“Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”, solía decir Hipólito Yrigoyen. Es una figura que permite abarcar dos situaciones contradictorias: se está forjando un mundo distinto o se está derrumbando el mundo conocido. Todo indica que lo que sucede hoy en la Argentina es un barajar y dar de nuevo, con un derrumbe del mundo conocido. Todas las certezas pueden ser cuestionadas con amplias posibilidades de acertar. Ya cayó aquella que aseguraba que “el peronismo unido es imbatible”. Hoy está en la picota -si se mira sin anteojeras y apuntando al dinamismo histórico-, que el movimiento popular más longevo de América Latina corre el riesgo de implosionar. Mientras, asoma otra certeza: que la posibilidad de las alianzas más insospechadas no es un dislate sino una alternativa válida; así como también que el desprestigio de la política y de los políticos y la falta de solución de problemas elementales, han abierto un amplio espacio para que las propuestas más disparatadas, y las consignas paleozoicas de referentes psicóticos, ganen espacio. La inflación y la inseguridad son dos motores para los cuales gran parte de la sociedad que ha virado hacia posiciones cada vez más conservadoras y reaccionarias, puede estar dispuesta a apoyar las alternativas más estrambóticas,  aún a riesgo de entrar en un camino sin retorno como la dolarización. Basta puntualizar que el economista y diputado radical 

Horacio Cacace que envió al Congreso un proyecto de dolarización ha declarado: “Esto de los US$ 400.000 millones debajo del colchón te dicen que los argentinos temen que le capturen los depósitos, pero si ponés el sistema bancario bajo jurisdicción extranjera, donde rige la legislación de otros países, por ahí haya más confianza . Son cosas a discutir” Y como quiere cerrar toda salida agrega: “El hecho que la dolarización sea bastante irreversible es una de sus virtudes”  

Las representaciones políticas, empresariales, sindicales e intelectuales están sumidas en una mediocridad alarmante. Es tan profundo el desconcierto, que el Frente de Todos, que apareció como una luz de esperanza, hoy transita una etapa donde llegar a las elecciones del 2023 parece un sendero escarpado, lejano, poblado de peligros y con la posibilidad hoy cierta que su itinerario se agote en cuatro años e incluso antes. La negociación con el FMI, ha exteriorizado una zanja profunda entre los componentes de una fórmula tan original como inédita, exitosa para ganar electoralmente y armada para gobernar de tal forma que el fracaso era casi una certeza. Lotear ministerios y secretarías con funcionarios de diferentes facciones, es una póliza de seguro contratada para fracasar. Lo sabe hasta un estudiante de contador de primer año.  No tener un ministro de economía sino funcionarios que se superponen, es una experiencia que ya recorrieron Cristina Fernández en la primera parte de su segundo mandato y Mauricio Macri en sus penosos cuatro años.

Alberto Fernández heredó una situación muy difícil del más nefasto gobierno desde 1983, a la que se sumó la pandemia y ahora la guerra en Europa. Hizo una política de reducción de daños que sin embargo fueron muy elevados. Exitosamente evitó la implosión sanitaria y la explosión social. Pero el haber aplanado la curva de contagios sin aplastarla, elevó a una cifra inimaginable el número de muertos. Su política defensiva, sin tocar intereses, lo condujeron a un laberinto de donde le resulta muy complicado salir, teniendo poca vocación para hacerlo.

En la negociación con el FMI, aparentemente no hizo jugar a su favor las ventajas (la pandemia y la escandalosa violación de su estatuto al conceder el insólito préstamo político a Mauricio Macri, favorito de Trump). No haber aprovechado tampoco su fortaleza cuando tenía una sólida base política en la negociación durante los primeros meses de la pandemia, no haber esbozado ningún plan B y haber alargado el momento para firmar por motivos electorales y hacerlo cuando su debilidad era extrema, después de haber perdido la elección de medio término y  encontrándose las reservas en su nivel más bajo, bordeando la inexistencia. En esas condiciones a las que se llegó probablemente por manifiesta ineptitud negociadora, a una situación de debilidad extrema, sin alternativas, ya que la cesación de pagos precipitaba al país en una crisis que podía llevarse puesto al gobierno. La trampa final no era inevitable pero el desenlace estaba cantado al firmar en el momento de mayor caída. Se llegó así a una opción de hierro: no acordar era como tirarse de un avión sin paracaídas y acordar era tratar de aterrizar con la mayoría de los motores del avión fuera de servicio. 

Ninguno de los referentes del Frente de Todos prometió jamás en romper con el Fondo. El kirchnerismo mantuvo sus disidencias asordinadas y denunció que fue víctima de las mentiras del Ministro Martín Guzmán. A esa altura y en la situación que se encontraba el gobierno sólo le quedaba aceptar las imposiciones del Fondo, enarbolando como defensa que obtuvo explícitamente el evitar las reformas estructurales habituales y que el Fondo reconocía que la inflación era multicausal, aunque en los hechos hace hincapié en la emisión monetaria como causa principal.

El kirchnerismo apuntó contra la negociación. No ofreció alternativas. El Presidente afirmó que lo firmado con el FMI es su plan económico, afirmación muy fuerte para un gobierno peronista, en línea con su autocalificación como socialdemócrata. Tal vez por eso saltó de no creer en los planes en afirmar que su plan es nada menos que el del Fondo Las diferencias ideológicas de los Fernández se trasladaron, desde un principio, a las cuestiones personales. A lo largo de más de dos años las zancadillas entre el presidente y la vicepresidente empalidecieron a las que realizan los defensores futbolísticos más rudos.

La oposición, que es capaz de negar en sus sectores de mayor dureza facial que la deuda con el Fondo no fue contraída por Mauricio Macri, votó en el Congreso a favor del refinanciamiento y no del programa exigido, colocándose a la derecha del Fondo exigiendo como los paleo-libertarios, reformas laboral, previsional e impositiva.

La historia suele diagramar paradojas increíbles: la pandemia fue el primer indulto a la destrucción de los cuatro años macristas, expresada luego electoralmente en las elecciones legislativas de medio término para castigar al gobierno;  y luego la siniestra deuda contraída por el gobierno de Mauricio Macri, una estafa que condiciona a la Argentina por muchas décadas  pero que al pasar por el Congreso como una refinanciación y no una reprogramación de los vencimientos originales como si hizo el gobierno con los acreedores privados, la deuda de Macri pasa a ser la deuda de Alberto Fernández. Para ser más claro: se mantienen los vencimientos originales y si se aprueba el examen trimestral del Fondo, éste pone el dinero para pagar cada amortización. Es decir que de esta manera ya no es la deuda de Macri sino la deuda del gobierno de Alberto Fernández.

Si esto no es la absolución de la deuda contraída por el hijo de Franco, se le aproxima peligrosamente.

Si ahora se acudió al Congreso para legalizar la estafa, la desprolijidad con que fue contraída la deuda es similar a la forma como operó en su momento la dictadura establishment-militar.

La información suministrada por el Ministerio de Economía después de sospechosa lentitud, permite afirmar que los republicanos son muy desprolijos, eufemismo que puede ser sustituido por impunes. Escribió Horacio Verbitsky en Cohete a la Luna: “Ningún acto administrativo expone la decisión de tomar el crédito. El Presidente Macri no firmó decreto alguno al respecto. 

El primer expediente administrativo fue iniciado nueve días después de solicitar el crédito. No hay constancia de que existiera un dictamen jurídico previo. Tampoco consta el dictamen del Banco Central sobre cómo impactaría el crédito que se pretendía tomar en la balanza de pagos. No hay Resolución alguna del Directorio del Banco Central ni del Ministerio de Economía. Ni siquiera hay constancia de que se haya suscripto acuerdo alguno: sólo está la Carta de Intención y sus memorandos adjuntos.”

Finalmente no es aventurado pronosticar: El acuerdo aprobado implica necesariamente ajustes, como mínimos que van desde la reducción de la emisión monetaria de 2,7 al 1%, disminución del déficit fiscal en 0,50%. Y que el diferimiento de las deudas para el 2026, sólo traslada la bomba actual para esa fecha donde se debe empezar a pagar 20.000 millones de dólares anuales. Toda anestesia a este ciclo criminal del endeudamiento sólo es un engaño. De la mano de Macri, del acuerdo concertado por el binomio Fernández- Guzmán, la Argentina entra en un túnel de improbable salida en una cantidad incierta de décadas.

Por supuesto que no es lo mismo el que contrajo desaprensivamente la deuda que el que equivocó muy probablemente en su solución.

Como un eco lejano de la Década Infame, la proclama de Forja vuelve a recobrar vigencia: “Somos una Argentina Colonial, queremos, millones de argentinos, ser una Argentina libre”       

CRITICAS Y DIFERENCIAS DE CRISTINA Y LA CAMPORA

Nunca el Frente de Todos prometió romper con el Fondo Monetario Internacional. La vicepresidente en su carta del 27-11-2021 escribió: “…Nuestro país tiene el peso inédito de una deuda también inédita con el FMI. Es un momento histórico de extrema gravedad y la definición que se adopte y se apruebe, puede llegar a constituir el más auténtico y verdadero cepo que se tenga memoria para el desarrollo y el crecimiento CON INCLUSIÓN SOCIAL de nuestro país. ¡Y ojo! Que nadie está hablando de desconocer deudas. Creo que el kirchnerismo (y permítanme utilizar “el ismo” para de algún modo homenajear la formidable gestión de quien fuera mi compañero de vida e identificar un proceso político del peronismo) tiene un atributo histórico que es el de haber pagado las deudas que generaron otros gobiernos. Basta recordar una vez más la cancelación de la deuda con el FMI llevada a cabo por Néstor Kirchner, así como también la reestructuración de deuda llevada a cabo en 2005 y en el 2010 con acreedores privados, con la quita más grande de capital e intereses de la que se tenga memoria”

Entonces ¿en qué estriban las diferencias? El documento del 11 de marzo de la CÁMPORA, lo explica así: “El gobierno debería haber optado por una negociación “dura” que procurara extender los plazos de devolución por encima de los reglamentos vigentes en el FMI, eliminar la sobretasa de interés y exponer ante los argentinos y argentinas y ante todos los foros internacionales posibles, las gravísimas irregularidades del préstamo otorgado a Mauricio Macrì  y su carácter y objetivo estrictamente político, tal como lo admitió un funcionario de la administración Trump y actual Presidente del BID Mauricio Claver-Carone.  Pero “lejos de ello, el equipo negociador del Gobierno desarrolló una estrategia de amabilidad, secretismo, hermetismo, confusión y desinformación en las negociaciones, sólo explicable por la difundida creencia de que estábamos ante un nuevo Fondo Monetario Internacional que sería seducido por la pericia académica y los buenos modales de los negociadores e interlocutores argentinos”.

Está claro entonces que se critica la negociación y las consecuencias de una negociación fallida pero no el hecho de negociar con el Fondo. A su vez Alberto Fernández elogia la negociación, considera que se obtuvo todo lo que era viable conseguir y que con la sobreactuación que lo caracteriza sostiene “Que el acuerdo con el FMI, es su programa económico.”

Por otra parte, el futuro de la vicepresidente, lo adelantó en su carta del 16-09-2021: “Sé que gobernar no es fácil, y la Argentina menos todavía. Hasta he sufrido un vicepresidente declaradamente opositor a nuestro gobierno. Duerman tranquilos los argentinos y las argentinas….eso nunca va a suceder conmigo”

OPOSICIÓN, GOBIERNO Y PODER ECONÓMICO JUEGAN CON FUEGO

Una oposición desmesurada dispuesta a oponerse a todo, y un poder económico movilizado aprovechando integralmente la debilidad del gobierno corroído por las rencillas internas y la fractura entre el Presidente y la Vicepresidente originada en diferencias ideológicas y personales. Un poder judicial que tal vez como nunca, se muestra descarnado como prolongación del poder económico. Un conglomerado de medios que se olvidaron de las normas más elementales del periodismo, que se deslizan entre las mentiras y las omisiones.

Grupo de intelectuales favorables al gobierno que se alinean con el presidente o la vicepresidenta. Mejoras en la situación económica como el crecimiento de la industria, la recuperación en un año de lo perdido durante la pandemia, la disminución de la desocupación pasa de largo intencionadamente, antes la inflación descontrolada, la distribución regresiva del ingreso y el incremento de la desigualdad.

Hay una considerable disminución de la desocupación pero incluso con los ingresos de muchos empleos formales no se está por encima de la línea de pobreza. Muchos comedores se quejan de que no le llega la comida desde octubre o la reciben en mucho menor cantidad. Es como entrar con antorchas en una estación de servicio.

En los últimos seis meses se multiplicó la cantidad de personas que se dedican al cartoneo. Del total de 118.002 trabajadores informales que se cuentan actualmente en esta actividad en todo el país, el 16% (18.918) se sumaron en los últimos seis meses.

Los piquetes y acampes de miles de personas en la Av. 9 de Julio durante toda una noche, a diferencia del 17 de octubre que era “el subsuelo de la patria sublevada” constituida por trabajadores ocupados, ahora es el quinto infierno de la patria gritando su desesperación, por la ausencia de trabajo.

Mientras hay mejoras en la macroeconomía, ello no baja hacia la microeconomía porque la inflación entre el 4 y 5 % mensual, tendiendo a 6% mensual, tritura los ingresos.     

En este escenario, la política se degrada, los políticos parecen en muchos casos habitar otro país, le dan de comer a las consignas elementales y falsas de los Milei y que sin embargo en muchos casos dan en el blanco con la adjetivación despectiva de “casta política”. A eso se suma que comunicadores o políticos del campo nacional y popular, por pereza política o repetición acrítica los lleva a repetir frases vaciadas y lo catalogan como clase política.  

Son adjetivaciones y comportamientos que le quitan filo a la política y a los políticos, instrumento fundamental que tienen los sectores populares de transformación pero que en muchos casos desaprensivamente actúan como beneficiarios de una casta o como se calificó en la antigua Unión Soviética como Nomenklatura.

En medio del desconcierto y la desorientación aparecen los economistas que encarnan al apocalipsis y proponen la dolarización como el paleo-libertario Javier Milei, que según algunas encuestas es el político con mejor imagen y el considerado más preparado para terminar con la inflación.

Nada es descartable. Cuando la esperanza agoniza, la desilusión florece, la desesperación hace pie, las ideas más descabelladas, los personajes más estrafalarios encuentran un terreno abonado para implementar sus disparates. El horizonte es tan inquietante como abierto. La posibilidad concreta que hoy Juntos por el Cambio ganaría las elecciones cuando no han pasado 30 meses de su experiencia estremecedora, que los paleo- libertarios hoy tengan un 18% a nivel nacional, apenas 10 puntos menos que el Frente de Todos, y que Macri se pasee por los canales de televisión y un campeonato de bridge, augurando volver y hacer todo lo mismo pero más rápido, es un futuro que sólo puede encontrar un obstáculo insalvable en la resistencia popular. Si Macri protagoniza un Segundo Tiempo, la disputa entre dos modelos en el que viene ganando por goleada el neoliberal, terminará consolidando, tal vez, definitivamente, el futuro colonial. El mismo del servilismo hacia EE.UU, de ingresar al mundo de rodillas por la puerta de servicio y donde millones de argentinos serán exportables.

DUELO DE GRUPOS DE INTELECTUALES 

Primero fue un texto de respaldo, precario en argumentaciones,  de un grupo de intelectuales y periodistas en apoyo a Alberto Fernández. Muchos de ellos, sólidos intelectuales, hubieran elaborado una pieza argumentativa más profunda. Bajo el título “La unidad del campo popular en tiempos difíciles” donde puede sintetizarse: “..el campo nacional y popular necesita abrir un debate amplio y franco acerca de la sostenibilidad del proyecto político…Hace pocos años se vivieron momentos épicos y hoy no hay una situación épica….Si se preservan identidades para otra etapa quizás se encuentren con un futuro catastrófico que hoy no es fácil imaginar pero que acecha en el horizonte si nos resignamos a descuidar lo que hoy tenemos…en la voluntad de tensionar creativamente la unidad está nuestra fuerza….Hay momentos en la historia en los cuales la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente”

En síntesis: unidad, en un momento sin épica y moderación. Posiblemente exaltación de las falencias que llevaron a la peor derrota del peronismo en toda su historia.

La respuesta del grupo de intelectuales y periodistas de apoyo a Cristina escribió bajo el título de “Unidad del campo popular: moderación o pueblo”: “Es necesario polemizar con una operación que despolitiza, aquella que sustituye la discusión de las políticas que estructuraron la unidad por la apelación aislada a la palabra unidad…. Los términos “Macri”, “macrismo”, “Juntos por el Cambio”, “sistema financiero”, “precarización”, “concentración”, “desigualdad” no son utilizados en el documento citado. No hay oponente concreto. En el mundo del consenso, y en las formas suaves del lenguaje, no hay lugar para oposiciones fuertes ni para el desarrollo de conflictos. Hay un lenguaje de la política encapsulado…Allí irrumpen los instantes crueles en donde la moderación se transforma en impotencia. Deciden bajarle la intensidad a la política y, como efecto no deseado, suprimen a la política. Proponen ir despacio pero terminan inmóviles. Pretenden hablar suave pero se vuelven inaudibles. Todo lo que se presenta moderado termina siendo débil y sin capacidad transformadora. Es necesario recordarlo: los gobiernos no se evalúan por sus intenciones, sino por sus realizaciones…. La unidad del gobierno del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner nació alrededor de un decidido proyecto de crecimiento con distribución e inclusión social. Ese es el proyecto que nos convoca y que nos moviliza. Es unidad, sí: pero para llevar adelante un programa de transformaciones…. La correlación de fuerzas no es una foto. Es una construcción social, un devenir dinámico y endógeno… Analizar esa correlación de fuerzas sin incorporar cómo modificarlas es un mecanismo conservador que inmoviliza….El problema más importante no es de velocidad ni de magnitud: es de orientación de las políticas”

La lógica de la moderación y la correlación de fuerzas negativa nos lleva a una paradoja circular: si los gobiernos toman medidas “moderadas”, entonces ganarían en gobernabilidad frente al poder real. El problema es que la moderación deja a los dos sectores en pugna –el poder real y los sectores populares- en situación de descontento: las elites de derecha y el establishment leen la moderación como debilidad de los gobiernos populares y, en vez reducir la presión política, la incrementan. A la vez, los movimientos sociales, los partidos políticos y los sectores populares sienten y viven –en el caso de los más vulnerables- la situación de que la vida cotidiana no les ha mejorado sustancialmente desde la llegada de un gobierno popular al poder…..Afortunadamente sostienen: “Las diferencias que tenemos entre quienes debatimos cual es la mejor manera de resolver este problema son infinitamente menores de las diferencias con quienes generaron este problema” Está claro: la unidad es una condición necesaria, imprescindible, pero no suficiente para hacer un buen gobierno y luego estar en condiciones de ganar.

APORTES MASIVOS PARA EL ESCEPTICISMO Y LA DESESPERANZA

Todo indica que la relación entre Presidente y Vicepresidente está rota. Seguirán, posiblemente, como esos matrimonios desavenidos, conviviendo tumultuosamente bajo un mismo techo. Es un déficit que suma negativamente a un camino escarpado. Hay con Cristina Fernández cierta confusión que también la hubo con Perón. Los padres de muchos de los jóvenes radicalizados de los setenta se opusieron a Perón por considerarlo fascista. Sus hijos apoyaron a Perón por considerarlo socialista. Un doble error: Perón no fue ni fascista ni socialista. Fue un revolucionario burgués que transformó la sociedad argentina intentando desde el Estado reemplazar a una burguesía nacional industrial entre débil e inexistente, verdaderamente alienada al identificarse con una oligarquía profundamente anti industrialista. Conformó una sociedad igualitaria, con sindicatos poderosos, beneficios sociales notables, y derechos laborales relevantes para la época. El odio que engendró en el poder económico concentrado fue proporcional a la radicalidad de las transformaciones. El kirchnerismo recuperó banderas olvidadas, alentó la industria y recuperó entre los jóvenes la épica y el valor de la política, amplió derechos. Cristina es un muy buen cuadro político, notable oradora, con falencias importantes para una líder política: falta de planificación estratégica, muy deficitaria selección de colaboradores, dificultades evidentes para descender al barro de la política, a las pequeños pero fundamentales gestos políticos hacia muchos de su colaboradores y seguidores, desde gobernadores, intendentes y militantes. Su jacobinismo está exagerado por parte de sus seguidores más extremos y por sus enemigos. La imagen de una Rosa Luxemburgo peronista es arbitraria y falsa. Su cercanía a Perón se da más por el odio que despierta en los mismos sectores que proscribieron al tres veces Presidente, que con su identificación con el mismo.  Alberto Fernández es esencialmente un operador, que pocas veces alcanzó la talla presidencial, un socialdemócrata más identificado con Raúl Alfonsín que con Perón. El drama actual en un país muy asolado, es que se necesita moderación en las declaraciones y profundidad en las medidas. Se hace lo contrario. Cristina critica desde la tribuna porque el presidente que designó odia la confrontación (se fue después de la Resolución 125 y antes de la ley de medios a la que se oponía), lo cual lo sabía, pero creyó que podía abocarse a los problemas que fundamentalmente por su imagen y relato, ella no podía encarar.

Un drama con actores sobreactuados y con un horizonte de tragedia. Muchos argentinos se identifican con el mejor orador de la Revolución de Mayo, Juan José Castelli, a quien patéticamente la vida lo condenó a padecer y morir de un cáncer de lengua: “Si ves el futuro, dile que no venga”

Publicado en La Tecla Ñ, Diario Registrado y el Portal de Radio Cooperativa