las armas, la fuerza reside en comprender cabalmente la lengua, saber cómo piensan los adversarios.

         De modo que, según creo advertir, Natanson quiere centrar su análisis en el interesante punto de la eficacia retórica de la campaña de Cambiemos, cómo y qué interpela actualmente de la sociedad argentina, distinguiendo otro plano: el de su política real, que cae fuera de su indagación. Por eso se ve precisado a emprender sucesivas negaciones “aclarando” que tal eficacia retórica no implica que él suscriba como acertadas las políticas reales ni efectúe “una evaluación positiva de su performance al frente del gobierno”.

II) Como muestras de esa eficacia enumera la “línea anti-mafia” de Vidal que es –dice- “presentada” (subrayo la resonancia escénica de esta palabra) “como una cruzada contra los poderes oscuros de la provincia” –presentación que deja entrever que dicha cruzada tiene esencialmente existencia en esa escena discursiva. En el mismo sentido, subraya el “abordaje demagógico” del tema narcotráfico, abordaje que cifra su alivio en la nominación (no, claro, en la resolución efectiva) del problema. En la misma línea, la gestión PRO en la ciudad de Buenos Aires –dice- “pudo construir la imagen de una administración eficiente y moderada”. Insisto: subrayar la “construcción de imagen” deja en claro una distancia con la “administración eficiente”. Natanson recalca el acierto en las construcciones de sentido que el macrismo ha logrado en esos temas.

“Sucede que el neoliberalismo macrista incluye también una propuesta de justicia, sintetizada en la perspectiva de igualdad de oportunidades”. Al hablar de una “propuesta de justicia”, Natanson deja oír la diferencia existente entre el menú presentado en la carta y el plato de comida en la mesa: “propuesta de justicia”, no son actos de justicia, a secas. “Antes de que lluevan los tomates”, se ve precisado a aclarar “que el oficialismo formule este discurso, no implica que la gestión concreta de su gobierno lo esté llevando a la práctica”.

“Cambiemos se presenta como una renovación modernizante de la política” –insiste Natanson- “se auto-reivindica como el primer partido político del siglo XXI, se proclama como un paso adelante respecto de los vicios y las mañas de las agrupaciones tradicionales…”. Se presenta, se auto-vindica, se proclama: verbos que indican el modo en que Cambiemos desea (y logra) ser percibido, con independencia de la verdad de esos enunciados, de su arraigo en hechos. Hasta aquí, Natanson, inobjetable.

III) Lo que vuelve confusa y controvertida la nota son los momentos en que anula la distancia entre la realidad de la política PRO y aquel plano retórico, escénico y auto-celebratorio que venimos comentando. En esos momentos la criatura política que describe Natanson parece devorarlo, como si -sucumbiendo a su fascinación del diestro manejo comunicacional del macrismo- lo llevara a tomar por real lo que hasta un momento le atribuía sólo   existencia simbólica. Natanson llega a decir cosas tales como que el oficialismo decidió “prolongar el generoso entramado de políticas sociales construido por el kirchnerismo”. El Ministerio de Desarrollo Social canceló casi 200 mil pensiones no contributivas desde que asumió Macri, entre ellas las que amparaban a discapacitados (decisión que formalmente nunca dio marcha atrás); desactivó el Remediar -el mayor programa del mundo de provisión gratuita de medicamentos ambulatorios que garantizaba su acceso a la población más vulnerable; desfinanció y cortó las inserciones territoriales de los programas Progresar y Conectar-Igualdad que proveía computadoras a pibes de Secundaria; disminuyó y subejecutó partidas en sus dos presupuestos en áreas tan sensibles como Salud, Educación y Desarrollo Social; y –por último- cortó brutalmente el enorme tejido de subsidios que franqueaban el uso de servicios vitales como luz, gas, agua y transporte a los sectores populares. Es difícil afirmar que la red social construida en los años kirchneristas pervive “generosamente”.

Anula nuevamente esa distancia entre la percepción que Cambiemos desea imponer sobre su gobierno y los hechos duros, cuando afirma que “…la decisión de no recortar el gasto público ni recurrir al despido masivo de empleados estatales (…) marca un contraste con los 90”. ¿Cómo puede pasar desapercibido para Natanson el sesgo ideológico conservador en la orientación del gasto público –que no baja en términos nominales, pero sí en las capas sociales a las que se aplica? ¿Una primera etapa de once mil trabajadores despedidos en el Estado –que abrió el camino a los despidos en el sector privado- no tiene para Natanson características masivas?

Pero tal vez el momento más escabroso de la nota es cuando afirma que Cambiemos es “una derecha democrática y renovada, que hasta el momento estaba ausente de nuestra escena política”, cosa que constituye “la gran novedad” que el kirchnerismo –con su bruta consigna “Macri basura/vos sos la dictadura”- no supo leer.

Aquí no es el observador neutral el que describe cómo y por qué funciona la máquina retórica de Cambiemos, cómo triunfa culturalmente en amplios sectores el modo en el que el gobierno desea ser percibido. Natanson pasa de la descripción al juicio al afirmar que estamos ante una derecha democrática y renovada. Y salvo que la semántica sufra una alteración profunda, para democrática deberíamos olvidar los presos políticos de la Tupac Amaru, la presión (y expulsión) que sufren los jueces indispuestos a convalidar decisiones del Ejecutivo, la peligrosa frivolización del discurso oficial sobre derechos humanos, la decisión de reprimir protestas callejeras, el intento de meter por la ventana dos jueces de la Corte, la manipulación del escrutinio en las PASO y un largo etcétera que no podría olvidar el nombre de Santiago Maldonado y la sombra terrible de la palabra desaparición. Si la “renovación modernizante de la política” abarca la jerarquización del timbreo (“espontáneo, informal, casi diríamos puro” –aquí Natanson ejerce el humor-), y la amistad con veganos y amantes de mascotas y bicicletas… -bueno- qué horizonte poco ambicioso para la categoría de modernidad.

IV) Los analistas económicos serios afirman que Cambiemos se sostiene en tanto subsista el crédito externo. Agreguemos: también en tanto subsista el crédito a su palabra, crédito que por ahora permite que no sean reconocidos –por el eficaz aparato de propaganda que Natanson describe- sus viejos objetivos de incidencia retrógrada en la distribución de la riqueza. El ardid consiste en dificultar justamente ese reconocimiento, presentándose como novedad, simulando su debut en la escena nacional, anulando su arraigo en las constantes históricas del liberalismo argentino.

Creo que la nota de Natanson ha hecho su contribución a ese propósito.