El poeta Miguel Hernández había logrado mirar el alma de la vida, de una manera tan libre, que al morir no pudieron cerrarle los ojos. Y eso que falleció en prisión.

Los videntes griegos, los que conseguían vislumbrar el destino de su pueblo, paradójicamente, eran ciegos. 

Una creencia del siglo XIX, en Francia, indicaba que sólo los ciegos lograban afinar impecablemente un piano. Decían que conseguían alcanzar cierto color secreto de la música. 

El ciego Borges recordaba  que Demócrito de Adbera, se había arrancado los ojos para pensar, de manera que no estorbara en sus meditaciones la contemplación del mundo externo.

En Chile, los propagadores de la oscuridad les dispararon a los ojos de cientos de personas. Estos criminales ignoran que los que  sólo ven, tiene su canto solitario encerrado en una jaula, sin embargo, los que miran comparten sus cantos en el bosque de la historia.

Los que mañana vengan cantando, jamás dejarán de entonar aquellas miradas de un mundo mejor.