El 10 de diciembre de 2019 finaliza la tercera experiencia neoliberal en la Argentina. La primera durante la dictadura militar, la segunda en los gobiernos de Menem y De la Rua y esta última con Macri. Si bien todas terminaron desastrosamente la actual fue la que más cabalmente implementó el neoliberalismo y más rápidamente culminó su trayectoria devastadora; en solo cuatro años endeudó el país, batió record de pobreza, desocupación, devaluaciones, pérdida del salario y de las jubilaciones, deterioro de la educación y la salud públicas, agravio a la división de poderes, entre otra calamidades.
Cabe entonces preguntarse qué es el neoliberalismo. Un reciente libro de Wendy Brown, “El pueblo sin atributos” hace un lúcido análisis de neoliberalismo y su lectura me llevó a formular las siguientes reflexiones.
Primero veamos lo que no es el neoliberalismo. A pesar de que su nombre lo sugiere no se trata de una extensión o profundización del liberalismo clásico. Es algo diferente no referido exclusivamente a lo económico sino a toda la vida social; genera una forma de pensar que extiende los valores, prácticas y mediciones de la economía a todas las dimensiones de la vida, a esferas que hasta su implantación no eran económicas. Bajo la racionalidad neoliberal el gobierno se transmuta en gobernanza y administración, la lógica de la empresa privada rige todos los actos de gobierno. Pero no solo el Estado es visto como una empresa, también las personas. Se espera que se comporten de modo que maximicen su valor de capital mediante su autoinversión y atrayendo inversionistas.
La “economización” de las personas a través de la racionalidad neoliberal hace que sean “homo economicus” y solo “homo economicus” en todo momento y lugar. Esta es una diferencia sustancial con el liberalismo clásico que mantenía el concepto de “homo politicus” y desde Adam Smith todos sus cultores consideraron  ambas esferas separadamente. Los valores religiosos, morales y éticos aplicables al campo social y político  fueron mantenidos y ni el propio Adam Smith, ni David Ricardo, Jean Baptiste Say, Stuar Mill, Leon Walras, Alfred Marshal o Paul Samuelson pensaron que los términos y mediciones de la economía podían aplicarse a dichos ámbitos.  
Es fácil ver esta racionalidad neoliberal en el accionar del gobierno de Macri. Los compromisos del Estado con la libertad, la igualdad, la inclusión social, el respeto a la institucionalidad y la protección de los más vulnerables se subordinaron al proyecto económico. El neoliberalismo convierte cada necesidad o deseo humano en una empresa rentable, para ello es necesaria la privatización de bienes públicos como la educación, la salud, las autopistas, el acceso al agua, la electricidad y el gas, inclusive un lago que es de  dominio público fue privatizado de hecho, ya que el dueño de los terrenos que lo circundan impide que se pueda acceder a mismo, con la convivencia del gobierno.
Wendy Brown identifica cuatro efectos de la puesta en práctica de la racionalidad neoliberal (y vaya si son aplicables al gobierno Macrista):
En primer lugar la intensificación de la desigualdad. Los estratos más altos de la sociedad adquieren aún más riqueza, los más bajos son arrojados del sistema y condenados a una vida miserable y los estratos medios trabajan más horas por salarios menores, tienen jubilaciones depreciadas y cada vez menos posibilidades a aspirar a una movilidad social ascendente.
En segundo término la comercialización insensible e inmoral de cosas y actividades cuya inclusión en el mercado no se consideraban apropiada porque limita y estratifica lo que debiera ser accesible para todos como la educación, la salud, la infraestructura. Permite y alienta la contaminación, la tala indiscriminada y el desprecio por el valor universal de la naturaleza.
En tercer lugar la creciente influencia del capital corporativo y financiero en el Estado y el dominio corporativo de las decisiones políticas y económicas; el descarado nombramiento de Ceos de grandes empresas en puestos claves del Estado que obviamente tienen intereses no convergentes. ¿Frente a decisiones que pueden favorecer a las corporaciones energéticas o al interés general alguien puede creer que el Ceo de Shell se va inclinar por estas últimas?
Por último las políticas neoliberales propician, deliberadamente o no, el caos y la inestabilidad en lo económico. La eliminación de toda regulación al flujo de capitales especulativos que fue una de las primeras medidas del gobierno de Macri constituyó la piedra inicial del descalabro económico en que se precipitó en apenas cuatro años.
La racionalidad neoliberal “economiza” todos los ámbitos de la vida. Las personas no solo se perciben como capital humano para la empresa sino también para ellos mismos; se preocupan por mejorar su valor de portafolio, ya sea incrementando los “seguidores”, likes y retweets y calificaciones de todo tipo y son compelidas a realizar toda clase de entrenamiento para mejorar su valor futuro. 
En la versión liberal el Estado supervisa el mercado asegurando su no intervención en el mismo pero el neoliberalismo va más allá: el mercado define y supervisa al Estado asegurando que su racionalidad prime en todos los actos del gobierno regidos por el interés económico al que están subordinadas todas las otras áreas. Así para llevar el déficit primario a cero el Macrismo no dudó en dejar sin vacunas a los sectores más vulnerables, eliminar subsidios a los discapacitados, reducir remedios imprescindibles a los jubilados, despedir agentes del Estado en áreas tan sensibles como salud, asistencia social y educación.
El neoliberalismo es incompatible con la democracia ya que en él el homo economicus derrota al homo politicus, usurpando sus términos tanto en lo personal como en el sistema gubernamental. En la racionalidad neoliberal no tienen cabida las ideas de igualdad, solidaridad, soberanía popular, la discusión sobre el bien público ni el interés general y por lo tanto tampoco tiene cabida la democracia como la concebimos
El ámbito de la educación también ha sido colonizado por el neoliberalismo reduciendo a su mínima expresión los campos de las humanidades, las artes y el desarrollo de los alumnos para la vida social y política, convirtiendo un bien social y público en una inversión personal en términos de entrenamiento laboral para ingresos monetarios futuros. Cuando el ministro de educación Esteban Bullrich les dijo a los empresarios que él era su gerente de recursos humanos desnuda con brutalidad la orientación de su gestión.
La educación también se propone conformar ciudadanos que no exijan protección contra las recesiones que eliminan empleos, que acepten la intensificación de las desigualdades como necesarias para el funcionamiento de la economía,  lo que incluye salarios miserables y la reducción del acceso de los pobres y la clase media a bienes y servicios que antes eran públicos y que fueron privatizados y por sobre todas las cosas que olviden su pretensión de conformar un colectivo social y político que lleve las banderas de igualdad, derechos sociales, vida digna para todos y todas  y verdadera democracia. 
El neoliberalismo se instauró primero en América Latina de la mano de las crueles dictaduras de Pinochet y Videla, como banco de prueba para llevarlo al primer mundo con los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En Chile su vigencia se prolongó hasta nuestros días y ese país fue mostrado como ejemplo a seguir. En todos los casos se presentó como única solución. Thatcher decía “no hay alternativas” y Macri repitió hasta el cansancio que ese era el único camino y que no existía plan B, sin embargo los pueblos de Argentina y Chile demostraron que ese discurso no pudo ser instalado, en la Argentina lo demostraron a través de los votos y en Chile mediante una insurrección popular que está en curso.