En uno de los portales más visitados de América lo titulan con letras de molde: “DÓLAR LIBRE”. Jamás eludiremos (2015-2019) como referencia y, la avalancha de maldiciones económicas amontonadas. El dólar ha vuelto a resubjetivizarse. Es el increíble Hulk (el hombre verde) que amenaza echar abajo la inversión y el financiamiento. 

El doctor Banner-personaje de la serie- recorría el mundo en busca de un antídoto para la furia del incontrolable poder de Hulk. Martin Guzmán trabaja para desarticular la cólera del “verde”.

Existe en el micro centro una ofuscación decidida y enérgica como la que abunda por el obelisco agitando odio con banderas argentinas. Estrategia comunicacional y proceso incremental de argucias financieras, mediante. Técnicas, dispositivos y prácticas del club de la devaluación. El ritual del coloquio anual amplificado por los medios y noventa por ciento de los programas de TV mano única, que jamás es “a dos campanas”, porque los conductores están  adiestrados para mordisquear. A veces llaman alguien que amenice para disimular el grosero sesgo desgiroscópico.

La estrategia se puede resumir en tres palabras: Engañar, Dividir y Destruir. Engañar con mentiras, rumores, mentiras y fake news. Dividir a los ciudadanos indocumentados a través de la grieta con críticas, quejas, condenas y; lo que tienta a la gente: terminar todo con destrucción. Podríamos rechazar estas habilidades identificando las cosas que no encajan, pero todo se olvida en un día, y muchos no quieren razonar. 

El dólar paralelo desde 1975 es una erudición en si misma capaz de dar cuenta de logros y fracasos. Desde entonces esta cultura verde se encuentra polarizada entre incertidumbre argentina y seguro anti pánico para quienes muestran un racional interés por resguardarse de otras experiencias del pasado. Esta disposición sobria, juiciosa y metódica de comprar dólares, entra en profunda contradicción con el brío teórico de todas las formas en que se persigue la riqueza. El dólar atesorado en cajas de seguridad por si mismo, nunca produce más dólares, pierde 3% anual de poder adquisitivo.

A mediados de septiembre 2020 el BCRA dispuso más controles cambiarios para restringir la demanda de divisas y calmar la perdida que padece desde enero de 2018. Nuevamente un impulso de la demanda de dólares excedía la oferta y la autoridad monetaria no podía detener la pérdida de reservas. Atrás de la trepada blue se batió el parche del deterioro de confianza combinado con la abundancia de pesos emitidos-no habiendo otra alternativa-, consecuencia de la devastación heredada, que dejó sin financiamiento al Tesoro y, con bajísimas reservas al BCRA. La deuda en default selectivo y su amenaza de generalizarse, más las operaciones desestabilizadoras permanentes que enfrenta el Gobierno, aceleraron el temor de los inversionistas que todavía tenían u$s 1.500 millones en bonos locales.

Se limitaron los dólares oficiales para el pago de deudas de empresas que vencen entre el 15 de octubre y el 31 de marzo. Las empresas con deudas en dólares sólo pueden comprar divisas al tipo de cambio oficial por el 40% del capital adeudado y el diplomático Gobierno las invita a refinanciar el 60% restante por dos años. Se pensó que no se le puede dar dólares a $ 80 a las empresas que ingresaron prestamos back to back, ni a los fondos especulativos, ni a las empresas que enviaron al exterior dólares adquiridos a precios módicos. Se estableció para los no residentes que cuando compraran con pesos en el contado con liqui, se aumentara el plazo de parking a quince días. La emisión monetaria se desaceleró, pero la brecha siguió creciendo, desmembrando la correlación que asistía entre las variables.

A principio de octubre se tomaron mas medidas buscando incrementar la oferta de dólares, como la rebaja de las retenciones, licitación de bonos link, suba de tasas, se abandonó el crawling peg, se subieron los reintegros, pero no hay caso. Restricciones mediante, el blue quedó como la única válvula de escape.

Nada quita la frustración de un mercado cuyas expectativas están forjadas en la irrealidad del Gobierno que perdió las elecciones, no en el que las ganó en primera vuelta, sin balotaje. Un año después, no se termina de asimilar la derrota del esquema 2015-2019. Las expectativas del mercado son infundadas, están lejos de lo que piensa el Gobierno. Pero nunca se sabe.

Es obsceno el intento autoritario de los economistas refractarios que escriben: “5 cosas que debe hacer el Gobierno”. Como si el país los hubiera votado a ellos como presidentes. No hay manera de contribuir a revertir el clima de descontento que se expresa con absoluta prepotencia. El mercado sigue esperando un anuncio que coincida con sus gustos, para lo cual el Gobierno debería defeccionar y traicionar el mandato que recibió en las urnas. Ni siquiera el FMI pretende que se alcance el equilibrio fiscal y monetario en 2021. Nadie en otras partes del planeta expresa: “que se mueran los que se tengan que morir” con coronavirus o con ortodoxia pura y dura. Lo único que se lograría obedeciendo a estas voces es tener más contagios por millón de habitantes como Israel (que era el modelo) o un inferior nivel de actividad pre pandemia, igualando a los peores del mundo de hoy: Chile y Perú.

La Argentina está hundida por negligencia y estafa, las de mayor volumen y celeridad de todos los tiempos. Ya antes que asumiera el Presidente Alberto Fernández la economía estaba en bancarrota. La hicieron pomada en solo cuatro años, devaluando la moneda seis por uno, dejando una inflación de 55%, destruyendo la actividad industrial, endeudando y fugando, organizando un desempleo creciente para el futuro como era el plan. Así lo dijo muy satisfecho de sí mismo un economista amarillo en 2016: “la inflación cede con 15% de desempleo”.

Pese a la crisis testamentaria, el Gobierno se concentró en resolver los problemas de vida o muerte. Pero la pandemia profundizó la recesión de los años 2016, 2018 y 2019, agravando los problemas fiscales, monetarios y cambiarios.

Evaluar la macroeconomía 2020 con el calibre de los economistas que la destruyeron y, sobre todo, pretender manejar el equipo económico y la conducción política, luce extravagante. Para capear esta crisis se quiere un liderazgo político que no tuvo la administración anterior y, un equipo económico sin los dogmas que guiaron la adoración del dios mercado, sometiendo las políticas públicas a sus caprichos con un costo estimado de alrededor de 300.000 millones de PBI medido en dólares. Por más que empujen no va a saltar el Ministro de Economía. Si no aflojan la receta golpista, pueden poner difícil las cosas.

Mientras sigan pegándole al presidente apuntando a la cabeza de Cristina, crecerá el malestar social pero la resistencia se irá endureciendo. “Cuanto peor mejor”, no es buena idea. Refiere a la lógica Chernyshevsky, al socialismo ruso. En el otro extremo es “La Doctrina del Shock  el capitalismo del desastre”, en el que la autora (Noami Klein) describe cómo los avispados sacan provecho creando tragedias. Eso es destruir.

A la sombra de la peor crisis de la historia desde la Gran Depresión, los eruditos en crueldad y los intereses que ellos mismos asisten especulan con provocar la aceleración de los problemas. Perciben el contexto argentino como la última oportunidad de generar un caos, y no la quieren despreciar.