Creo que ni una persona que estudia la posición corporal del hermano de Santiago Maldonado, Sergio, pueda entender el dolor que lleva sobre su espalda.

Ya pasaron dos meses de: un pueblo donde todos se parecen a Santiago, de un camionero que lo llevó a Entre Ríos, de una pareja que lo recogió en el Bolsón y puedo seguir con los ejemplos.

En más de 40 días no hubo ni uno solo que no se haya preguntado qué pasó con el joven artesano, y no hubo ni un solo día donde se obtuvo respuestas. Más que respuestas, se generaron más preguntas. Más incertidumbres, más embarre por parte de la Justicia, la Gendarmería y del Estado para no dar con el paradero del joven. Porque no lo saben o no lo quieren decir. Esa respuesta se las dejo a su criterio. 

En cuestión de Derechos Humanos la Argentina es pilar acá y en el mundo, y sobre desapariciones sabe y bastante. Como también lo sabe Chile, países que fueron víctimas del plan Cóndor y que de torturas y muertes sin respuestas sabe y mucho. Porque claro, ¿quién va a dudar de que el joven se haya ido del otro lado de la Cordillera?.  

¿Cómo puede ser que desde el Estado duden de la ayuda de: el Equipo Argentino de Antropología Forense, de los organismos internacionales y nacionales de Derechos Humanos. Además de entorpecer la búsqueda y que el propio Juez de Esquel -ya apartado de la causa-, realice pesquisas en la comunidad Pu Lof de Cushamen sin dejar participar a la defensa y querellantes. 

O de las historias de Clarín redactadas desde las oficinas de Casa Rosada diciendo que Santiago se escondió por la causa. Hay que ser hijo de un camión lleno de yutas para escribir eso en un medio.

Pero también en dos meses escuchamos a los gendarmes que estuvieron en la represión del 1ero de agosto en la pu lof de Cushamen decir que no lo vieron, que les dieron para que tenga, que tiraron piedras y que encima se robaron los binoculares del principal testigo. Lo más insólito, un gendarme sacó un comunicado para informar que una frase que se lo escuchó decir a otro que una oficial se llevó a Santiago en un camión fue en tono "burlón"

De Matías Santana, del que se burlaban por haber perdido los binoculares, el testigo principal. Y voy a repetir una cuestión: ahora se sabe que esos binoculares los tenía Gendarmería. A Santiago Maldonado, ¿también lo tuvo Gendarmería?

Hasta escuchamos a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, decir "no voy a tirar a los gendarmes por la ventana" y "me la banco", cual líder de un grupo criminal del cual no va a hablar para proteger. Incluso también la escuchamos nombrar a un testigo protegido en plena sesión de Diputados y televisado. 

Un dato no menor, vimos como el Juez Federal de Esquel, Guido Otranto, decirle a La Nación que la hipótesis más fuerte era que Santiago se había ahogado. Si, lo dijo. ¿Saben para qué? Para ser apartado, un mes después. Sin llamar a la familia, sin dejar que los organismos de derechos humanos participen y ayuden en la causa.

Hostigaron, mintieron y manipularon.

En dos meses pasó todo esto y no pasó nada. Los gendarmes quieren ser querellantes, la ministra de seguridad sigue en su cargo y Santiago no aparece.

¿Dónde carajo está Santiago?, ¿Qué pasó con él?, ¿A dónde se lo llevaron? y las preguntas siguen. ¿Qué ocultan? 

¿Dónde está Santiago Maldonado?