El Papa Francisco dijo que el sistema capitalista “ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo”, y que “este sistema no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores... no lo aguantan los pueblos”.

Un conductor de programas radiales, Marcelo Longobardi, devenido en economista, no se sabe en función de que estudios, señaló que lo que dijo el Papa era como estar en contra del sistema solar. No es que lo que diga Longobardi tenga importancia pero lo que si resulta significativo es que él expresa una idea generalizada.

La corriente ortodoxa en economía, con el apoyo de los grandes medios de comunicación ha difundido la idea de que el sistema capitalista es “natural”, es el ordenamiento económico al que se debe llegar. Todos los pueblos que no son capitalistas en su estado más “puro” es que se hallan en una etapa anterior y algo les impidió lo que es natural.

Para este pensamiento el capitalismo es puro cuando no existe ninguna regulación al accionar de los agentes económicos, ninguna traba al libre movimiento de los capitales y de los bienes y servicios. El Estado debe limitarse a crear estas condiciones: proveer seguridad jurídica con defensa absoluta de la propiedad privada, garantizar el orden social, impedir cualquier atisbo inflacionario, financiar las obras de infraestructuras necesarias para el desarrollo de los negocios, garantizar el libre tránsito de los flujos financieros y de los bienes y servicios, al mismo tiempo que regular o mejor aún impedir los procesos migratorios indeseados.

Este razonamiento implica dos aspectos fundamentales. Por un lado que es este capitalismo, definido por el neoliberalismo, y al que se le puede agregar el adjetivo de salvaje, el considerado natural y en segundo lugar que no se trata solo de un sistema económico sino de un ordenamiento que condiciona todas las prácticas sociales.

Para mantener la analogía con el sistema planetario es necesario suponer que no es una construcción social sino que estuvo siempre y que tal como con el sistema planetario fue “descubierto” en algún momento pero su existencia se remonta al inicio de la humanidad.

Para mantener esta hipótesis se requiere distorsionar algunos conceptos. Por ejemplo el mercado. Se dice que este es un elemento distintivo del sistema capitalista neoloiberal y que es natural. Por supuesto que en la medida en que exista una mínima división del trabajo en el que algunos individuos producen bienes que exceden sus necesidades de consumo se genera un mercado en el que se intercambien bienes, ya sea mediante el trueque o con la utilización de moneda. Pero ese mercado no necesariamente es uno de los elementos que caracteriza neoliberalismo. A través del tiempo se conocieron infinidad de mercados de distintos tamaños y diferentes características, pero lo que el sistema vigente entiende como mercado es una forma de mercado inédita en la historia.

Los mercados de épocas anteriores, e inclusive los existentes en lugares donde el capitalismo en su expresión más descarnada no se ha impuesto totalmente, funcionaban acercando la oferta y la demanda de bienes y servicios bajo reglas que buscaban un nivel de equidad, impidiendo el abuso de unos y otros, oponiéndose al engaño y la mala fe de oferentes y demandantes. Esas reglas eran exógenas al ámbito económico y provenían de conceptos como el justo precio, la priorización del bien común sobre los intereses individuales, el reconocimiento a quienes aseguraban un nivel de calidad de sus productos impidiendo que se produjeran maniobras engañosas. Las prácticas sociales condenaban el acaparamiento, la usura, las ganancias extraordinarias en detrimento de otros, el aprovechamiento de circunstancias excepcionales como sequías, pérdidas de cosechas, catástrofes, etc. Esas condenas no solían ser solamente morales si no que muchas veces iban acompañadas de castigos en algunos casos muy graves.

Esos son los mercados que funcionaban, y aún funcionan (aunque cada vez en menor medida) fuera de capitalismo “puro”. Por lo tanto el funcionamiento de los mercados no es atributo propio de dicho sistema ni que solo se produce en con la implantación de una política neoliberal. Lo que sí es intrínseco a ese capitalismo es un tipo particular de mercado: el mercado que no se sujeta a ninguna regla exógena al mismo, donde solo el mecanismo de oferta y demanda establece los precios y las cantidades de bienes y servicios, permitiendo todo tipo de transgresiones a lo que podría considerarse justo o equitativo, ya que ellas son categorías que no son ni siquiera consideradas. Por otra parte se incluye el trabajo que antes no fue considerado un elemento transable en el mercado. Solo largas y crueles luchas obreras lograron poner algunas regulaciones en ese mercado. Vale recordar que el primer logro fue prohibir el trabajo de los menores de ¡ocho años! en Inglaterra. La reducción de la jornada de trabajo, el respeto por el descanso dominical, la aceptación de ausencias por enfermedad fueron todas conquistas arrancadas en jornadas las más de las veces sangrientas: Pero ahora se pretende volver atrás mediante leyes de “flexibilidad laboral” y prácticas que incluyen al trabajo en un caso más de mercados desregulados.

Otro aspecto que se esgrime para considerar a las economías que se adaptan al denominado Consenso de Washington como natural es el hecho de que los hombres “por naturaleza” tienden a acumular toda la riqueza posible y que siempre existieron, en forma larvada o desarrolladla personas cuya actividad consistía en aumentar incesantemente su poder material. Por cierto que eso es una verdad, pero la gran diferencia es esas personas no impusieron a la sociedad entera sus pautas de conducta ni lograron que las normas que rigen a todos se ajustaran a sus principios. Siempre hubo otros poderes religiosos, militares, culturales o morales que constriñeron el poder de quienes no tienen ningún reparo con tal de incrementar su fortuna y los castigaban cuando pretendieron extralimitarse.

Por lo tanto de ninguna manera puede considerarse al sistema que pretende imponer el neoliberalismo como natural. Una perspectiva histórica más amplia nos permite catalogarlo como un caso particular con inicio en determinado lugar y en determinado momento. No es natural para el hombre una sociedad en la que pocos, muy pocos, tienen mucho y muchos tienen muy poco e incluso parece aún menos natural que esa inmensa

mayoría de los que no tienen mucho avale políticas que claramente tienden a concentrar los ingresos y la riqueza en un porcentaje muy pequeño de la sociedad.