La derecha argentina sueña con volver a un idílico pasado en el cual el país era floreciente y potencialmente una de las grandes economías del mundo. Ese pasado que puede situarse en algún momento entre los años 1870 y 1915 es el de un país agro exportador en el cual todo se solucionaba con una buena cosecha; pero adolece de varios problemas. En primer lugar ese pasado idílico nunca existió, era un país con una pequeñísima parte de su población muy rica y el resto inmerso en una vida dura en los conventillos urbanos o en ranchos miserables en el campo. En segundo lugar esa situación es imposible de repetir ya que algo similar requeriría que la población se redujera en alrededor del 80 %.

En lugar de asumir la verdad la derecha optó por asignar todos los males al populismo (así llaman a las políticas que propicia el campo nacional y popular) que dicen nos gobierna desde hace 70 años. Ello también es una flagrante mentira: desde 1945 hasta la fecha (76 años) solo 26 corresponden a gobiernos de orientación popular (el período menemista a pesar de ser nominalmente peronista aplicó políticas neoliberales así que no cuenta).

Veamos lo que sí fue más constante desde 1956 en adelante.

 El Fondo Monetario estuvo presente hasta el 2006 y volvió a estarlo desde el 2018. En el período 1956 (año de nuestro ingreso) hasta ahora estuvo la gran mayoría del tiempo  sometido a programas del Fondo, con una gran cantidad de acuerdos: 19 stand by y 2 de facilidades extendidas. En 2006 el gobierno de Néstor Kirchner canceló la deuda, hasta ese momento solo nueve años el país no estuvo bajo acuerdos. Eso sí que puede considerarse con razón una constante que condicionó el desarrollo.

Siguiendo las recomendaciones del primer acuerdo se derogó el régimen de nacionalización de los depósitos, se modificaron las cartas orgánicas de la banca oficial y se liquidó el IAPI que regulaba el comercio exterior. Como vemos el FMI tuvo fuerte injerencia desde el inicio de su relación con el país.

Originalmente la misión del Fondo era prestar ayuda a los países con problemas derivados de desequilibrios de su sector externo. En el transcurso del tiempo su misión fue cambiando para mal. En los mal denominados acuerdos, porque una parte imponía las condiciones y la otra parte solo podía aceptarlas, se establecieron programas que fijaban metas económicas y financieras que definían parámetros del resultado fiscal, de la balanza comercial, de la emisión monetaria, de los aumentos de salarios y de las tarifas públicas. Para asegurar el cumplimiento de esas políticas el Fondo se convirtió en auditor sin cuya aprobación no se giraban los fondos. Las políticas recomendadas no tenían como objetivo la mejora de las condiciones de vida de la población sino asegurar el pago a los acreedores externos. En un paso más el Fondo pasó a recomendar, mejor dicho a exigir las llamadas reformas estructurales inspiradas en el Consenso de Washington que incluían la eliminación de derechos laborales, la reforma de los regímenes previsionales, la privatización de las empresas del Estado y la desregulación del sistema financieros que aseguraran la libre circulación de los capitales especulativos.

Con todo ello cargó nuestro país durante decenios. Por otra parte la enorme deuda externa con privados iniciada por el gobierno de la dictadura cívico/militar obligó a innumerables tratativas y refinanciaciones, en las cuales el Fondo incidió para lograr las mejores condiciones a los acreedores.

Como frutilla del postre, en un paso más el Fondo intervino directamente en la política argentina, además de no advertir el incremento descontrolado de la deuda soberana con privados operado en 2016 y 2017, otorgó en 2018 el mayor préstamo de su historia para tratar de asegurar el triunfo electoral de Macri a instancias del gobierno de Estados Unidos. Las condiciones del préstamo eran totalmente perjudiciales y los plazos de pago absolutamente incumplibles.                

Otro tema constante durante los últimos 70 años es la fuga de capitales. Argentina es el tercer país en cantidad de cuentas en paraísos (mejor dicho guaridas) fiscales. Un verdadero récord y no es el único. Se estima que es el país donde existen mayor cantidad de dólares billetes, exceptuando a Estados Unidos. Cada profunda crisis estuvo precedida por una muy fuerte fuga y no se trata de una casualidad, sino de que se propició esa fuga como en el 2001 y el 2019. Estimaciones muy fundamentadas indican que los dólares de ciudadanos argentinos en el exterior superan la cuantiosa deuda externa.

¿Cuál es la razón de esta peculiaridad argentina? La derecha afirma que la causa estriba en la inestabilidad de nuestra economía y en el peligro de que el Estado incaute bienes de los ciudadanos. En primer lugar es bueno recordar que los casos de cercenamiento de la propiedad de dinero se produjeron siempre con gobiernos de tinte neoliberal, empezando por los famosos bonos de Alsogaray con un plazo de pago de 25 años (luego reducidos a 10) con los que se pagaron los haberes de empleados púbicos y jubilaciones en 1962, siguiendo con el Plan Bonex de Erman González que canjeó compulsivamente los plazos fijos por bonos a 10 años en el primer tramo del gobierno de Menen y con el ”corralito” de Cavallo por el que se restringió la libre disposición de dinero en efectivo, de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros.

Pero lo más importante es preguntarnos sobre cuál es la causa y cuál el efecto. ¿No será que la combinación de la evasión impositiva y la salida de recursos producidos en el país hacia el exterior son causas relevantes de la inestabilidad de la economía y factores que produjeron o intensificaron las crisis recurrentes?

Los que evaden impuestos privando al Estado de los fondos necesarios para atender adecuadamente las necesidades de la población e impulsar el desarrollo, los que sub facturan exportaciones restringiendo ilegalmente el ingreso de divisas, los que obtienen créditos cuantiosos en la banca pública y no los pagan son los mismos que afirman que es la inestabilidad económica lo que los impulsa a fugar dólares cuando son sus acciones una de las principales causas de esa misma inestabilidad.

¿Se imaginan las autopistas, los puentes, la modernización de los ferrocarriles, los hospitales, las escuelas, las obras de provisión de cloacas y agua potable, que podría haber hecho el Estado de contar con los recursos que le fueron escatimados por la sistemática evasión impositiva y se imaginan las fábricas, las viviendas, los hoteles, los desarrollos informáticos que podría haber  hecho la actividad privada si hubiera invertido en el país lo que fugó al exterior?