LA MILITANCIA HIZO TANTAS COSAS MAL, Y YO NO MILITO. Se cometieron tantos errores en el gobierno, y yo no gobierno. Hubo tantos cálculos políticos mal hechos, y yo no hago los cálculos. Cristina se equivocó cuando eligió candidato, y yo no soy Cristina. La campaña fue un desastre, y yo no hago campañas. Se recorrió poco el territorio, y yo trabajo en mi casa. La lista podría extenderse por varios párrafos más. Tanto como uno crea que es merecedor de mejores decisiones, mejores cálculos, mejores candidatos, mejores políticas, mejores estrategias, mejores campañas, mejores encuestas y sobre todo: mejores resultados. Es tan lindo cuando ganamos por nuestras virtudes y tan feo cuando perdemos por sus defectos, no? Pero no está tan mal cuando uno tiene la capacidad de análisis suficiente como para sacarse los problemas de encima. No está tan mal cuando uno tiene el talento suficiente como para hacer una buena autocrítica, que como dice Edgardo Mocca es criticar todo lo que hicieron mal los demás. En estos días se escucharon decenas de autocríticas de analistas que hacen autocrítica señalando errores de Cristina, La Cámpora, el Peronismo, los medios, la campaña, etc. Analistas cuyos principales enemigos son el binarismo, el pensamiento lineal, el trazo grueso, la falta de sutileza, en definitiva la falta de inteligencia en aquellos que deberían llevarnos hacia un mundo mejor. Son los oficialistas del cociente intelectual, a su manera compañeros nuestros, compañeros convencidos de que con la capacidad y la astucia suficientes se podría vencer cualquier escollo, cualquier adversario, evitar cualquier trampa, y ganarles a los poderosos más poderosos. Convencidos de que con una lectura correcta y profundamente sagaz de la realidad no hay derrota inevitable. Por eso cuando nos pegan una trompada que nos deja tirados al piso nuestros militantes del cociente intelectual no nos extienden una mano, ni nos alientan a levantarnos, ni nos alcanzan un vaso de agua. Porque donde nosotros vemos que si no nos levantamos rápido nos van a patear en el suelo, ellos ven nuestra falta de capacidad para haber analizado las cosas lo suficientemente bien como para poder evitar cualquier trompada. Y claro, ese análisis que nos faltó es por lo general el mismo que hacen ellos. Su plena confianza en el raciocinio como ancho de espadas universal también los hace más humanos, si uno logra ver el costado tierno de su fe. Que sería cuestión de llegar al gobierno y convocar a media docena de estos analistas, y haciéndoles caso en todo, comenzar con una infinita sucesión de aciertos, uno detrás del otro, imparables y brillantes, que nos llevarían a un cadena interminable de logros y de éxitos rutilantes, sin error, sin falla y sin sobresaltos.

ESTE ES UN MAL MOMENTO PARA SEGUIR ABRIENDO BRECHAS entre quienes defendemos este país que conseguimos, pero creo necesario este comentario porque somos muchos los que abrimos el diario y leemos a nuestros autores para que nos ayuden a comprender qué nos pasa. Y no fueron pocos los que por estos días nos contaron que lo que nos pasa es que somos medio estúpidos, y por lo tanto merecedores de todo tipo de desdicha y múltiples adversidades. No creo que esto sea así. En principio porque no soy un militante del cociente intelectual, sino más bien de un espacio político con principios que me siguen pareciendo dignos de ser defendidos. Tampoco defiendo la torpeza frente a la sutileza, ni la idiotez frente a la inteligencia. Yo también estoy en contra de la torpeza, y creo que hoy es de torpes eso de desmoralizarnos y menospreciarnos. Y si la torpeza es un error, la torpeza tenaz e insistente puede convertirse en acción voluntaria.

RANDAZZO QUERÍA SER PRESIDENTE. Muchos lo quisimos también, y muchos recelábamos de Scioli. Es bueno que hoy Randazzo nos haya demostrado pronto qué clase de dirigente es: uno egoísta que no dudó en traicionarnos en el momento menos oportuno, que son los momentos que saben elegir los traidores más conspicuos. Randazzo criticando a Cristina y abrazando a Sanz demuestra lo lejos que estaba de no dejar sus convicciones en la puerta de la casa de gobierno. Las acaba de dejar en la puerta del bulo de Macri. Ningún inteligente pudo adelantar este panorama, ni yo, y mire que soy inteligente a más no poder. Un hombre que quiso presidir el país desde el kirchnerismo y que hoy quizá se disponga a prestarle servicios de asesoramiento y gestión a los enemigos de este proyecto. Pero es bueno saberlo, sobre todo para quienes todavía lo lloran, y todavía recelan de Scioli quien se está cargando sobre el lomo esta batalla todos los días y sin aflojar. Que así ha sido siempre de duro. Aguantando las presiones de los opositores, resistiendo la tensión del momento, y soportando los infinitos tironeos que se le dedican desde adentro. Y le pido disculpas a Scioli, que no merece comparaciones con este Randazzo miserable. Que por si alguien no se dio cuenta todavía, llegó el momento de darle todo nuestro apoyo al candidato de Cristina y dejarse de joder. (Y sé que algunos no se dieron cuenta.)

EL MOMENTO ES DRAMÁTICO. Es inútil que lo neguemos. La posibilidad de que el país vuelva a caer en manos de la revancha de la derecha está en el horizonte. Con las consecuencias conocidas para nuestra sociedad, y otras más difíciles de calcular para el continente y hasta el mundo, si consideramos que hasta Podemos recibiría el golpe allá en Europa. Las conquistas, los derechos conquistados por la sociedad, que algunos de aquí y de allá quieren creer que no volverán atrás pueden –efectivamente- perderse. Seamos razonables, si las conquistas igualitarias no pudieran eliminarse, o en todo caso reducirse a su mínima expresión, la derecha colgaría los guantes para siempre y se dedicaría a jugar al golf. Pero esas confusiones de los analistas no nos han confundido. Como no nos quebraron las quebraduras que aparecieron dentro de nuestro espacio político. Los conscientes de este país, los conscientes de Este País, del país de las netbook y las fábricas, de las universidades nuevas, de los jubilados, de la dignidad y la soberanía, del respeto por el diferente, el de los abrazos en las plazas y los nenes dibujando pancartas, sabemos lo que tenemos que hacer. Convencer a nuestros amigos, a nuestros familiares, a nuestros compañeros de laburo, al pequeño mundo que nos rodea, de que la única oportunidad para evitar que el capitalismo inhumano regrese para recuperar lo que se le arrebató de humanidad en estos años es votar a Scioli.

UN DÍA YO ME VOLVÍ MILITANTE, cuando ví que estaba cerca la posibilidad de que la corporación agraria y sus socios dieran un golpe de estado. Hoy veo a muchos a los que se les despertó la militancia ante la posibilidad de que el estado sea gobernado por esos mismos grupos golpistas, pero por la vía democrática. Seguir despiertos y peleando dedicadamente por algo que tomó el nombre de Scioli es la tarea.